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Las farolas de la carretera se apagaban
una tras otra a intervalos constantes.
Quim abrió de par en par los ojos al
ver eso.
Dio unos pequeños pasos alejándose de
la entrada de la cueva, donde una sombra apenas visible pareció
relajar el contorno de su silueta.
Las dos chicas que se habían estado
acercando al puente habían detenido su paso, aparentemente alarmadas
por algo.
Fue entonces cuando se percató de que
no solo había dejado de nevar, sino que mirando al cielo una
cantidad de estrellas inmensamente mayor a cualquiera que hubiese
admirado Quim en el pasado brillaban con toda la esplendorosa estampa
de un inmenso universo.
Cuando se dio cuenta se encontraba
pisando el suelo del puente donde había desaparecido Nuria.
La última de las luces artificiales de
la carretera se apagó, y en ese momento el veterano detective se vio
rodeado por las estrellas, ya ajeno a cualquier otro asunto.
Le hubiese resultado sencillo caer en
la cuenta de que los astros se reflejaban en la superficie del río
provocando ese envoltorio alucinógeno, sin embargo Quim entrecerraba
sus ojos fascinado por el movimiento que seguía todo aquello visible
en el cielo de aquella fría noche.
Era como una danza en la que las
constelaciones desvirtuaban sus formas adquiriendo otras nuevas,
dando paso a extrañas parábolas en las que todo cuanto se podía
admirar estaba sujeto a un desplazamiento constante, casi mágico,
que hipnotizaba al observador, ya con la boca abierta ante lo que,
tan lejos de él, estaba sucediendo.
Era como si de un punto en concreto
manasen todo tipo de sistemas planetarios y galaxias enteras, dando
la sensación de estar sumergido en el proceso de algún tipo de
viaje astral.
Todo el cielo fue adquiriendo desde ese
punto un tono rojizo plagado de negras sombras, hasta que Quim, justo
frente a él, se encontró con un terreno rocoso desde el cual, en su
horizonte, otros planetas de colores de extrema belleza se
distinguían con claridad.
Cuando hubo mirado un buen rato, su
corazón dio un brinco al detener su mirada en un ser de piel verde
azulada que caminaba con paso relajado, observando el mismo horizonte
que Quim había estado disfrutando instantes antes.
Tras él, un grupo de seres semejantes
de diferentes tamaños, con formas dispares en cuanto a su posesión
o ausencia de colas o cuernos, parecían comunicarse totalmente
ajenos a que alguien estuviese, de algún modo, observándoles.
De pronto el primero de ellos se giró
para mirar a los ojos del detective, que víctima del asombro quedó
petrificado a la espera de acontecimientos.
Aún no se había permitido un instante
de reflexión para meditar acerca de si estaba perdiendo el juicio.
El ser abrió la boca en una especie de
gesto de asombro y, mientras parecía derramar una lágrima de sus
ojos de grandes órbitas y un suave color violeta, suspiró dejando
escapar una sonrisa que reconfortó tanto a Quim que la imagen de
Rachel se le vino a la cabeza por un momento.
Cuando comenzó a alzar su brazo en
dirección a aquella visión, a aquel horizonte imposible y a aquel
ser... Un grito le sacó del estupor.
Provenía de la carretera donde las
luces de las farolas se habían encendido súbitamente.
Anna y Nadya se encontraban muy quietas
viendo como todo se oscurecía de repente.
No solo eso, sino que tanto la ventisca
como la nevada habían parecido detenerse de modo súbito.
Nadya fue la primera en reaccionar.
Dio unos pasos al frente casi a ciegas,
atrapada por la oscuridad de una noche en la que el cielo se mostraba
de repente despejado.
– Si hay tantas estrellas... ¿Por
qué está tan oscuro? – Dejó ir en un susurro que su amiga ni
oyó.
Sus labios tiritaban y su cuerpo
temblaba cuando de la carretera que unos metros más adelante se
tornaba en una sombra infranqueable pareció ver algo que se movía.
Algo que la miraba detenidamente.
– ¿Nadya? – Preguntó al aire Anna
apartando su flequillo también con manos temblorosas. Pero ya no
podía ver a su amiga.
Desde las sombras que se imponían a
corta distancia siguiendo la carretera en dirección a Esterri, el
pueblo vecino, le pareció que un grave rugido, un espantoso sonido
gutural, se acercaba lenta pero constantemente hacia su posición.
– ¡Nadya! – Exclamó, –
¿Dónde...? – La preguntó quedó cortada por el grito ahogado de
ésta, a la que Anna pudo ver por un momento.
Su chaqueta gruesa de llamativo color
rosa era arrastrada por algo hacia las sombras más profundas,
mientras Nadya estirando y agitando sus extremidades era incapaz de
frenar la fuerza con la que estaba siendo desplazada.
A juzgar por la velocidad con la que
era conducida, de nada iba a servir que Anna corriese a rescatarla.
Quedó quieta, mirando atónita a su
alrededor, hasta que las luces de la carretera se encendieron de
golpe. Eso la hizo reaccionar.
Sin rastro en el horizonte de su amiga,
dio la vuelta para correr a toda prisa hacia el camping para avisar a
Jose y Peter de lo acontecido.
Continuará...
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O_____________O Así me he quedado, te lo digo de verdad. ¡Menudo capitulazo! Esto va tomando forma, y me gusta muchísimo. Sospecho que voy a disfrutar mucho leyendo esta historia ^^
ResponderEliminar^^ ¡Me alegro mucho de que te haya gustado! Era un giro arriesgado y tenía muchas ganas de pegar ya un pequeño golpe sobre la mesa con esta historia.
EliminarPróximamente más... Un saludo R. ;)
OMG! ¡Aliens!. Oye, este capitulo me ha gustado mucho y a ver si no tardas en escribir el siguiente que este acaba fatal y quiero saber como continua Ò_Ó
ResponderEliminar¡¡¡Sí jajaja!!!
EliminarPues ya llevo un tiempo sin publicar, espero pronto poder saciar tu curiosidad con lo que está sucediendo ^^
Un beso Silvia, gracias por leer y comentar :)