Cuando las pesadillas comenzaron a
torturarle, el chico tuvo que aprender forzosamente la existencia de
dos mundos que se entremezclaban en su cabeza.
Pronto, a la edad de siete años, a la
agonía de la mayoría de sus agitadas noches se le sumó la agonía
en el supuesto mundo real donde se suponía debía estar a salvo.
Sin verdaderos amigos, presa del pánico
nocturno, fue creciendo acumulando puñaladas, que su ya por entonces
maltrecha mente filtraba en un odio irracional a todo aquel que se
acercase para mostrarle algo de cariño y comprensión.
Aceptarlos hubiese sido lo más lógico,
lo más sencillo, lo más sano... Pero algo se había despertado en
su interior.
Se trataba de una ira rabiosa con la
que él podía jugar como si uno más de sus muñecos se tratase.
El truco simplemente consistía en no
dejarse conocer, o mostrar las partes adecuadas.
Evidentemente el chico tuvo que crecer
hasta la adolescencia para diseñar inconscientemente la técnica. El
periplo que lo condujo hasta ese punto era una repetición constante
de horribles pesadillas y personas que le fallaban, e incluso herían
en lo más hondo de su ser.
Fue en ese punto donde la primera capa
de cebolla lo envolvió.
Su risa y afecto quedaron sellados en
sus primos, mostrando a los demás una cara de poker que solo su
mirada podía romper.
Fue tras una pelea familiar que él
orquestó desde el centro del huracán haciéndolo saltar todo por
los aires donde lo perdió todo por primera vez.
O eso es lo que sintió.
Eran tantas ya las capas de cebolla
alcanzada la madurez que él ya no sabía del todo bien ni quien era.
Parapsicólogos indicando direcciones revolucionarias, alucinaciones
y delirios que parecían fusionarse a la perfección con sus peores
pesadillas y, ya quizá demasiado tarde, la irrupción de un ejército
de psicólogos y psiquiatras que parecían concluir lo mismo... La
gestación de la locura.
Intentó mantenerse en pie, hasta que
finalmente eran tantos los disfraces, tan elevado el miedo a la
soledad y tan intensa la ira contenida, que las capas de cebolla
dieron paso a una armadura con la que moverse aplastando a placer a
los demás, amigos o enemigos, familiares o desconocidos.
Desde dentro de la armadura el sujeto
parecía haber sufrido una especie de regresión.
Era como un niño jugando con su
juguete preferido.
¿Por qué contener la ira ante alguien
que considerabas te había fallado cuando podías volatilizar su
corazón?
¿Por qué arriesgarse a moverse a un
lugar cuando mentalmente podías crear anticipatorias casi infinitas
hasta dar con el motivo de no hacerlo?
¿Por qué dejarse ayudar por una
familia que te trata como un niño cuando es la armadura lo único
que debería quedar visible de ti?
¿Por qué confiar en unos médicos que
te habían encerrado en los lugares más horribles que tu imaginación
había podido concebir?
La respuesta, claro está llegó tarde.
Porqué el hombre no era quien para juzgar a nadie, y mucho menos
viendo la realidad a través de una armadura. Porqué en esta vida
hay que caminar y arriesgarse, y hacerlo totalmente ebrio le quita
todo el sentido a cualquier paso que des. Porque su familia nunca,
jamás, le desearía ningún mal, bajo ninguna circunstancia. Y
finalmente, porqué los médicos no ganan nada torturándote, a no
ser que te encuentres en una situación muy grave y sea necesaria
cualquier tipo de intervención.
Era una respuesta que ponía en jaque
todo por cuanto había luchado, por él y por su dios imaginario,
durante prácticamente una década.
Era una respuesta que invalidaba
severamente no ya únicamente el uso de la despiadada armadura, sino
cualquier capa de cebolla inventada o por inventar.
Era una respuesta que ahogaba la ira en
un mar de lágrimas, invitándole a moverse sin miedo, confiando en
los suyos y en la ayuda de unos profesionales que muy probablemente
le conocían mejor que él a si mismo.
La armadura comenzó a pesar una mala
tarde y una peor noche. Pero se negó a quitársela. Aprovechó los
acontecimientos para iniciar un vuelo suave con ella. Un vuelo de
esos que suelen acabar mal para él o los demás.
Tras unas horas de vuelo, una de esas
pocas personas que a lo largo de su vida le habían visto realmente,
sufriendo generalmente y totalmente aislado de la realidad, le habló
sin tapujos acerca de varios temas relacionados con el modus operandi
de lo que había creado.
– Esto es para ti. – Le dijo al
individuo de la armadura.
Cuando él miró de que se trataba,
esperándose ya lo peor, contempló con ojos cansados que se trataba
de una preciosa flor.
Y redirigió su odio hacia las
preguntas nocivas que durante tanto tiempo se había hecho.
Pues, ahora que tenía la respuesta, se
percataba de que esa persona no había hablado con la flamante
armadura, ni con ningún conjunto de las capas de cebolla, sino que
había hablado con esa persona que tanto se ocultaba y tan esquiva
resultaba.
Le parecía una blasfemia agarrar la
flor con la armadura puesta, fingiendo que sentía su tacto o podía
oler su fragancia.
Finalmente se quitó la armadura y la
dejó allí, abandonada en un recóndito lugar del que pasado poco
tiempo saldría y esperaba regresar solo para dar unas inmensas
gracias a un equipo que, poco a poco, con mimo y paciencia, logró
dar con la forma de efectuar un espejo ante alguien que se niega a
abrir los ojos.
Ahora sí podía asir con delicadeza la
flor.
Olía a vida, a deporte y a formación.
Y tras tanto tiempo perfumado con el
olor de la guadaña de la psicosis, putrefacta e irreal, esa flor,
ese eco de esperanza, le pareció el regalo más bonito que se le
podía hacer a alguien gravemente lesionado en esa zona donde muchas
veces te preguntas por qué hay que aferrarse a lo real cuando la
mente tiene viajes a tantos lugares.
La respuesta, quizá llegó a tiempo.
En la realidad se hayan todos esos
pequeños momentos que dan verdaderas fuerzas para continuar, en un
conjunto de caminos que se entrelazan y se separan, pero en los que
hay que poner el verdadero empeño por seguir, ya que eso es lo
lógico, lo duro y lo bonito de lo real.
Excelente, sin comentarios.
ResponderEliminarO si, porque tamaño logro no se produce casi nunca. Ser consciente de tantas cosas da una idea de la titánica tarea de lidiar en un universo tan increíble, vasto y peligroso. Conseguir vislumbrar nuestra anodina, aburrida, penosa y, a veces, cruel realidad y además detectar esos pequeños y a la vez grandes detallitos que nos hacen vivir día a día, eso si es un tremendo logro, esa sí es la antesala del regreso del gran escritor. Del dibujante. Y la persona, en este caso una por la que vale la pena apostar. Emhorabuena
¡Muchas gracias!
EliminarHola. Aunque sigo tu blog desde hace poco, no he comentado antes. Pero si los he compartido por google+. Por cierto, ayer nominé tu blog al premio Excellence y lo dije tambien por google+.
ResponderEliminaren cuanto al relato, muy profundo. Las cosas más importantes de la vida, a menudo son aquellas que les damos menos, y es ante ellas cuando mostramos nuestra verdadera naturaleza.
Saludos.
Me alegra que te guste el blog y el relato, ¡Y por supuesto gracias por la nominación!
EliminarUn saludo :)
Un relato muy bueno. Enhorabuena Victor! Saludos.
ResponderEliminar¡Muchas gracias!
EliminarUn saludo