viernes, 30 de agosto de 2013

Las dos voces




Una voz serena y calmada acarició los confines de su universo una vez fue consciente del sentimiento que la embargaba. Era como, sin conocer ni mucho menos todo cuanto la rodeaba, pudiese amar a todas y cada una de sus partes. La voz irradiaba comprensión y cariño.
No se sentía sola pese a que nadie podía oírla realmente, puesto que sí podían sentirla en lo más profundo de sus corazones.
Ella les hablaba a todos de su sentimiento, y todos parecían querer escoger la senda que los conduciría poco a poco a sentirlo en toda su plenitud.
Hasta que apareció una segunda voz. A diferencia de la primera ésta no se hizo eco allá donde existiese un ápice de vida, sino que plantó su semilla en muy pocos elementos, de una ínfima intensidad en comparación con la primera.
Nunca estuvo segura de si la segunda voz apareció después de ella o simplemente permanecía oculta desde el mismo instante en que ella tomó consciencia de su existencia. El caso es que la semilla de la segunda voz fue ganando terreno lenta pero minuciosamente. En algún lugar de su universo, una llamarada parecía erguirse imparable.
 ¿Quién eres? – Preguntó preocupada la primera voz.
  Soy la guerra, el odio, la destrucción, la envidia, el mal. Soy todas esas cosas y muchas más. – Respondió firme y tajante la segunda. – Tu antítesis, tu eco. – Concluyó.
  ¿No lo sientes? – Preguntó de nuevo la dolida voz inicial. – ¿Por qué lo haces?

Nunca hubo respuesta. Las primeras palabras del mal quedaron grabadas a fuego en la consciencia de una voz ya no tan intensa, a la que muchos dejaron de escuchar, totalmente cegados por la furia con que la segunda voz arremetía en su interior.
Éstos elementos parecían contagiar a otros muchos y, lo que era peor, provocaban ecos de su odioso desprecio en aquellos que aún podían percibir la esencia del sentimiento de paz y amor que llevaban toda una vida persiguiendo.
Como si de un nefasto virus se tratase, con el paso del tiempo, ambas voces se equipararon, momento en el cual la voz original decidió pasar a un segundo plano aún más espiritual. Dejó en manos del incendio a todo lo conocido para hablar con los elementos que, con la suficiente intensidad, buscaban su rastro.
Éstos no podían demostrar su existencia, a diferencia de los cegados por la furia y el odio, que no paraban de hacerlo. No obstante, era con el paso de ciertos lapsos de tiempo cuando se comprobaba que la influencia de las dos voces estaba quizá más igualada que nunca. Más aún, a medida que el tiempo se alargaba, mayor era la huella que la voz original dejaba en los corazones de aquellos que podían escucharla.

– ¿No lo sientes? – Preguntaba cíclicamente, de un modo constante, la primera voz a la segunda, desesperada por salvarla de aquella mísera existencia que no paraba de arrasar con continuos e inexplicables incendios todo cuanto tocaba.
Pero nunca había respuesta. Tan solo aquellas escuetas palabras que le dedicó nada más aparecer. El mal... Si estaba en lo cierto en cuanto dijo y se trataba de su eco la lucha jamás acabaría. Como en aquellos corazones siempre en el filo que emanan ambivalencia, torturados e indecisos al percibir dos voces, una en su interior y otra en su cabeza, que nunca se ponían de acuerdo.
La mayoría de lo conocido se encontraba en dicha situación, alternando momentos en los cuales arremetían con la dureza que creían suya por derecho y otros en que se percataban de lo inmenso de un sentimiento donde prácticamente ninguno de esos actos tenía cabida.
Llegaba el arrepentimiento y, en una especie de macabro ciclo, seguía la danza al compás de dos voces irreconciliables.
Espontáneamente se fraguaban algo así como embajadores de ellas mismas, elementos tan influenciados por una de ellas que se olvidaban por completo de la otra. Éstos hacían posible con su materialización que las voces fuesen más tangibles y declinaban la balanza para unos mientras otros hacían lo posible para evitarlo.

El universo conocido siguió su curso. No se escuchaban más voces.
Una amaba a todo cuanto lograba sentir, mientras que la otra odiaba.
Amor y odio, guerra y paz, bien y mal danzaban sin poder oírse, sin poder verse ni tocarse, en planos diferentes pero con la misma intención, llegar hasta ti.

No hay comentarios:

Publicar un comentario