sábado, 18 de enero de 2020

El devorador de estrellas | PRIMER ENCUENTRO





El devorador de estrellas

PRIMER ENCUENTRO




Estoy sentado sobre la sección 3 del casco del transbordador Phantom V.
Es todo cuanto se a ciencia cierta.

Ciencia, curiosa palabra la que mi cerebro enarbola en un nuevo intento por ganar esta batalla imposible.
Hace algunas jornadas, la visión del cielo estrellado se me antojaba de lo más solitaria y depresiva. Ahora amputaría una de mis extremidades con tal de ver alguna maldita luz a mi alrededor.
Las del interior de la Phantom hace mucho que deshicieron su paulatino descenso. Lento y desesperante, como el cúmulo de tiempo agónico que me condujo a donde me encuentro.

Quería verlo bien, pienso mientras siento como el traqueteo del temblor de mis huesos me sacude por completo.
Aunque… ¿Quién se preocuparía por su simple cuerpo frente a aquello? ¿Quién emplearía un segundo en preservar el plano físico cuando siente que su alma se le escurre de los dedos?

Cuando el gigantesco ser moviliza su materia hecha de la misma nada, en la inmensidad reducida que lo rodea se pueden adivinar brazos alargados como galaxias en sí mismas.
Algo parecido a una cabeza embiste abruptamente cuanto le rodea. Al apartarse, nada queda tras su paso.
No hay ojos, ni la mirada del villano.
Por no haber, no creo que ni haya consciencia de mi existencia.

Un punto en el espacio.
Tan solo soy eso en la Biblia maléfica que ese ser representa.

Casi me atraganto justo al recordar el nombre con el que la base bautizó el agujero negro que me encargaba de estudiar.
Sátan.
Cómo no.
Solo de un nombre como ese uno puede ver como toda una flota, integrada por amigos leales e incluso tu propia familia, desaparece mientras del portal al abismo emerge la conquista de su alrededor inmediato.

Haría algo.
Quiero hacer algo.
Sin embargo, ni la voz quebrada me permite emitir grito alguno, ni mis músculos entumecidos por el frío espacial, gélido ante esa presencia, parecen querer moverse un ápice.
Tan solo mis ojos desorbitados articulan más allá de la expresión de terror. Se desplazan, lentamente, siguiendo las estelas mediante las cuales la inmensa criatura borra y aniquila. Engulle y extermina.