Pongo mi voz a diferentes pasajes de la película Gladiator.
En el pasado, cuando mi mente estaba contra las cuerdas de la locura, tiraba de estos discursos para tratar de aferrarme a unos ideales que languidecían en tiempos de oscuridad.
Con este montaje me libero de ellos y los dejo atrás.
El Sackboy corría
por el escenario despreocupado, tratando de alcanzar la posición de
uno de sus compañeros hechos de trapo.
Los otros dos que
tras él avanzaban agarrándose el uno al otro, centraron la atención
de los jugadores espectadores cuando uno de ellos pegó una soberana
bofetada al otro haciéndolo saltar por los aires.
Consciente de las
risas que a buen seguro había provocado, el simpático personaje
agachó su cabeza para, fijando su vista en el suelo, alzarla sacando
la lengua en una divertida cara en la que relucía una sonrisa de
oreja a oreja.
Pronto llegarían
los cuatro compañeros a una zona donde un par de vehículos de
improvisado montaje les esperaban.
En un caos
provisional que precedió a su ocupar de las posiciones en ellos, el
morro de los autos comenzó a elevarse mientras el motor imaginario
de éstos se antojaba a máximas revoluciones.
Poco después la
carrera tenía lugar.
Atravesaron
volcanes, ascendieron y descendieron por cuestas imposiblemente
pronunciadas, surcaron ríos y selvas… Hasta que ambos transportes volcaron tras haber estado a punto de hacerlo en todo momento desde
que iniciaron la marcha.
Todo ello se
fraguaba en la imaginación de un niño.
A los mandos de su
consola, editaba con mimo un nuevo escenario para la carrera.
Sería la más loca
de todas, la más elaborada.
Una obra destinada a entretener y
despertar la complicidad de miles de jugadores que encontraban en ese
juego una extensión a sus propias vidas.
Las cristalinas
aguas del mar que rodeaba las Islas del Destino relucían bajo la
intensa luz del sol que esa mañana parecía ir en consonancia al
buen humor de Sora.
Kairi como siempre
ganaba la carrera en la que estaban inmersos los tres amigos.
Eso
era así porque tanto Riku como Sora estaban sumidos en intentar
tirarse al suelo mútuamente.
Mientras, en Ciudad
de Paso, la noche cerrada hacía relucir más aún si cabe a los
numerosos farolillos que, meticulosamente repartidos por el poblado,
otorgaban al lugar un mágico aspecto.
Algunos sincorazón,
criaturas nacidas de la oscuridad, ya hacían amago de deambular por
sus calles en los aciagos tiempos en los que el rey Mickey Mouse
había desaparecido.
Acumulando polvo, la Nave Gumi
esperaba ser descubierta, ansiosa por viajar a esos parajes que se
encontraban en un serio apuro.
Simba contemplaba el horizonte
desde la cúspide de la gran roca que era su hogar. La puesta de sol,
que desde la inmensa lejanía bañaba de luz sus dominios, no hacía
sino resaltar la vasta oscuridad que crecía en sus confines.
Agrabah
por su parte veía amanecer un nuevo día, mientras Aladdín
efectuaba cabriolas entre tendederos y balcones.
En las
profundidades marinas, Ariel sentía un rumor interno que mecido por
la corriente, parecía indicarle la proximidad de una gran
aventura.
Solo es una pizca, una nimia aproximación a los
prolegómenos de lo que estaba por venir.
De pronto Sora,
dando por perdida la carrera, se quedó mirando fijamente el lejano
horizonte, donde una ola parecía indicar un final… Que en verdad
era solo el comienzo.
Desde la psiquiatría
y la psicología remarcan bien fuerte este tiempo como esencial para
poder tener en cuenta que uno va en serio, que realmente se empieza a
dejar atrás el infierno de la adicción.
En estos seis meses,
in crescendo y de modo exponencial, se han ido sumando, entrelanzando
y superponiendo proyectos de toda índole en mi vida que hoy son toda
una realidad.
No es eso lo que más
me alegra.
Lo que más me
alegra son las personas que han regresado a mi vida con fuerza, las
que he he encontrado en el camino y se han quedado a mi lado y las
que miran con ojos críticos pero constructivos lo que hago.
Para ellas va este
texto, esta medalla otoñal que ya, pase lo que pase, guardaré como
oro en paño en lo más profundo de mi corazón.
Por lo pronto
prefiero poner la mirada en el horizonte que revolcarme en las aguas
del pasado que, aunque cristalinas, ya han cumplido su cometido.