– ¿Qué cree que
fue lo que motivó a que las cadenas finalmente retuviesen al
Monstruo?
Titubeante, algo confuso pero firme en su voz,
el individuo al que lanzaban las primeras preguntas respondió.
– C… Creo que el
factor desequilibrante fue de nuevo el amor que sentía por Stela.
Un chasquido
precedió a la gestación de una pequeña gran llamarada que emergía
de un mechero con generosa carga de gasolina. Su reflejo hizo brillar
la mirada del interrogado, que aún confuso, quedó por un momento
hipnotizado por la belleza de las promesas que el Monstruo, hacía ya
tanto tiempo, se hizo a sí mismo y a los suyos.
Por un momento tuvo
la sensación de que esa llamarada invocaba otra que crecía en su
interior. Solo que no la sentía con una ira descontrolada como su
maltrecho comp… No, no podía declarar algo así. Aunque fuese un
secreto a voces, la estrecha relación que mantenía con el ser que
iban a juzgar en pocas jornadas no era algo que estuviese dispuesto a
asumir ante su interrogador.
– ¿Esa es la
respuesta que quiere dar? Ante el tribunal, el amor carece de peso
específico, joven. – El veterano que fumaba su gran puro, hastiado
de ver como el hombre que tenía frente a sí parecía perderse en su
mundo, golpeó con fiereza la mesa de madera de roble. – ¡Responda,
por el amor de Dios!
Horas más tarde el
joven yacía en su celda, presintiendo la agonía que, una vez más,
el Monstruo iba a sentir sin el fuego de su alcohol.
Desconocía la hora
que era, y el oscuro túnel en el que estaba contenido el esqueleto
de la prisión le auguraba un buen número de horas que se le
antojaban largas y tediosas.
Total, para un un
nuevo interrogatorio esperándole.
Iba a tratarse sin
duda de un proceso muy largo.
Por algún motivo le
relacionaban directamente con el Monstruo.
Alejado de Stela que
labraba su futuro con el sudor de su frente, decidió perderse en el
flujo de sus pensamientos.
Imaginó una a una
todas las calas del cabo que había sido su casa.
Y en algún punto,
perdido entre un relajante oleaje, una voz sedante y calmada hizo que
el cansancio le venciese y el sueño se lo llevase lejos de allí.
– Qué calma…
Parece el paraíso, ¿No crees?
La visión de sus
pies, descalzos sobre unas chanclas playeras, hizo que pestañease
sin saber muy bien dónde se encontraba.
Alzó la vista a un
horizonte que, rápidamente, le reveló un mar al que había
contemplado en muchas ocasiones.
– Esto ya lo he
vivido… ¿Quién eres? – El hombre tenía miedo de la fragilidad
de los acontecimientos en esos instantes oníricos donde un súbito
despertar puede arrebatártelo todo.
– ¿No me
recuerdas? Soy yo…
Giró su vista
cuidadosamente para descubrir un cabello oscuro que cubría
parcialmente un rostro algo pecoso que miraba con resolución al
frente. De repente giró a su vez su rostro hacía él, de manera que
unos oscuros ojos con grandes dosis de hogar le invitaron a
reaccionar.
– Vanny…
La chica sonrió
ampliamente.
– ¡Eso es,
Víctor! – Su nombre. Su propio nombre le resultaba extraño a sus
oídos. Como si algún tipo de desdoblamiento se hubiese producido en
su interior no hacía mucho. – ¿Dónde estás? – Vanny no le
tocaba, manteniendo una distancia prudencial que no se correspondía
con el amable afecto que se respiraba entre ambos.
– No lo se, creo
que me he metido en un lío.
Frente a ellos, una
sombra apareció de la nada en un ocaso que no supo muy bien cuando
cayó.
Una pequeña gran
llamarada brillaba en lo que se intuía la mano de un figura
semejante físicamente a Víctor.
– ¿Chicos, qué
os parece si hacemos una hoguera? Se que a ti te gusta el fuego,
Víctor.
– Víctor, ¿Quién
es él? – Preguntó Vanny.
Pero Víctor
temblaba estremecido.
– Vete de aquí…
– Miró a Vanny con la mirada descancajada. – ¡Corre!
Cuando ésta se
levantó para obedecer, la sombra lanzó lo que resultó ser un
mechero hasta que éste golpeó la espalda de la chica, estallando y
haciéndola arder entre gritos.
Cuando Víctor se
levantó e intentó acudir a su posición, la sombra lo asió
inmovilizándolo.
Pudo ver las fauces.
Pudo decir su
nombre.
Antes de despertar
cuando los guardias golpearon los barrotes lanzando al suelo un plato
de asquerosa comida.
Me alegro un montón de que vuelvas a escribir por aquí. Y como no, siempre me dejas con ganas de más.
ResponderEliminarUn buen relato que te engancha y que quieres saber que ha pasado, de que va el juicio. Y con ese final ya.... ¿a qué esperas para escribir la continuación?
Nuevamente aquí. Después de una prolongada ausencia vuelve nuestro amigo con el principio de algo cuanto menos inquietante. Digo " inquietante " porque inquietud es lo que sembró con sus últimos relatos, incluido rebeldía, en los que no se vislumbraba algo parecido a la esperanza. Quizás hago algo de trampa ya que conozco al Autor y los tremendos vaivenes a los que su montaña rusa particular le somete. Me ceñiré pues, o lo intentaré, al valor literario de estas lineas. Como es lógico es algo muy incipiente y se necesita más desarrollo para valorarlo en perspectiva, sin embargo hay un par de detalles jocosos, como
ResponderEliminarel martillazo y la posterior valoración de que " el amor carece de peso específico " o la constatación de haberse metido en un buen lío. De todas formas parece prepararse una confrontación en toda regla con el temible " Monstruo " que continuamente acecha al Autor, y en este caso se nos plantea un juicio en toda regla, un juicio despiadado y descarnado que se nos antoja difícil y complicado. Como en las grandes decisiones de la existencia uno se encuentra terriblemente solo ante las bifurcaciones propuestas. Solo hay una cosa en la que no estoy de acuerdo, " El Amor siempre tiene cabida ", ya que es la fuerza más poderosa que mueve el universo y ante lo que, a la larga, todo debe sucumbir si es sincero y auténtico. Aquí estaremos siguiendo el desenlace de esta historia. Saludos
Intriga y desasosiego con ese testimonio que va desgranando los acontecimientos con el temor del que parece no querer asumirlos. Muy bueno, Víctor!!! Me alegro que estés de vuelta.
ResponderEliminarAbrazo!!!