FUTURO
La bombona de oxígeno había cedido su oscura sombra al
cálido resplandor de un peldaño subido en forma de curso laboral.
Moisés Teruel no había vuelto a soñar con Onírica desde
la noche en que oscureció y cientos, sino miles, de niños y niñas se refugiaron
en los bosques para encender hogueras que los protegiesen del intenso frío que
llegaba al misterioso lugar.
Pero pese a no experimentar más sensaciones en Onírica,
sí que había traído una buena porción de ese lugar en una relación con su amigo
escritor que no pasaba por sus mejores momentos.
Habían trabajado mucho en la reconstrucción de ese mundo
desconocido sobre el papel, el mismo que se mojó perdiendo su tinta en el
húmedo gotear de frías cervezas.
Eso alejaba de Onírica a Moisés.
Presto a continuar con su viaje hacia allí, que uno de
los niños había catalogado como algo que requería completar una vida entera en
el otro lado, Moisés se alejó de su amigo dejando atrás un proyecto del cual ya
se habían colocado los cimientos.
El tiempo pasó y aquel que quería convertirse en un niño
inmortal se involucró en la consecución del curso para tratar de acceder a un
mercado laboral que le permitiese crecer en su vida, perdiendo poco a poco la
vista en el laberinto donde ya no se daba tan mal andar. Donde ya no se sentía
tan perdido. Donde comenzaba a dar pasos resueltos hacia un futuro mejor.
No obstante una lánguida sensación le pesaba fuertemente.
Los niños de Onírica le habían preguntado cuándo iría con
ellos.
Y abandonando su pasado Moisés había abandonado a su vez
una búsqueda que resultaba vital para su interior.
REENCUENTRO
Bien el hastío por reencontrarse con la rutina bien un
cúmulo de circunstancias teñidas de cierta melancolía, Moisés y el escritor
volvieron a reencontrarse confesando éste último que debía dar un giro a su
vida pues comenzaba a intuir un oscuro final para ésta de seguir por los
caminos que un turbio pasado había forjado.
Eso abrió las puertas de par en par de algo que había
quedado enterrado en el interior de Moisés, un reino imposible con el que ya no
soñaba, pero que en lo más hondo de su ser sabía que quería con todas sus
fuerzas.
Se sentaron las bases para la mejoría de una amistad que
debía dar forma algún día a un lugar que, cuanto menos, fuese palpable en la
imaginación que despertase un conjunto de escritos que crecía en número y
profundidad a medida que los pasos de Moisés vagaban persiguiendo una armonía que
en ese mundo, en “el otro lado”, no terminaba de llegar.
Así fue como una noche lamentó sus decisiones al verse
vomitando sucesivamente, cayendo exhausto y malhumorado en su cama.
Al día siguiente, todo cambió.
El calor inaudito para el mes en el que se encontraba lo
condujo a refrescarse junto a su amigo escritor en un parque mientras
contemplaban un sol que ya su hundía en el horizonte dando paso al agradable
momento en el que la brisa del ocaso comienza a pasear por las calles.
De allí a una taberna, de la taberna a una conversación y
de ésta a…
Onírica.
No recordaba nada, pero el agradable tiempo que hacía en
la base del gran árbol asombró a un hombre que miraba atónito la figura de un
grupo de niños corriendo hacia él.
– ¡Moi, has vuelto! – Gritaban.
Los abrazos se sucedían mientras Moi ampliaba y ampliaba
su sonrisa, hasta el punto de estallar en una carcajada en la que todos le
acompañaron durante un rato bien largo.
A ese hombre que lenta pero paulatinamente veía menguar
su cuerpo, aquello le supo a gloria.
DESPERTAR
– ¿Por qué has tardado tanto? – Un niño señalaba con su
dedo a Moi, que cabizbajo no supo responder.
– ¡Te hemos esperado cada día y cada noche! – Una de las
niñas hacia aspavientos con los brazos clamando al cielo. – ¡Las noches aquí
son muy largas! ¿Sabes? – Se la veía preocupada y aliviada a partes iguales.
Moi recordó de pronto el nombre de Moisés, una vida a la que podía acceder, que
le resultaba familiar, pero distante como en otro lejano lugar.
Los niños comenzaron a hacerse pequeños, momento en el
cual el primero en dirigirse a él le cogió la mano y le dijo que era
bienvenido, que no había nada por lo que preocuparse.
El suspiro de Moi devolvió las cosas a la normalidad
mientras se percataba de que había sido él y no los niños quien cambiaba de
tamaño.
Unas lágrimas comenzaron a recorrer su rostro mientras
sentía como un puño le cerraba la garganta más y más.
– ¿Puedo quedarme? – Preguntó tímido.
– Solo un rato. – respondió uno de los niños.
Una niña replicó al instante voz en grito.
– ¿Por qué? ¡Ya está preparado! – En un instante todo era
un clamor a favor de que Moi, el nuevo niño de Onírica, se quedase con ellos
para siempre.
El niño al que todos parecían dirigirse, de verde piel y
simpático gorro, alzó un dedo y lanzó una pregunta a Moi.
– ¿Te queda algo por hacer en el otro lado?
La mirada de Moi dejó de emanar lágrimas y se entrecerró.
Casi sin poder explicar cómo pasó, la cabeza comenzó a darle vueltas y vueltas
hasta que de las grandes ramas del árbol que veía mientras caía de espaldas al
suelo pasó a distinguir claramente un techo. Una cama. Su cuerpo el doble o el
triple de grande que como lo recordaba instantes antes.
Moisés Teruel había despertado y una pregunta permanecía
grabada a fuego en su cabeza.
Un rostro, más bien.
Aquel niño pareció reaccionar con una mueca cuando se le
vino a la cabeza antes de desmayarse.
Se trataba de Sonia, siempre se trataba de Sonia.
SONIA
Moisés pasó el día tratando de averiguar por qué demonios
ese rostro de un lejano pasado se le había aparecido cuando el niño le preguntó
si le quedaba algo por hacer.
Si se refería al otro lado, ahora se encontraba en él.
Debería poder darse una respuesta a sí mismo, cuanto
menos.
Pasó el día sin ganas de salir de su casa a un mundo que,
siempre que se producía un sueño con Onírica, le parecía exento de magia y
encanto.
Sintió ganas de hablar con su amigo para diseñar con
mayor exactitud todo Onírica y, por supuesto, los niños y niñas que habían
clamado en nombre de Moi para su hogar.
Pero a medida que el rostro de Sonia regresaba a él, las
negras nubes de un futuro pasado parecían despejarse indicándole un camino que
siempre había querido tomar.
Una familia.
Amar y ser amado por una mujer.
Ser padre por partida doble.
Como Peter Pan al abandonar su País de nunca jamás, solo
que él tenía una familia que le quería por encima de todas las cosas, y tan
solo deseaba verle por el buen camino para abrazar calurosamente sus pasos.
Si bien el recuerdo de Sonia permanecía en una época
donde el futuro se tornó negro a base de encierros infernales en centros de
dudosa capacidad terapéutica, algo se podía extraer de él aún.
Ese deseo de prosperar como persona se aliaba con el
cielo despejado que el esfuerzo de Moisés por completar su curso laboral había
causado, pintando un claro futuro en el que solo debía esforzarse para poder
asirlo como una realidad.
Nunca había amado como con esa mujer.
Sonia era el vivo ejemplo de lo mucho que aún podía
emerger de su interior.
Y eso, seguramente, era lo que había visto el niño de
Onírica antes de su desmayo.
Debía regresar allí, pensó, para dar la respuesta.
Sin embargo el miedo al rechazo eterno le paró los pies.
Si bien estaba listo para dormir más, llamó a su amigo
escritor para trasladar al papel aquello que había ocurrido en los últimos tiempos,
aquello que producía una dicotomía entre lo que parte de su ser quería
conquistar, y el lugar donde el resto de su interior quería reposar.
PAPEL
Moisés me habla de Onírica de un modo que me despista por
un momento del sentido que tiene la palabra realidad.
“El otro lado”, según dicen los niños de allí, se trata
de nuestro un mundo.
Un mundo donde la imaginación se encuentra en peligro de
extinción si ansías tomártela con algo de seriedad.
Sé que es un buen tipo con un corazón ansioso por encontrar
su lugar en un mundo que se le presentó hostil desde buen principio.
Un mundo que lo ha condenado a adaptarse de un modo un
tanto, ¿Cómo diría?, poco honrado en ocasiones.
Sin embargo el hecho de que Onírica exista, de momento,
para ambos, es indicativo de que hay algo más enmarañado en toda esta trama
donde una dudosa salud mental y un cuerpo que comienza a fallar se juntan.
Ese algo más tiene forma de niño verde y gracioso
sombrero.
Como la hermana de Moisés trazando las líneas gráciles de
un dibujo para su hermano donde se puede ver ese árbol majestuoso alrededor del
cual todo es diversión, yo trato de trasladar al papel la información de un
modo ordenado, en un intento de edificar la esquiva naturaleza de Onírica.
Necesito más información del niño al que allí todos
parecen dirigirse.
Por momentos desconozco si me invento esta historia de lo
familiar que me resulta.
Espero que pronto el pequeño Moi pueda lanzar preguntas
en aquel lugar, repescando una valiosa información que habrá de curarle de
todos sus males en esta vida, en “el otro lado”, donde dos senderos se separan
claramente ambos con dulce final.
Uno de ellos, Onírica, se mantiene esquivo atrapado en la
imaginativa mente de Moisés.
Otro, sin embargo, se dibuja claramente en forma de
trabajo constante. Una armonía a su alrededor que le permita respirar algo de
aire puro para unos pulmones demasiado acostumbrados al humo contaminante de
una vida que le desgasta y le exige a partes iguales.
Dar con el empuje necesario en el avance hacia el sendero
correcto es lo que nos espera por delante.
Hoy le preguntaré si tengo ocasión.
Le preguntaré por qué sendero le gustaría caminar, y en
función de su respuesta seguiremos construyendo las bases de ese esquivo mundo
o trataremos de arraigar raíces en una realidad que aunque carezca de la
riqueza que atesoran nuestros sueños, no está exenta de ciertas ilusiones,
ciertos objetivos, que bien podrían tener gran significado a tenor de lo que
aquel niño de Onírica dijo.
Completar bien el camino en el otro lado es la única
opción tangible de llegar hasta allí.
Continuará...
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Muy interesante. Seguramente hay múltiples caminos para intentar deducir o entender la verdadera naturaleza de Onírica y su significado. Me parece intuir una gran y tremenda alegoría al más puro estilo Kafka. Saludos
ResponderEliminarOnírica es un mundo que me gustaría usar más adelante en otro tipo de relato, quizá incluirla en parte del argumento de Mago.
EliminarMe alegra que te haya parecido interesante, un saludo :)