VIDA
El Sackboy corría
por el escenario despreocupado, tratando de alcanzar la posición de
uno de sus compañeros hechos de trapo.
Los otros dos que
tras él avanzaban agarrándose el uno al otro, centraron la atención
de los jugadores espectadores cuando uno de ellos pegó una soberana
bofetada al otro haciéndolo saltar por los aires.
Consciente de las
risas que a buen seguro había provocado, el simpático personaje
agachó su cabeza para, fijando su vista en el suelo, alzarla sacando
la lengua en una divertida cara en la que relucía una sonrisa de
oreja a oreja.
Pronto llegarían
los cuatro compañeros a una zona donde un par de vehículos de
improvisado montaje les esperaban.
En un caos
provisional que precedió a su ocupar de las posiciones en ellos, el
morro de los autos comenzó a elevarse mientras el motor imaginario
de éstos se antojaba a máximas revoluciones.
Poco después la
carrera tenía lugar.
Atravesaron
volcanes, ascendieron y descendieron por cuestas imposiblemente
pronunciadas, surcaron ríos y selvas… Hasta que ambos transportes volcaron tras haber estado a punto de hacerlo en todo momento desde
que iniciaron la marcha.
Todo ello se
fraguaba en la imaginación de un niño.
A los mandos de su
consola, editaba con mimo un nuevo escenario para la carrera.
Sería la más loca
de todas, la más elaborada.
Una obra destinada a entretener y
despertar la complicidad de miles de jugadores que encontraban en ese
juego una extensión a sus propias vidas.
La más mágica.
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