viernes, 27 de febrero de 2015

Completa tu muñeca I: Greenroys



En Greenroys su población se tomaba las cosas con calma.
Se trataba de un pequeño pueblo cuya principal característica eran los numerosos comercios que decoraban sus calles aquí y allá.
Tan tranquila era su gente que al inspector Matthew McConelly le sobraba una barbaridad de tiempo a lo largo de la jornada para sumir su mente en todo tipo de pensamientos.
Y de lectura.
Era un apasionado de las novelas policíacas, como si no tuviese suficiente con su trabajo.
Sin embargo, nunca había estado al frente de ningún caso lo verdaderamente destacable como para enorgullecerse de su labor.
Aburrido, a un paso de caer en el pozo del alcohol, el inspector Matthew apuraba un cigarrillo en un lugar que le gustaba mucho visitar.
En un pueblo costero cercano, Matthew daba unas últimas caladas con la vista puesta sobre el mar.
Se encontraba en la cima de un acantilado, y un fuerte viento golpeaba su rostro mientras su gabardina marrón claro ondeaba en su base.
El corazón le palpitaba fuerte.
Como cada lunes a primera hora, deseaba una y otra vez que la semana trajese a sus manos un caso que lo sacase de su rutinaria vida, al menos por un tiempo.

Penny se despedía de su madre dentro del coche estacionado frente al colegio.
Una nueva semana comenzaba y, pese a su corta edad, la pequeña siempre se emocionaba justo antes de entrar presa de un súbito pánico por ver de nuevo a Tom, el chico más guapo de su clase.
De todo el colegio, según Penny.
Su madre, Carla Swanton, reía cuando la veía salir del coche dando tumbos por la inseguridad en dirección a las aulas.
Divorciada desde hacía años, Carla recibía la pensión de su ex marido religiosamente, aunque el muy canalla apenas tenía tiempo para su hija. Estaba de nuevo casado y con hijos, habiendo formado una nueva familia en tiempo récord.
Tom McConelly era el único hijo del inspector Matthew.
Todo el mundo conocía la desgracia de aquel pobre hombre, dedicado al cien por cien a su trabajo en un lugar que no parecía necesitar de sus servicios.
Un único caso destacable, del que Matthew no pudo encargarse dado el estado de shock en el que quedó.
Su mujer, hacía ya muchos años, había muerto a manos de un granuja que estaba de paso por el poblado.
Quedó viudo y con un recién nacido a su cargo.
A Tom se le veía bien, como bien sabía Penny, pero la sombría mirada de su padre hacía que sintieses compasión por él.
Nunca dieron con el culpable, que se dio a la fuga tan pronto cometió el horrible crimen.

Penny tenía el pulso acelerado.
Su compañera de mesa se había puesto enferma, dejando vacío el sitio para otra persona.
Y Penny, sentada con una sonrisa esperando a que entrasen todos sus compañeros, estaba obsesionada con que esa otra persona fuese Tom.
Éste entró en el aula.
Ni siquiera la miró.
Se sentó dos filas por delante de Penny, dejándola con la sonrisa helada y el rostro compungido.
En lugar de eso el pesado de Karl, el chico más gordo y feo del mundo, ocupó el lugar que con tanto mimo había estado guardando.
– Hola Penny, ¿Cómo está hoy mi princesita? – Le dijo Karl mientras estiraba de su rubia coleta en todas direcciones.
– ¡Largo de aquí! – Penny se sujetaba el pelo apartando con la otra mano a aquel desagradable chico. – ¡Señorita!
El grito alertó a la profesora, que no reparó demasiado en la escena mientras preparaba el contenido de su clase.
– Penny Swanton, tu compañera está enferma. Los sitios son de todos, que te quede claro.
Mientras Karl reía, la pequeña de ojos verdes infló sus mofletes mostrando así su enfado.
La clase transcurría con el alboroto habitual.
Penny se sonrojaba cada vez que Tom parecía girarse tímidamente para mirarla de reojo, pillándola siempre con las manos en la barbilla y una mirada ensoñadora que esperaba de modo impaciente la hora del recreo para tratar de hablar con ese chico aunque fuese poco rato.

Carla esperaba ya con el atardecer consumiéndose que Penny saliese por la puerta del colegio. Matthew apareció con su mirada sombría por el aparcamiento, y se puso al lado de ella, tocándose un extremo del sombrero a modo de saludo.
– ¡Inspector Matthew! – El padre de Tom rara vez llevaba o iba a buscar a Tom al colegio últimamente. Lo cierto es que vivían bien cerca. – ¿Acaba pronto de trabajar hoy? – Matthew sonrió. Habiéndose habituado a que sus jornadas consistiesen en darle vueltas y vueltas a la cabeza, las jornadas se podría decir que nunca acababan, solapándose unas con otras en un bucle sin final.
– Eso me temo señorita, mire, ya salen.
Penny emergió cabizbaja por la entrada del colegio.
Tras ella, Tom miró hacia ellos cuando el inspector lanzó un silbido e hizo una serie de aspavientos con los brazos para avisar a su hijo de que había ido a buscarle.
Cuando Penny abrazó a su madre, la miró con ojos de súplica, sin saber qué hacer.
Carla sonrió de modo cómplice.
– Inspector Matthew, me pregunto si le apetecería que cenemos hoy con los niños.
– Oh, no queremos resultar una molestia señorita Swanton.
Penny entró entonces en la conversación.
– ¡No lo seréis! ¿Verdad, mamá?
Carla sonrió de nuevo, esta vez más ampliamente.
– Por supuesto que no. ¿Te gustan los macarrones, Tom?
El pequeño se escondía tras el cuerpo de su padre. Asintió con timidez, dejándose ver un poco más.
– ¡Bien! ¡Una cena juntos! – Penny daba saltitos de emoción, después de haber soportado todo el día al pesado de Karl encima suyo.
– ¿Le va bien a las nueve, inspector?
– Muchas gracias señorita Swanton, a las nueve será perfecto.
Carla hizo una mueca de desaprobación.
– Llámeme Carla, inspector Matthew.
– De acuerdo, Carla, usted puede llamarme simplemente Matthew.
Despidiéndose cada uno hacia su coche con sus respectivos hijos, a Carla se le hacía curioso que, a excepción de unas pocas conversaciones superficiales, poco habían intimado Matthew y ella en todos los años que habían coincidido con los niños en el colegio.
Encogiendo los hombros, puso en marcha el coche para dirigirse al supermercado donde iba a comprar lo que pretendía que fuese una deliciosa cena para Penny y sus invitados.

Cuando el timbre sonó Penny y su madre introducían con cuidado la segunda bandeja de macarrones en el horno.
No sabían si a Tom y al inspector Matthew les gustaba el queso, de modo que habían hecho dos bandejas, una sin queso y la otra a rebosar.
A Penny le chiflaba que estuviese derretido en el centro y gratinado en la cima.
– Penny, querida, vigila el horno. Voy a abrir.
Carol miró el reloj de la entrada y en él se marcaban las nueve.
Una puntualidad encomiable la del inspector.
Abrió la puerta y allí estaban, los dos ataviados con unas galas que avergonzaron un poco a Carol, pues tanto ella como Penny no iban ni de lejos tan bien vestidas.
– Ins... Matthew, ¡Qué elegante va usted!
Carol miró entonces al pequeño Tom, al que acarició un poco el pelo engominado.
– ¡Y tú también, Tom!
Mathew y Carol rieron mientras ella los invitó a entrar en su casa.
– ¡Penny, mira quien ha llegado, ven a saludar!
No lo tuvo que decir dos veces.
La pequeña salió disparada por la cocina y casi ahoga a Tom del abrazo que le pegó.
Minutos más tarde todos se encontraban en el comedor, comiendo los macarrones de Carol.
Tom devorando, más bien.
Resultó que también le encantaba el queso, y ahora ponía caras divertidas junto a Penny, ensimismada en el rostro de su invitado.
Matthew se decantó por la bandeja sin queso, alegando que a buen seguro los pequeñajos acabarían con ella sin problemas.
Cuando hubieron acabado, Penny y Tom fueron a jugar a la consola. De algún modo el pequeño sabía qué consola tenía Penny, y como él tenía la misma trajo algunos juegos para enseñárselos.
Carol recogió la mesa, ayudada en todo momento por Matthew, para finalmente ofrecerle una copa que el inspector aceptó de buen grado.

– ¿De modo que su trabajo le resulta aburrido? – Carol tomaba un poco de brandy al lanzar esa pregunta, ya sumida junto a Matthew en plena conversación.
De fondo los niños gritaban pasándoselo realmente bien.
– Sumamente, Carol. Pero es lo que se busca en el fondo, tranquilidad, ¿No cree?
– Exactamente. Hace ya mucho tiempo que no ocurre ninguna desgracia en Greenroys.
Carol miró entonces al suelo. Había metido la pata.
Se había tratado de convencer de que no sacaría el dichoso tema, pero la bebida le había pasado una mala jugada.
– Lo siento, Matthew... – Carol se disculpó prácticamente de inmediato.
– No se preocupe. – El inspector lucía ahora la mejor de sus sonrisas, cálida y amable. – Hace ya mucho que lo superé.
Claramente el inspector mentía.
El alcohol se estaba tornando su acompañante diario, y las no había noche en que las pesadillas le diesen tregua.
A menudo recreaban de diferentes formas los acontecimientos de aquel fatídico día en el que su esposa falleció.
Fue asesinada más bien.
– Vaya, que tarde se ha hecho.
Era cierto, aunque Carol se encontraba realmente feliz.
Penny y Tom habían dejado hacía rato la consola para subir a la habitación de la pequeña, donde a buen seguro Penny estaría enseñando a Tom su colección de muñecas. Estaría muy contenta por lo de aquella noche, y tenía pinta de poder volverse a repetir.
– ¿Qué deben estar haciendo los pequeños? – Preguntó el inspector.
– Estando en la habitación de Penny, lo más probable es que Tom esté siendo obligado a aprobar todas y cada una de las muñecas de mi hija.
Las risas de Matthew y Carol mientras subían al piso superior se vieron interrumpidas por parte del inspector cuando algo le vino a la cabeza.
– Acabo de recordar algo que quizá le interese. Mañana abre en pleno centro una tienda de muñecas antiguas.
Carol lanzó un pequeño grito antes de taparse la boca. Hacía mucho tiempo que Penny no recibía ninguna.


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martes, 10 de febrero de 2015

Premio Parabatais


Tulkas Hammer Pain y su blog me han concedido por vez primera este premio, por lo que le estoy muy agradecido.

Nomino a los siguientes once blogs y paso a responder once preguntas que les hago a su vez para recogerlo ^^.



Federico Rivolta relatosfr.blogspot.com/

Libro que más te ha gustado
Hacedor de estrellas.
Autor que te guste
Olaf Stappledon.
Libro que has leído más de una vez
La afirmación.
¿Prefieres libro electrónico o en papel?
En papel. Ese olor...
¿Qué género literario prefieres?
Ciencia ficción.
¿Qué es lo que más te gusta de tener un blog?
Poder saber si mis historias gustan a los visitantes.
¿Cuál es tu comida favorita?
Macarrones.
¿Con qué propósito creaste tu blog?
Organizar mis escritos.
¿A dónde te gustaría viajar?
Norte de Europa.
¿Qué haces en tu tiempo libre?
Escribir, pasear, leer, cine y videojuegos...
¿Es la primera vez que visitas este blog?
¡Por supuesto que no! Un blog magnífico :)

Premio Liebster x3


Tulkas Hammer Pain y su blog me han concedido por tercera vez el premio Liebster, por lo que le estoy muy agradecido.

Nomino a los siguientes once blogs y paso a responder once preguntas que les hago a su vez para recoger el premio ^^.



Federico Rivolta relatosfr.blogspot.com/

Libro que más te ha gustado
Hacedor de estrellas.
Autor que te guste
Olaf Stappledon.
Libro que has leído más de una vez
La afirmación.
¿Prefieres libro electrónico o en papel?
En papel. Ese olor...
¿Qué género literario prefieres?
Ciencia ficción.
¿Qué es lo que más te gusta de tener un blog?
Poder saber si mis historias gustan a los visitantes.
¿Cuál es tu comida favorita?
Macarrones.
¿Con qué propósito creaste tu blog?
Organizar mis escritos.
¿A dónde te gustaría viajar?
Norte de Europa.
¿Qué haces en tu tiempo libre?
Escribir, pasear, leer, cine y videojuegos...
¿Es la primera vez que visitas este blog?
¡Por supuesto que no! Un blog magnífico :)

lunes, 9 de febrero de 2015

Mago: Epílogo



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Final de Mago

Para regresar al prólogo clicka aquí

Mago: La canción de la profecía


Cuando la roca extinga el fuego,
La paz reinará…
Cuando el dragón perezca
Ante la magia forastera,
Victoria podremos cantar.

Cuando las bestias se alcen,
En la gran revolución…
Cuando el dragón perezca
Ante la mágica esperanza,
Victoria podremos cantar.

Somos criaturas
Que danzamos al fuego…
Una roja llamarada,
Que aventura mejores tiempos,
Para esta tierra quemada.

Somos criaturas
Que danzamos al fuego…
Una roja llamarada,
Que triunfará sobre el verde fuego,
Que al mal despertó de la nada.


Para regresar al noveno capítulo (Diminuto) clicka aquí

Mago V: Bosques


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Fin del quinto capítulo de Mago

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Mago V: Diminuto


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Mago V: Elección


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Mago V: Montaña


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Mago V: Volcán


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Mago V: Revolución


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Mago V: Alarma


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Mago V: Fuga


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domingo, 8 de febrero de 2015

viernes, 6 de febrero de 2015

jueves, 5 de febrero de 2015

Mago IV: Rejas


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Fin del cuarto capítulo de Mago

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Mago IV: Costa


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Mago IV: Monstruos


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Mago IV: Oleaje




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Mago: La canción de Ymka



Si la profundidad del océano
resulta fría y desconocida,
si en sus aguas corres peligro,
ocúltame magia, sin rastro deja mi nave,
en este mar plagado de ira.

Si bestias furiosas amenazan
con lanzarse prestas a mi caza,
si en sus fauces la muerte se discierne,
ocúltame magia, sin rastro deja mi nave,
alejándome de cualquier raza.

Si cruzar los mares debo
atravesando la tormenta marina,
invisible a los monstruos debo ser,
ocúltame magia, sin rastro deja mi nave,
que tu efecto actúe de transparente cortina.

Ocúltame magia,
sin rastro deja a la tripulación,
ocúltame magia,
sin rastro deja mi nave...

Ocúltame magia,
sin rastro deja a la tripulación,
ocúltame magia,
sin rastro deja mi nave...


Para regresar al sexto capítulo de Mago IV (Aleta) clicka aquí

Mago IV: Aleta


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miércoles, 4 de febrero de 2015

martes, 3 de febrero de 2015

domingo, 1 de febrero de 2015