viernes, 19 de septiembre de 2014

Tristeza y Alma




Caía una fina lluvia sobre los árboles del bosque de Tristeza.
Alma caminaba entre resuelta y distraída, tocando con sus finos dedos la húmeda madera de los troncos de los gigantescos árboles cuya copa caía vencida en dirección al suelo.
Era aparentemente una chica de unos quince años, de rubia y corta melena y grácil rostro.
Aunque lo más importante era el control que mostraba en todo tipo de escenarios.
Ahora se encontraba sola, en un bosque que, salpicado por la lluvia, mostraba los últimos trazos de un precioso atardecer.
Sabía que Tristeza aparecería en cualquier momento, y así fue.
Casi cae al suelo de rodillas al sentir esa sensación de que uno cae y cae, sin medida, en un lugar más oscuro que el negro más absoluto.
– ¿Qué ocurre, chica? – Preguntó una voz débil, agudamente rota.
Cuando Alma alzó la vista, pudo ver la figura encorvada de una anciana protegida por una capa negra con capucha que se acercaba muy lentamente a su posición.
Alma había escuchado historias acerca de ese bosque y de Tristeza, de cómo la inmensa mayoría habían salido corriendo sin mirar atrás al ver a esa mujer mayor aparecer de la nada para, con su discurso, hundirlos en la más absoluta de las miserias.
Pero para Alma las historias eran eso, meras historias que ensalzan o diluyen la verdad acerca de algo mucho más simple y concreto.
Por eso había acudido al bosque.
– He tropezado. – Respondió tajantemente Alma, una vez pudo poner su mirada en la sucia mirada de Tristeza. Daban igual los ropajes, las arrugas del anciano rostro o la higiene, lo que de verdad le importaba a Alma, en lo que sabía que jamás se equivocaría, era en las invisibles pinturas y nunca escritas palabras que las miradas transmitían.
– No veo con qué puedes haber tropezado, chiquilla, aquí no hay obstáculo alguno. – Tristeza emitió una débil carcajada.
– Contigo, Tristeza, desgraciadamente he tropezado contigo. – Parecía que Alma recuperaba algo de aliento al pronunciar esas palabras.
Súbitamente sucedieron varios acontecimientos resaltables al mismo tiempo. Una oscura y fría noche llegó al bosque de Tristeza, mientras la suave llovizna se transformaba en una gran tormenta que, en pleno diluvio, invitó a la anciana a hablar.
Más bien a gritar.
Le dijo todos los deseos que le quedaban y siempre le quedarían sin cumplir, le explicó pinceladas de lo absurdo de la existencia y, haciendo alusión a sus miedos, su nostalgia, su melancolía, trató de englobar todo cuanto Alma amaba para después poder hacerlo reventar.
Pero de los ojos de Alma, empapados por la lluvia, no salió ninguna lágrima. Eso pareció extrañar a Tristeza que, atónita, contempló como todos sus argumentos eran rebatidos con una sonrisa tan sincera que no daba crédito a lo que estaba viendo.
Parecía que la chica era inmune a todo ataque que proviniese de cualquier tipo de maldad e intensidad de daño.
Fue entonces cuando Tristeza comprendió que Alma pertenecía a su mundo y no al de los humanos.
Sabía de una chica a la que nadie solía escoger para emerger del letargo y acudir al mundo real, pero nunca imaginó que Alma fuese una criatura libre de pasearse por todo el espacio de transformación humana sin más ataduras que su propia moral y ética le indicasen.
Confusa y vencida, Tristeza partió a las profundidades del bosque cuando la lluvia ya amainaba.
El cielo se abrió y Alma por fin pudo sentir algo, curiosamente parecido a la Tristeza, pero que colocaba una sonrisa en su rostro.
Se trataba de la visión de las estrellas junto con las tres lunas.
Se apoyó sentada contra un árbol y, ligada emocionalmente a la tercera, no la más brillante ni la más grande, se quedó dormida justo después de desear que alguien humano la escogiese para poder escapar de ese lugar, un territorio plagado de pruebas de donde pocos humanos, muy pocos, lograban salir con la entereza con la que una vez entraban en él.

4 comentarios:

  1. Un relato muy buenooo, me ha gustado mucho Victor :)
    ¡Saludos!

    http://donde-los-valientes-viven-eternamente.blogspot.com.es/

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  2. ¿ Está peligrosamente cerca de la cabaña ? Tajantemente no. Más bien al contrario seguramente se acerca mucho a lo que puede ser el alma y es tremendo el hecho de asomarse a esos parajes desolados y oscuros saliendo airoso de ellos ( Bueno, hasta cierto punto ). Muy buena la paradoja de que la tristeza y la soledad muevan al protagonista a buscar el amparo del alma. Imperturbable, serena, tranquila y sabedora que en el baile de las emociones toca enfrentarse a muchos miedos, sobre todo a la tristeza. Muy buen relato.

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