miércoles, 16 de diciembre de 2015

El Altar: Capítulo V



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Las farolas de la carretera se apagaban una tras otra a intervalos constantes.
Quim abrió de par en par los ojos al ver eso.
Dio unos pequeños pasos alejándose de la entrada de la cueva, donde una sombra apenas visible pareció relajar el contorno de su silueta.
Las dos chicas que se habían estado acercando al puente habían detenido su paso, aparentemente alarmadas por algo.
Fue entonces cuando se percató de que no solo había dejado de nevar, sino que mirando al cielo una cantidad de estrellas inmensamente mayor a cualquiera que hubiese admirado Quim en el pasado brillaban con toda la esplendorosa estampa de un inmenso universo.
Cuando se dio cuenta se encontraba pisando el suelo del puente donde había desaparecido Nuria.
La última de las luces artificiales de la carretera se apagó, y en ese momento el veterano detective se vio rodeado por las estrellas, ya ajeno a cualquier otro asunto.
Le hubiese resultado sencillo caer en la cuenta de que los astros se reflejaban en la superficie del río provocando ese envoltorio alucinógeno, sin embargo Quim entrecerraba sus ojos fascinado por el movimiento que seguía todo aquello visible en el cielo de aquella fría noche.

Era como una danza en la que las constelaciones desvirtuaban sus formas adquiriendo otras nuevas, dando paso a extrañas parábolas en las que todo cuanto se podía admirar estaba sujeto a un desplazamiento constante, casi mágico, que hipnotizaba al observador, ya con la boca abierta ante lo que, tan lejos de él, estaba sucediendo.
Era como si de un punto en concreto manasen todo tipo de sistemas planetarios y galaxias enteras, dando la sensación de estar sumergido en el proceso de algún tipo de viaje astral.
Todo el cielo fue adquiriendo desde ese punto un tono rojizo plagado de negras sombras, hasta que Quim, justo frente a él, se encontró con un terreno rocoso desde el cual, en su horizonte, otros planetas de colores de extrema belleza se distinguían con claridad.

Cuando hubo mirado un buen rato, su corazón dio un brinco al detener su mirada en un ser de piel verde azulada que caminaba con paso relajado, observando el mismo horizonte que Quim había estado disfrutando instantes antes.
Tras él, un grupo de seres semejantes de diferentes tamaños, con formas dispares en cuanto a su posesión o ausencia de colas o cuernos, parecían comunicarse totalmente ajenos a que alguien estuviese, de algún modo, observándoles.
De pronto el primero de ellos se giró para mirar a los ojos del detective, que víctima del asombro quedó petrificado a la espera de acontecimientos.
Aún no se había permitido un instante de reflexión para meditar acerca de si estaba perdiendo el juicio.
El ser abrió la boca en una especie de gesto de asombro y, mientras parecía derramar una lágrima de sus ojos de grandes órbitas y un suave color violeta, suspiró dejando escapar una sonrisa que reconfortó tanto a Quim que la imagen de Rachel se le vino a la cabeza por un momento.
Cuando comenzó a alzar su brazo en dirección a aquella visión, a aquel horizonte imposible y a aquel ser... Un grito le sacó del estupor.
Provenía de la carretera donde las luces de las farolas se habían encendido súbitamente.

Anna y Nadya se encontraban muy quietas viendo como todo se oscurecía de repente.
No solo eso, sino que tanto la ventisca como la nevada habían parecido detenerse de modo súbito.
Nadya fue la primera en reaccionar.
Dio unos pasos al frente casi a ciegas, atrapada por la oscuridad de una noche en la que el cielo se mostraba de repente despejado.
– Si hay tantas estrellas... ¿Por qué está tan oscuro? – Dejó ir en un susurro que su amiga ni oyó.
Sus labios tiritaban y su cuerpo temblaba cuando de la carretera que unos metros más adelante se tornaba en una sombra infranqueable pareció ver algo que se movía.
Algo que la miraba detenidamente.
– ¿Nadya? – Preguntó al aire Anna apartando su flequillo también con manos temblorosas. Pero ya no podía ver a su amiga.
Desde las sombras que se imponían a corta distancia siguiendo la carretera en dirección a Esterri, el pueblo vecino, le pareció que un grave rugido, un espantoso sonido gutural, se acercaba lenta pero constantemente hacia su posición.
– ¡Nadya! – Exclamó, – ¿Dónde...? – La preguntó quedó cortada por el grito ahogado de ésta, a la que Anna pudo ver por un momento.
Su chaqueta gruesa de llamativo color rosa era arrastrada por algo hacia las sombras más profundas, mientras Nadya estirando y agitando sus extremidades era incapaz de frenar la fuerza con la que estaba siendo desplazada.
A juzgar por la velocidad con la que era conducida, de nada iba a servir que Anna corriese a rescatarla.
Quedó quieta, mirando atónita a su alrededor, hasta que las luces de la carretera se encendieron de golpe. Eso la hizo reaccionar.
Sin rastro en el horizonte de su amiga, dio la vuelta para correr a toda prisa hacia el camping para avisar a Jose y Peter de lo acontecido.


Continuará...

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4 comentarios:

  1. O_____________O Así me he quedado, te lo digo de verdad. ¡Menudo capitulazo! Esto va tomando forma, y me gusta muchísimo. Sospecho que voy a disfrutar mucho leyendo esta historia ^^

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    1. ^^ ¡Me alegro mucho de que te haya gustado! Era un giro arriesgado y tenía muchas ganas de pegar ya un pequeño golpe sobre la mesa con esta historia.
      Próximamente más... Un saludo R. ;)

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  2. OMG! ¡Aliens!. Oye, este capitulo me ha gustado mucho y a ver si no tardas en escribir el siguiente que este acaba fatal y quiero saber como continua Ò_Ó

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    1. ¡¡¡Sí jajaja!!!
      Pues ya llevo un tiempo sin publicar, espero pronto poder saciar tu curiosidad con lo que está sucediendo ^^
      Un beso Silvia, gracias por leer y comentar :)

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