El Mk II, una
terminal de ordenador por control remoto, se desplazó sobre las
ruedas de sus patas para enfocar con el objetivo de su cámara la
ceniza que acababa de caer al suelo.
A su lado, el cuerpo
agazapado de Solid Snake comenzó a aparecer lentamente una vez se
fue desactivando su camuflaje óptico.
Había ido de poco.
Tras aturdir a un
soldado de una PMC local, empresa militar privada, había logrado
arrastrar su cuerpo antes de que dos de sus compañeros apareciesen
en la escena cargando con sus rifles de asalto.
Lo que no calculó
es que un Metal Gear, tanque bípedo concebido originalmente con el
fin de servir de plataforma de lanzamiento de armas nucleares, en su
variante centinela llamada Gekko, lo sorprendería súbitamente.
Finalmente el
camuflaje de su traje se había mimetizado con las ruinas de un
edificio de la zona de Oriente Medio donde se encontraba, y tras unos
instantes en los que su pulso se tranquilizó se encendió el
cigarrillo del cual veía caer la ceniza que atrajo al simpático
robot.
El envejecimiento
acelerado de Solid Snake le otorgaba el aspecto veterano de un
anciano.
Con el virus FOXDIE
ensombreciendo su futuro maldito, no se iba a plantear demasiado los
consejos que su compañero Otacon le iba lanzando para dejar de
fumar.
El ruido de la
arenilla de unas ruinas cercanas desprenderse lo alertó.
Era Meryl.
Esa mujer que
conoció en Shadow Moses a la cual no le habría importado haber
conocido en otra vida. Una vida libre de la guerra.
Desplegó y montó
velozmente una caja de cartón y se cubrió con ella.
La voz de Meryl
Silverburgh se ahogó en algo parecido a una risa.
- Snake, ¿Qué
haces?
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