Una única flor se
mecía al son del viento en un campo privado de esperanza.
Pareció escucharse
una nota.
Una única nota
musical que, ínfima en comparación con lo que tenía que ocurrir,
lanzó al vuelo a un precioso pétalo azul.
El pétalo,
dubitativo en su movimiento en un inicio confuso, pronto pareció
adquirir vida propia.
Resultó que otras
muchas flores, que habían permanecido a la espera de que cierta
melodía naciese, reclamaron la atención del pétalo brillando con
intensidad a lo largo y ancho de aquel lugar.
Sintiendo el viento
unas veces a favor cual grácil brisa, otras en contra con
hostilidad, el pétalo fue tocando todas y cada una de esas flores. A
cada caricia, otros pétalos brotaban en un concierto de música y
colorido para sumarse a la causa que se perseguía.
Cada conjunto de
flores que renacían al ser descubiertas, acababa por provocar un
verde renacimiento de vegetación en la anteriormente devastada zona.
Así, el pétalo
azul fue recorriendo diferentes parajes en fríos amaneceres, oscuras
noches y días de lluvia.
Llegaba a ellos en
solitario, escuchando por único sonido el del viento que habría de
guiar su camino.
No obstante, no
necesitaba de demasiado tiempo para llenar esos escenarios con la
belleza de la música y el color, de la vida y la esperanza, que
finalmente conquistaban el entorno para perder entonces su vista en
nuevos horizontes cargados de misterio y emoción.
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