El horizonte relucía.
No podía sentir el calor que emanaban
sus crecientes llamaradas, pero la imaginaria sensación de macabra
calidez provocaba que mordiese su labio inferior saboreando el
contaminado humo que se esparcía lentamente a su alrededor.
Se encontraba frente al mar. Sus olas
lamían la base de su calzado, invitándole periódicamente a entrar
en su misteriosa corriente.
El horizonte también lloraba. Lágrimas
de consuelo, que redimían, que aliviaban. No caían tóxicos del
cielo, eran nubes aliadas con la parte más real de la vida. Podía
sentir como llovía dentro de sí mismo, como una lluvia
ininterrumpida durante semanas había cambiado la situación.
Un lejano e imposible espectáculo que
se libraba en su imaginación, mientras un confuso cerebro trataba
inútilmente de tejer en la contradicción, destilando sentimientos
hacia un corazón que palpitaba de nuevo, casi aprendiendo a caminar
en plena descomunal escalada.
Su reloj permanecía inmóvil, danzando
con un perenne clima que no cesaba en su empeño de generar
constantes vientos de soledad. Se levantaba a veces de la playa que
marcaba el arranque para caminar por las rocas del espigón que tan
solo avecinaba niebla en los primeros pasos.
Debía esforzarse en nadar, en volver a
sentir la sensación de una brazada tan plagada de intenciones como
perdida en la inmensidad de un, de nuevo, ordenado caos.
Perdía su mirada en el lejano
espectáculo y se preguntaba si realmente podría sentir esa lluvia y
esas llamas, o por el contrario se trataban de reflejos de un pasado
que ahora se dibujaba con la perfección del que se ha visto
atravesado por todos los componentes de la obra.
Quizá eran componentes de una
podredumbre que ahora expiraba su último aliento tratando de forjar
una hipnosis que lo mantuviese en una eterna burbuja, mientras la
regeneración de las mismas piedras surtía efecto.
Lo que sí tenía sentido era la
coalición entre los lamidos de ese mar que suplicaba por su
presencia entre la complejidad de su interior, y las lágrimas que
brotaban cuando pensaba en despedirse del paisaje de un horizonte que
nacía de su propio ser.
Probaba y probaba. Alternaba su
posición desesperadamente.
El oscuro cielo le brindaba consuelo.
Las gotas impulsadas por el fuerte
viento le redimían.
Las olas que le estiraban al regresar
lo aliviaban.
Pero en su mente, contra todo
pronóstico, algo ardía. Despedazaba la simplicidad de los actos
lanzando arpones contra los más inocentes sentimientos. Gemía de
dolor para atraer la percepción hacia su terreno, para entonces
sonreír con la mueca de la venganza, mostrando el conjunto de
calaveras de lo que una vez fue y nunca volverá a ser.
De modo que se ponía en pie y
contemplaba el horizonte.
Contradictorio y atrapado en una pugna
tan estúpida como eterna.
Bello y gastado.
Una hipnótica estampa en la que
perderse inútilmente seducido por su atormentado planteamiento.
Bajaba su mirada hacia el agotado
oleaje que finalmente moría arremetiendo contra la tierra,
recuperando entonces la vitalidad indicándole el camino.
El reloj continuaba marcando la misma
hora.
Una burbuja de esperanza y condena
perpetuaba la mezcla para mantener las constantes de ese escenario
hasta que fuese necesario.
Las estrellas brillaban a lo lejos.
Nombres propios con una historia infinita asociada.
Podía sentirlas pero no verlas. Esta
vez estaba solo, con el tiempo detenido conteniendo un suspiro que
debía ser el pistoletazo de salida hacia una actitud olvidada que
nada tenía que ver con la contemplación de un enfermo mundo
interior al borde de la extinción.
El mar le invitaba a nadar.
El contradictorio horizonte tejía y
tejía para renovar el contradictorio espectáculo.
Ardería y lloraría, mientras su
corazón nadaría hacia algún lugar donde poder hacer reposar el
plomo de una mente obsesionada con un paisaje que debía
desintegrarse, haciendo caer las vendas de unos ojos ciegos que
siempre pudieron ver.
De momento admiraba el horizonte quizá
por última vez.
Facilitaba el enfrentamiento dentro y
fuera de él.
Y sentía la lluvia en su rostro,
sonriendo a las olas que cada vez se lo llevaban con más fuerza.
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