La pequeña Jodie
jugaba en su cuarto con algunos de los juguetes desparramados por el
suelo.
Se trataba de un
lugar agradable, aunque como bien sabía la niña un tanto solitario.
Excepto por Aiden.
Él siempre estaba
allí con ella, desde que tenía memoria.
El doctor Cole entró
para avisarle de que debían disponerse para la prueba.
Unos minutos más
tarde, un extraño casco metálico cubría la cabeza de Jodie, que
sentada frente a un escritorio, aguardaba instrucciones.
La primera prueba
resultó sencilla, pues solo debía señalar cuál de las cartas que
tenía frente a sí era la que estaba levantando una señora en una
habitación contigua.
No obstante, el
doctor Nathan Dawkings, mandamás en la base científica en la que se
encontraba, quiso arriesgar y elevar el nivel del experimento.
Le propuso que
tratase de mover algún objeto.
En un principio
Aiden hizo un trabajo limpio y discreto al sacudir una torre de cubos
de cartón que había en el escritorio de la habitación contigua,
provocando el sobresalto de la señora que, sorprendida, asistió al
suceso en primera persona.
Sin embargo no se
detuvo ahí.
No sabía bien si se
debía a Aiden o a la rabia que recorría su interior, pero Jodie
comenzó a hacer saltar por los aires todo objeto a su alcance en esa
sala, destruyendo cámaras y bloqueando salidas.
Cuando la señora se
levantó visiblemente alterada, Aiden y Jodie hicieron saltar el
escritorio por los aires, estampándolo contra la pared de enfrente.
El chasquido de su
estructura quebrarse se intercaló con los gritos. Nathan Dawkings
quería que aquello parase, aunque no más que la señora que
golpeaba la puerta de salida implorando que cesase aquella
experiencia.