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Emily despertó súbitamente de
madrugada.
Su pequeña niña lloraba de modo
histérico.
Se levantó sin dilación no sin dejar
de mirar de reojo al piso abandonado que veía desde su balcón
mientras mecía con algo de nerviosismo a su hija entre sus brazos.
Paul gemía en la cama, sin parar de
moverse.
Desde que se mudaron a ese piso, las
noches habían sido una auténtica tortura. Y lo seguían siendo.
En su sueño Emily se encontraba medio
despierta en la cama, siendo su pasillo mucho más largo y
tenebrosamente iluminado de lo que en realidad era.
Se había despertado súbitamente
porqué recorriéndolo lentamente, al fondo de éste, un hombre de
rostro borroso había aparecido para acercarse a ella de un modo
terrorífico.
Ambos habían detenido su paso al
cruzarse, y el aire que exhaló la aparición en el oído de Emily la
hizo despertar bruscamente.
En su mente solo quedaba el recuerdo de
un piso inmenso y tramposo, como cada madrugada al despertar. Las
pesadillas apenas le permitían dormir unos pocos minutos seguidos,
en los que encontrándose dentro de la trampa del piso onírico,
trataba desesperadamente de regresar a una realidad de la que su
marido, Paul, también estaba siendo privado.
Pero fueron los gritos de la niña en
plena noche lo que más convenció a Emily de pedir ayuda a un
profesional.
Un tal Robert Forrester, lugareño de
la zona, figuraba en la guía como un experto ocultista a muy buen
precio.
Emily miraba fijamente a la ventana del
piso abandonado que tenía enfrente mientras asía con fuerza el
teléfono en su mano diestra.
Parecía como si de allí surgiese una
especie de neblina en ocasiones, que distorsionaba la oscuridad que
albergaba la vivienda apenas un palmo dentro de su macabra estancia.
El timbre sonó a la semana de sufrir
Emily y su familia aquellas terribles pesadillas.
Cuando vio a Robert, Emily se
sorprendió de lo joven de su aspecto, aunque sus ojos no mentían.
A buen seguro aquel hombre había
estado expuesto a situaciones límite como la suya en multitud de
ocasiones, otorgándole la mirada de aquel que sabe con qué trata.
– Buenos días, señora. – Robert
se quitó el sombrero haciendo una pequeña reverencia.
Al dar sus primeros pasos en la casa,
Robert pensó en lo tedioso de dedicarse a algo en lo que creía con
la simple intención de echar abajo su leyenda. Los fantasmas nunca
habían sido para él algo a tener en cuenta seriamente.
Cuando entró en el comedor, en cuya
ventana ya pudo ver la pavorosa imagen del tétrico piso del cual le
había hablado su clienta, Emily, no se detuvo en exceso a contemplar
la estampa.
En lugar de eso echó un amplio vistazo
al interior de la vivienda en la que se encontraba, hasta detener su
mirada en un altar improvisado con algunas velas en el que la figura
de una virgen se erguía de las pequeñas llamas llorando mientras
abrazaba a su retoño.
Cuando Emily se percató de lo fija que
mantenía Robert su mirada en la figura, le comentó su origen.
– Se trata de una virgen que
adquirimos en una tienda de esta misma calle, señor Forrester.
Pensamos que antes de entrar aquí haríamos bien en hacernos con una
de estas figuras que tanta calma inspira.
– ¿Podría pasar aquí la noche, en
el comedor? – La pregunta de Robert pilló por sorpresa a Emily,
que abrió la boca para justo después verse interrumpida por el
sonido de la cerradura abriéndose. Paul había llegado de su jornada
matinal.
Cuando Emily y Paul hubieron hablado lo
suficiente, comunicaron a Robert que no habría ningún problema en
que pasase la noche junto a ellos, con la esperanza de que éste
diese con alguna clave en relación al piso de enfrente, al que
achacaban sus malas noches.
Robert les dijo que regresaría a su
casa a por unas cosas, y que regresaría antes del anochecer para
ponerse en faena. De reojo miraba la figura de la virgen, que le
causaba la sensación de sentir los latidos de su corazón fuerte en
su sien.
Cuando se despidió y pisó la calle
sintió un gran alivio, que solo duró apenas unos segundos.
Descendiendo calle abajo se cruzó con
la tienda a la que debió hacer referencia Emily, en la que en un
cargado escaparate se agolpaban cantidad de figuras, mientras que en
otro más pequeño un altar con grandes velas ostentaba a la de mayor
envergadura y detalle.
A Robert le pareció mientras caminaba
que de sus ojos manaba un hilo de sangre.
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Vaya---- me dejas intrigada, llegará Robert a pasar la noche en casa de Emily?.... ufff que intriga. me gusta
ResponderEliminar¡Gracias Concepción!
EliminarA ver si la tercera parte te convence tanto como su capítulo inicial :3
Menudo comienzo de la historia. Me dejas con ganas de más. Y es que yo ya habría salido de esa casa. Aunque no sé si me da más miedo, las pesadillas y la casa, o la Virgen.
ResponderEliminarUn besillo.
Ahí estamos María, la Virgen también tiene su punto terrorífico...
Eliminar¡Un abrazo!