Soledad y Romántico se miraban
fijamente, con una intensidad quizá olvidada. Se habían dado cuenta
del tiempo que hacía que no hablaban. Antes, en una era pasada, de
sus conversaciones surgían ideales y convicciones que mantenían en
pie la promesa de una leña que algún día debería arder
esplendorosamente. Ahora no sabían qué decirse, como si se tratasen
de dos desconocidos faltos de conexión emocional. Eso los llenaba de
una profunda aflicción, y ni siquiera las grandes jarras de cerveza
ni las fuertes copas que Experiencia les ofrecía les suponían una
tentación.
Se encontraban en La Hora de la Verdad,
una taberna reinaugurada hacía bien poco en un poblado al que no
sabían muy bien cómo habían llegado. Horas antes habían estado
intimando en la Cabaña, abrazándose tras años de abandono e
incluso menosprecio mutuo. En ese instante, sin embargo, parecían
obligados a llegar a un acuerdo.
No podían ni siquiera llamarse
enemigos, pues ninguno de los dos recordaba episodio alguno de
trifulca, sí no obstante de malentendidos. Romántico recordaba
claramente sus continuos episodios maníacos por mantener viva la
hoguera de su esperanza, mientras Soledad recordaba su absoluto
rencor por verse abocada de forma prácticamente continuada a los
pozos de la melancolía. Un pulso que no habían escogido pero sí
mantenido desde tiempos inmemoriales.
Agotados al fin, incapaces ya de
avanzar ni retroceder, de apretar o aflojar, estaban dispuestos a
llegar a un acuerdo. Mientras el mezquino Azar se frotaba las manos
invitando a unas rondas a un grupo de personas perdidas, Vida, el
oxígeno que Soledad y Romántico respiraban en forma de puritos con
aromático sabor a naturaleza, los inspiraba para dar el paso
definitivo que debería reconciliarles en su tortuosa relación.
– ¿Puedo pasar? – Dijo medio en
broma Miedo en ese preciso instante, abriendo de par en par las
puertas de la taberna.
– ¡Por supuesto! Eres más
bienvenido que nunca. – Respondió Experiencia, mirándole, pero
con sus grandes manos apoyadas en los hombros de los ya titubeantes
Soledad y Romántico. – Eso sí, – prosiguió, – mejor siéntate
lejos de la parejita, pues tienen mucho de que hablar.
Qué bonito...! ;))
ResponderEliminar¡Gracias Hada! :)
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