viernes, 17 de abril de 2015

Ausencia



Los sueños, ¿Sueños son?

Me encuentro despierto en este instante, tecleando unas líneas que habrán de conducirme a explicar el desazón con el que siempre despierto, tras largas noches de vívidos sueños llenos de breves despertares.
Siempre ha sido así, de modo que no puedo establecer un punto en a través del cual todo fluya, salvo mi propia llegada a este mundo.

No tengo defensa alguna ante mi sombrío pasado, en el que muchas veces cerca de la luz primigenia y otras tantas sumido en la oscuridad más absoluta he forjado un día a día tormentoso y cruel, frío y a una considerable distancia de lo que se consideraría la paz espiritual.

Pero cada noche mis sueños me conducen a ese instante en el que todo queda en un segundo plano ante el palpitar fuerte de un corazón enamorado quizá por primera vez.
Tanto da que surque terroríficos pasajes en los que mi vida corre peligro constantemente, tanto dan las mil aventuras que me esperan en el continuo avanzar de una trama que se enrosca sobre sí misma revelando sorpresas y lanzando luz y oscuridad a partes iguales sobre mi ser. El resultado siempre es el mismo, es el nexo común que da vida a un espíritu incansable en su eterna búsqueda.

El amor, el calor de esa persona, de esa entidad que se esconde tras las mágicas miradas con las que hemos aterrizado en este lugar donde toda salvación siempre pasa por infantiles actos de fe.
Solo basta eso y, sin embargo, la distancia que me se separa crece sin medida, al mismo tiempo que mis pesadillas se transforman en improvisados paraísos siempre que, cada noche, puedo verla.

Siempre con un rostro diferente, de nombre variable, esquiva y huidiza en lo más hondo de mi mente, esa mujer se pasea ante mi uniéndose a mis oníricas experiencias enriqueciendo el trayecto con la entereza que da el saber que esa sensación no es solo el fruto de una mente alucinógena, sino que existe en algún campo de energía que nos resulta oculto por alguna misteriosa causa.

Así en los días donde me encuentro despierto me lanzo a la búsqueda desesperada, condenada a un perpetuo desengaño que golpea esa parte de nosotros donde más duele todo. 
¿Dónde está? Preguntaría desesperado.
Sin embargo la noche me trae una nueva respuesta, que se suma a la ya desorbitada cifra que se acumula en ese campo donde muchos no recuerdan, no ven, no viven.
Podría parecer algo placentero si no se tiene en cuenta que tras una obligada marcha a través de tortuosas experiencias, la sensación pierde crédito a cada súbito despertar, perdiéndose en un rápido y fugaz teclear que trata de hacer real lo onírico, de dar forma a lo imposible.

Finalmente un suspiro te lanza de nuevo a las reflexiones que en algún momento te conducirán a la siguiente pista, una señal de existencia que no tiene cabida en lo que es considerado el mundo racional, y que sin embargo te hechiza y te embauca cada vez que consumiendo el día miras el lecho preguntándote a dónde viajarás, con quién te encontrarás, sabiendo en todo momento que en el clímax de la paz serás devuelto al campo de batalla que con tanto ahínco has trabajado durante toda tu vida.

Dejarme ayudar significa aceptar que los sueños, sueños son.
Dejarme ayudar pasa por trabajar el día a día para hacerlo más pasajero, más lejano al infierno en lo que se está convirtiendo, donde quizá alguna persona decida anidar para recrear con el mimo adecuado aquello con lo que tantas veces tu interior ha viajado.

Sin embargo esta misma mañana, como de costumbre, la pregunta sigue vigente y llena de significado, con el peso a sus espaldas de sucesivas experiencias oníricas que me han llevado una vez más hasta la luz primigenia, aquella que garantiza ese segundo de paz que, para un espíritu torturado, supone el punto de inflexión entre un errante caminar y un vuelo que permita observar con detenimiento qué te rodea, a dónde ir y cómo hacerlo.
La pregunta sigue encumbrándose a cada despertar.
Los sueños, ¿Sueños son?

Y si esta vida es un sueño, ¿Dónde se encuentra ella?

Una sensación, una energía que aparece de tanto en cuanto, a la que hay que aferrarse con fuerza porqué no suele aparecer con facilidad, y a la que honrar con la mejor de nuestras intenciones dando forma a una pareja, al inicio de una relación que significará el canal entre el infierno en el que siempre se puede transformar una vida y el primer eslabón que subes con máxima ilusión en busca de una paz que se marchita si te demoras en recordar su esencia día a día, condenándote a experimentarla de modo esquivo, cuando ya no está, cada noche.

4 comentarios:

  1. El mundo onírico, el mundo real, ¿Cual es cual? A veces en los sueños nos encontramos más cómodos que en nuestra propia realidad. Aunque no es bueno acomodarse en ellos. Sino la vida pasa de larga. Buen relato, me ha gustado mucho. Un abrazo.

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    1. Gracias Maria, me alegra que te haya gustado.
      En el género de reflexión tienes otros tantos que si te apetece podrías leer.
      Un abrazo

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  2. Tus reflexiones son intensas, Víctor. Muchas personas sueñan con cosas que luego se hacen realidad, como señales. Pero supongo que todo tiene un significado si se reiteran los mismos sueños.
    Cuando estés despierto intenta vivir al máximo para q tus sueños cambien y reflejen tus momentos felices. Es fácil decirlo, lo sé, pero hay que intentarlo. Un abrazo!

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    1. Buf, el tema de los sueños, que complicado es...
      No creo que sean premoniciones, más bien el reflejo de lo carezco en mi día a día y que tan vital se me antoja.
      Intentaré seguir tus consejos llenos de energía positiva, ¡Un abrazo!

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