Ella va armada con un diario.
Podría parecer poca cosa en comparación a las armas que porta el
ejército que quiere darle caza, pero ella mantiene su rumbo armada
con un diario.
Es un diario secreto, cuyo origen es desconocido y su porvenir no
demasiado claro.
Pero lo que está claro es que destila belleza.
En su laberíntico interior, un macabro juego de preguntas,
algunas sin respuesta, saltan a la pista de baile en la que solo
puede quedar una verdad, un camino y un destino que arraigue a esa
flor primaveral a la arena del suelo.
Guerra, que así se llama, quiere dar con cierta paz en su vida.
Camina dando en ocasiones con muchas piedras en el camino, pero o
bien las sortea, o bien se rehace rápido de la caída.
Hoy mis ojos han topado con su energía, y me he llevado una
sorpresa agradable al comprobar que, ahí por dentro bajo las últimas
capas, anida una verdadera energía positiva con ganas de salir
constantemente a relucir ante la atenta mirada del ejército que
ansía cazar.
Guerra camina en busca de la paz.
En ocasiones tanta energía positiva se incendia provocando un
efecto aparentemente contrario, y de su mente, corazón y alma
emergen las llamaradas de alguien que requiere atención, afecto y
cariño, que todo lo queman y calcinan, causando que haya que volver
a esperar para, de nuevo, volver a empezar.
Pero son sucesos escuetos y apartados de la línea normal de vida.
La línea era su fuerza y su debilidad, su arma y su talón de
Aquiles. Era un diario, complejo y elaborado, que estaba plantando
los cimientos para que algún día la primaveral flor pudiese lucir
libre de ataduras y normas inverosímiles.
Ella va armada con un diario.
Se pregunta lo que todos en algún momento nos preguntamos, hasta
cansarnos de hacerlo. Pero resulta interesante que se lo pregunte en
un lugar en el que no pasa el tiempo, ni existen ejércitos ni
ariscas tentaciones.
Un sagrado territorio donde el viento son sus palabras susurradas,
una sagrada excepción en un corrupto camino plagado de
contradicciones y dolor.
Cuando apunta con su diario a la cabeza del ejército, éste se
retira, consciente de que, al menos en esa ocasión, no podrán
arrastrarla al monótono y rutinario mundo real.
Mientras su arma permanezca alzada, quedará esperanza.
Esperanza por ver amanecer los días felices, los tan anhelados
días soleados.
Ella va armada con un diario.
En él llueve sin cesar, en ocasiones dudas, en otras afirmaciones
y en otras incluso lágrimas.
Lágrimas de desamor, de tristeza, de desesperación y sensación
de ahogo.
Como si estuviese atrapada en un estanque con furiosas olas
empujándola en todas direcciones menos en la adecuada. Como si ese
lugar fuese a ser su tumba, de la que nunca nadie rescataría su
cuerpo y su arma.
Así llora ella mientras, pluma en mano, avanza, pelea y lucha.
Con la ilusión de poder plantar la flor que compone su núcleo en
un territorio pacífico, Guerra se dispone a habilitar el espacio con
su arma predilecta.
Ella ni está sola, ni está indefensa.
Ella va armada con un diario.
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