domingo, 19 de octubre de 2014

El cumpleaños de Anna


Hoy es un día especial.
Hoy cumple años nuestra querida Anna.
Una fuente de energía que parece no tener fin. Una luz que, desatada, ciega a todos aquellos incrédulos que no saben por miedo nadar en una preciosa mirada que refleja difíciles tiempos pasados y una ilusión tremenda hacia los días futuros.
Esa es la mirada que cautiva a propios y a extraños.

En cuanto a su luz, se trata de algo tan increíblemente cálido y bello de sentir que incluso a su propio hermano, un amasijo de desgracias concentradas en una dantesca enfermedad, le llega tan profundo que en su presencia hace que se encuentre mejor, más aliviado y acompañado.
Sus padres se consideran muy afortunados de que su hija posea cualidades tan valiosas, más nunca jamás ya se verán o se sentirán distantes a ella.

Ella es el cemento que, brillante cual oro puro, los une de un modo no agresivo, plagado de buenas intenciones que, por muy agotada que esté, siempre logran salir a flote de esa mirada tan extremadamente difícil de analizar.
Observarla es como introducirse en un océano.
En ocasiones un mar en calma, otras un mar de lágrimas que ha aprendido a contener, otras una tormenta en la que, no obstante, ella no está atrapada, sino que la cabalga a lomos de un delfín que viene a ser su alma libre y desbocada, elegante y preparada, joven y ganadora.

Es esa mirada la que gana a las personas más especiales que la rodean, aquellas que  necesitan un apoyo en sus vidas, una alegría, y que viéndola a ella quedan saciadas por días y días.
Su bella silueta atrae a propios y a extraños, aunque ella ya ha obtenido a esa persona tan especial en la vida de cualquier mujer como es un hombre que la quiera y la respete, que sepa demostrar a su manera todo el amor que siente por ella.

Puede parecer que se trata de un ángel caído, pero no es así. Nunca fue así.
Se trata de Anna, una chica frágil y fuerte, con un sentido del humor que haría sonreír a estatuas sin alma.
Hoy es su cumpleaños, y por muchos regalos que ella reciba, por mucho cariño que se lleve, le deseamos ante todo una vida larga, feliz y placentera.
Y si la tormenta regresa en forma de una oscura etapa de su pasado donde supo danzar con melancólica delicadeza por la fina cuerda que separa la vida de la muerte, espero que cualquiera o todas las personas de las cuales se ha ganado el corazón acudan al instante para ayudarla a salir colocando un faro de  amor puro en la costa, cerca de donde se encuentre, para que Anna y su delfín, la joven y su alma, puedan salir rápidamente de un sufrimiento y un dolor que ya pagaron con creces.

Ya tan solo queda amor.
El amor de sus amigos que tan bien se lo pasan con ella.
El amor de su hermano, que tanto la quiere y tan difícil encuentra expresarlo.
El amor de su pareja, que tanto ha llorado por buscarla en ese vasto océano hasta que ella le encontró a él.
Y, por supuesto, el amor de unos padres que nunca, jamás, dejarán de estar a su lado incondicionalmente, puesto que ella es un tesoro, un premio y una lección.
La lección de que, cuando todo está oscuro, cuando languidece la esperanza, todo puede cambiar en una fracción de segundo y, con mucho esfuerzo, llegar a buen puerto.
Un puerto donde llorar de alegría, reírse y disfrutar.
El puerto del hogar donde Anna decida estar. 
Muy muy muy feliz cumpleaños preciosa.

sábado, 18 de octubre de 2014

El oscuro árbol de la resistencia



Ahí estaba dibujada su negra silueta cuando el atardecer ya se consumía.
Era la negra silueta de una mujer apoyada contra un grandioso árbol también negro como la noche.
Cada pequeña rama, un demonio.
Cada nimia bifurcación, un fantasma.
Y en el tronco algo tan infinito y eterno como el propio universo, tan profundo que tratar de comprenderlo te llevaba a las raíces de esa morada a la que, puntualmente cada noche, la mujer acudía.
Las raíces eran invisibles para cualquier observador que tratase de dar con ellas en la base del tronco, pero no para aquellos que se atrevían a quedarse mirando una silueta que con un poco de atención no albergaba contradicción alguna.
Simplemente, una mirada de sufrimiento puesto que las raíces del oscuro árbol emergían del subsuelo para hacerle tanto daño como el alma de la mujer pudiese resistir.

El árbol en realidad era su parte consciente y subconsciente.
Representaba su interior, y puesto que ella conocía de buen grado el dolor al que accedía cuando la noche se cerraba en torno a ella, no permitía que nadie se acercase a él.
No siempre fue así.
Hubo una vez en la que ese mismo árbol crecía joven, verde y magnífico en el inmenso bosque donde tantos árboles hay, que no conocen el verdadero rostro del dolor, que no conciben la enorme carga de una vida enfocada a la resistencia.
Pero ese árbol fue talado, quemado y trasplantado.
Talado por seres perversos que a base de hachazos lo arrancaron joven por disfrute de saciar su agresividad sin piedad alguna.
Quemado por seres que no soportaban que la belleza de una mirada que podía escoger entre la dulzura y la dureza por igual estuviese fuera de su alcance, de modo que la desdibujaron para que siempre, en todo momento, fuese amenaza lo que mostrase.
Trasplantado porqué nadie en el gran bosque quería que, como si de algo contagioso se tratase, ese árbol se recuperase o se reencarnase en algo que pudiese herirles.
Cuando la mujer fue consciente de que a su árbol le había ocurrido tamaña desgracia, decidió no quemarlo para volver a empezar, sino a montar guardia cada noche junto a él, pese a que sus nuevas raíces le hiciesen daño a cada instante, en un territorio solitario y hostil, donde se atrincheró para montar una resistencia sin fin mientras le quedase aliento de vida.

A veces en la dolorosa oscuridad de la noche, que la obligaba a trasnochar o dormir mal, le parecía ver a dos siluetas tratando de llegar a ella. Eran dos jóvenes árboles que con la luz un nuevo día resultaban corresponder a dos tesoros, dos jóvenes personas que para la mujer lo eran todo, pues de su compañía sacaba una ilusión y una fuerza, incluso una carga de resistencia, que le servía para corresponderles fortaleciendo un núcleo que solo era entorpecido por las noches en las que la mujer debía ir a montar guardia, apoyada en la base del oscuro árbol de su interior, al que de algún modo, en algún momento de un oscuro pasado, juró defender a toda costa.
Los niños no lograban entender el porqué de como una mirada que albergaba dulces promesas en su profundidad en ocasiones viraba sin apenas pestañear. Pero sobretodo no lograban imaginar el dolor que a la mujer le producía verse atada noche a noche por las raíces de su oscuro árbol.
Todos iban al gran bosque cuando lucía el sol.
Pero una persona, una mujer, partía cada noche sin necesidad de moverse a la tortura de proteger lo que consideraba todo cuanto le quedaba suyo e intransferible.
No odiaba exactamente a ninguna parte del árbol, tomaba como una obligación el hecho de protegerlo de extraños, excepto de esas dos jóvenes siluetas con sus propios árboles detrás.

Cuando todo se había transformado en rutina, cuando todo parecía inamovible por nada que ocurriese, alguien llegó.
Un grupo de personas que, simplemente observando lo trágico de la situación, decidieron hacerle un regalo a la mujer.
Cada una en su ámbito, cada una en la medida de sus posibilidades, la hicieron alzarse, enseñándole a desprenderse de las maléficas raíces a partir de las cuales el árbol crecía y crecía, generando fantasmas y demonios, horrores y torturas.
Luego le aconsejaron que mirase el árbol, con la mejor linterna que uno puede tener.
Y cuando la mujer recordó como mirar con el corazón todo cambió.
No le horrorizó la visión del oscuro y ya débil árbol, sino que le dio una inmensa pena.
Ya no entendía porqué decidió resistir durante tanto tiempo aquello.
Enseguida los dos jóvenes acudieron para abrazarla con todas sus fuerzas, y juntos emprendieron el camino hacia el gran bosque.

Cuando llegaron, los jóvenes plantaron sus pequeños árboles en un lugar que a la mujer le pareció maravilloso, y notó algo en la mano. Lo notó de un modo que le hizo saber al instante que provenía del gran árbol, que sin su guardia ya debería estar prácticamente caído.
Al mirarse la mano, estalló en lágrimas.
Nunca imaginó que eso podía ocurrir.
Las lágrimas eran de despedida hacia un oscuro pasado y bienvenida a un nuevo futuro.
En su mano tenía una semilla.
Una nueva oportunidad para comenzar, para crecer y ser feliz.