lunes, 20 de febrero de 2017

La aparición de Rebeldía: Parte V (Sombra Encapuchada)




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Rectitud caminaba sumido en un silencio contraído en una boca que no dejaba traslucir ni enfado ni diversión. Tampoco tensión.

Parecía el de siempre, de no ser por ese uniforme con la simbología de Sueños Rotos ante la que Tylerskar llevaba toda la jornada desconcertado, y ya visiblemente molesto.


Al salir del furgón le habían separado de Rebeldía, y mientras la chica maldecía encapuchada mientras era conducida lejos, había sido Rectitud quien, con una simple seña de dedos, se había encargado de escoltar a Tylerskar por el interior de lo que parecía un castillo de añeja pero imponente construcción.
Ahora avanzaban por una de las alas, mientras ante la mirada dispersa de Tylerskar se sucedían estatuas de idéntica estatura que reflejaban a un hombre veinteañero, en buena forma física, que llenaban de vagos recuerdos su mente.

Finalmente llegaron al umbral de dos grandes portones negros, ante los que se detuvieron.
Rectitud llamó con firmeza y la contestación se hizo esperar.
Tylerskar escudriñó los ojos de su compañero, que ahora sí se posaron en los suyos dedicándole toda su atención. Salvo que no sacó nada en claro de ellos.
Una voz resonó desde el interior de la estancia que se adivinaba tras los portones.
– Adelante.

Rectitud abrió una de las puertas haciendo ademán de invitarle a pasar, pero en ningún momento de acompañarle al interior de lo que parecía un despacho.
En un primer vistazo desde el exterior adivinó una biblioteca mal cuidada y una chimenea apagada sepultada por una ingente cantidad de ceniza.
– Pasa, por favor. – La voz insistió.
Cuando Tylerskar dio el paso definitivo, la puerta se cerró tras él dejándole a solas con una figura encapuchada curvada sobre unos manuscritos en los que escribía con una pluma que depositó cerca de un tintero.
– Toma asiento. – No gesticulaba. Su voz era, más que autoritaria, sabedora de su verdadera posición en el organigrama de los acontecimientos.
– ¿Qué estáis haciéndole a la chica? – La pregunta no se hizo esperar. Tylerskar la articuló con cierta urgencia, con la respiración algo entrecortada para lo que deseaba en verdad ante esa figura desconocida.
– Tendrás muchas preguntas más importantes que esa. Toma asiento. – Cada vez parecía menos una invitación. En un instante fugaz algo fantasmagórico aconteció. Una sombra pareció recorrer el frío y gris despacho, tan rápido que costó seguirle la estela, para acabar zambulléndose en el interior de la chimenea apagada tras sacudir a su paso algunos de los libros llenos de polvo de la biblioteca.
Tylerskar, sintiendo un escalofrío, decidió plantar cara a esa reunión a la que Rectitud le había conducido.
Se resistía a dejar de fiarse de los suyos.

<< Y haces bien, fundador… >> 

¿Qué había sido eso?

La voz en su cabeza había sonado clara, intensa, real como las indicaciones del encapuchado.

Mantuvo, o al menos intento aparentar, toda la serenidad posible.
Cuando se hubo armado para lanzarse al tejido de la tela de araña que desenmarañase lo que fuese que allí reinase, su captor se le adelantó.
– Echa un vistazo a tu alrededor. Esto no siempre fue así. – La figura encapuchada llevó a cabo un arco con sus manos como abarcando todo el despacho. – La hoguera apagada representa el lamentable estado en que nos encontramos desde hace demasiado tiempo…
Tylerskar comenzó a recordar que esa voz le resultaba sumamente familiar, tan perforadora como profunda.
Prosiguió.
– ¿Tienes idea de lo que Sueños Rotos era antes de derivar en esta debacle? – Parecía que el encapuchado profesaba gran confianza en él.
<< ¿Lo sabes, fundador? >>

Tylerskar dio un brinco en un asiento, que se desplazó con un golpe seco medio palmo por el suelo de madera rasgada.

– ¿Cómo haces eso? – De repente cayó en la cuenta. Solo él. Tan solo él podía estar al mando de aquel sinsentido.
– Conciencia… – Lo dijo agachando la cabeza, más en un susurro íntimo que como algo inquisidor.
La voz de Conciencia adquirió ese tono que indicaba que iba a cortar el tejido de la resistencia, sin preocuparse por el dolor o el daño que fuese a infringir con sus palabras.
– Me han dicho que has conocido a Idealismo. Que has estado en la taberna de Sueños Rotos. – Pausó para inspirar. – Serás consciente pues de que aquí las cosas llevan tiempo bien regadas con alcohol y antiguos ideales que ya ninguna correspondencia albergan con el sentido de la realidad. – De nuevo una pausa, esta más larga. – ¿No te suena, chico?

Tylerskar tragó saliva.

– Como tu vida, como tu misma vida que permanece anclada, tras una gloriosa fundación en la que prometiste y juraste tocar el mismísimo cielo. Como en tu vida, es el barro en el que te has pisoteado a ti mismo lo que ahora nos atrapa en este poblado, víctimas de tu nefasta gestión, fundador.

De nuevo la sombra se paseó por el despacho, y Tylerskar tuvo que ladear la cabeza en la impresión de que iba a chocar contra él a toda velocidad.
<< ¡¡¡Fundador!!! >> Esa voz no era la de Conciencia. Esa voz le erizó el pelo pues no esperaba que incluso él estuviese presente en esa amalgama de su mundo interior.
Ese despacho le tenía atenazado.
El aura fantasmagórica del Monstruo que moraba en él, mezclada con la siempre punzante charla de Conciencia, le estaban distrayendo de su verdadera motivación.
– ¡Llévame hasta Rebeldía! – Golpeó la mesa, que casi cede al impacto, con la mirada encendida y escupiendo con rabia cada palabra.

– Ahora que nos has encontrado, no puedes dejar las cosas así… – Conciencia cogió con cuidado la pluma que había depositado cerca del tintero cuando Tylerskar entró en el despacho. Prosiguió con la escritura ahí donde lo había dejado. – Rectitud te acompañará a donde desees. El poblado ha olvidado al fundador, pero el partido nunca lo ha hecho y nunca lo hará.

Tylerskar se levantó de su asiento y, mientras se dirigía a los portones de salida, fue asaltado varias veces por los incisivos pensamientos de su Conciencia.

<< Esta conversación no ha terminado >>
<< Esta conversación no ha hecho más que comenzar >>
<< Bienvenido a las ruinas, fundador >>
<< Se bienvenido a lo que queda de la sombra de tu futuro >>

En cierto momento Tylerskar mostró sus colmillos al escapársele una mueca de sonrisa.

De entre todos los presentes en Sueños Rotos, el que menos había cambiado era Conciencia.


Continuará...

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domingo, 19 de febrero de 2017

La aparición de Rebeldía: Parte IV (El discurso)



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– ¿Cuántos de vosotros habéis lamido la lona?
La pregunta quedó en el aire, mientras el dedo índice de Idealismo permaneció alzado, con el silencio abriéndose paso en la taberna, hasta el punto de que incluso el tintineo de las copas y jarras parecía ganar en timidez.
– ¿Cuántos de vosotros os habéis revolcado en el barro?

Una segunda pregunta, con el dedo del joven en idéntica posición, al extremo de un brazo derecho tenso y enérgico.

Tylerskar, aún agarrado a la mano de Rebeldía, captó la luz que brillaba dentro del marrón oscuro que impregnaba la mirada del autor del discurso. Le resultó extrañamente familiar, tanto que experimentó una sensación de vacío, casi de hurto, en su interior.
– ¡¿Cuántos de vosotros habéis mordido el polvo?!

La tercera pregunta, ya a voz en grito, arrancó las primeras reacciones en la sala abarrotada.

Miró a su izquierda, por encima del colorido pelo de Rebeldía, hasta alcanzar con la vista la posición de Experiencia.
Se mostraba concentrado, casi meditabundo, y no parecía reaccionar como sí lo hacían aquellos que le rodeaban.
El discurso prosiguió, esta vez calmando el tono, manejando el tiempo.
– Vivimos en un mundo donde el sueño americano es algo que ha llegado a ser visto como algo negativo. Y por supuesto que lo es. La trampa capitalista, compañeros, hace las veces de trampolín a la gloria y de precipicio a los abismos. – Un murmullo respetuoso se fue extendiendo y adueñando del ambiente, y mientras Idealismo introducía aspectos ante los que tanto Rebeldía como Tylerskar poco tenían que escuchar la chica fue tensándose más y más.
– … Sin embargo el éxito es algo cuya estela hay que saber primero intuir para después perseguir. Finalmente la conquista…
Rebeldía escupió un poco de tabaco de mascar y bufó a punto de perder la paciencia.
– Se repite como un puto loro. – Sus palabras, al oído de Tylerskar, llevaban una carga de empatía que contrastaba con el baile que se había pegado con ese joven tan respetado en la sala. Tylerskar llevaba desde que había tomado consciencia en ese frío lugar estrechando lazos con la chica, y lo cierto es que verla bailar con Idealismo lo había descolocado un poco emocionalmente.
En cierto punto el discurso pegó un giro inesperado.
– … Los enfermos mentales también tenemos derecho a soñar.
Tylerskar abrió los ojos de par en par, incluso se giró para contemplar en una rápida y fugaz ráfaga visual como Experiencia por un lado y Resolución en la puerta del local le dedicaban atentas miradas acompañadas de un asentimiento de cabeza.
Idealismo proseguía, de nuevo cogiendo carrerilla y acumulando ímpetu.
– ¡A soñar no con pesadillas de ingresos y deshonor! – De nuevo había captado la atención de todos los presentes.
– ¡A soñar no con incomprensión y vidas guiadas de mísero significado! – Idealismo alzó su brazo derecho todo lo que pudo y gritó a pleno pulmón. – ¡Somos libres en nuestra existencia, compañeros, libres para decidir, con tiempo para actuar y un destino que alcanzar!
La sala entera alzó su brazo derecho a la bandera del Partido bajo la cual, en el montículo, un joven de camisa a cuadros azules sonreía sin que la felicidad se contagiase a una mirada encendida por la ira contenida y la sed de venganza.
Un codazo sacó del estupor a Tylerskar, que miró a Rebeldía.

– Ahora es cuando empiezas a aprender de mí.


Todo ocurrió muy rápido.
Mientras soldados y clientes volvían a sus bebidas y conversación habituales, Rebeldía agarró de un tirón una gran jarra de un hombre ebrio y la tiró, en una parábola certera, al montículo donde Idealismo tuvo que apartarse para que las cientos de astillas que el estallido generó no le alcanzasen.
En un momento había un nutrido grupo alrededor de Rebeldía increpándola, y mientras Tylerskar trataba a empujones de mantenerlos alejados de ella y buscaba con la mirada al maldito Comandante, un irreconocible Resolución, las puertas de la taberna se abrieron, en un sonoro golpe seco y contundente.
El silencio se hizo de nuevo.
El alboroto cesó.

Los pasos de unas botas hacían que el gentío se apartase allí por donde los misteriosos visitantes avanzaban, al parecer en dirección a Rebeldía y Tylerskar.

Ella estaba acuclillada en el suelo, y al parecer por las magulladuras en su cuerpo había comenzado a recibir algunas patadas. Cuando Tylerskar se agachó para ayudarla a incorporarse, dos figuras trajeadas de negro llegaron a ese punto de la taberna.

– Ahora sí que la has cagado. – Tylerskar reconoció la voz. Era uno de los hombres del furgón negro de esa misma mañana. – Pero bien.
La levantó asiéndola por el pelo provocando un gemido gutural en Rebeldía, y cuando Tylerskar fue a defenderla se encontró mirando frente a frente a… Esa coleta rubia. Ese rostro afilado. Esa mirada penetrante.
Rectitud era el segundo hombre trajeado.
Tylerskar se quedó boquiabierto, sin nada que decir, aunque no por falta de ideas. Su cabeza era un hervidero en busca de alguna explicación a todo cuanto estaba ocurriendo.
– Él va con ella. – La voz de Idealismo, que se había recuperado del impacto, habló en el silencio sepulcral para acusarle.
En unos instantes vio como colocaban un saco en la cabeza de Rebeldía, justo antes de que su propia visión quedase ahogada por idéntico tratamiento.
Luego sintió como le arrastraban fuera del local, la fría nieve cuando lo tiraron al suelo y lo arrastraron. Finalmente el interior del furgón, al ser proyectado dentro de él.

Mientras el furgón conducía, Tylerskar centró su atención en la figura de Idealismo. Se percató de lo manido que había encontrado su discurso Rebeldía, y lo mucho que sin embargo encendía los ánimos de los presentes con todas y cada una de sus estudiadas palabras.
Tenía que haber una explicación a todo aquello.
Aquellas gentes debían simbolizar algo. Algo lo suficientemente potente como para que la identidad de Experiencia y Resolución hubiesen sido subyugadas. Incluso Rectitud se encontraba al servicio de Sueños Rotos.

Debía seguir avanzando, aunque ahora la oscuridad se cerniese sobre el futuro de Rebeldía y, por lo tanto, su propio futuro. No dejaría a esa chica.

Fuese lo que fuese a lo que se resistía, fuese lo que fuese a lo que plantase cara, Tylerskar le encontraba mayor valor que a ese entramado político en cuya cima intuía algo sombrío.



Una figura encapuchada relampagueó en su mente.

Luego el furgón paró.



Continuará...

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sábado, 18 de febrero de 2017

La aparición de Rebeldía: Parte III (Idealismo)




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Cuando entraron, estiraron fuerte de la puerta para apartar la capa de nieve casi helada que la bloqueaba parcialmente. Un buen número de colillas aseguraban la presencia en esa misma salida de la taberna del gélido poblado de varios fumadores.
El contraste no se hizo esperar.
En cuanto abrieron la puerta, el sonido de la música embriagó el ambiente en el cual la plaza comenzaba a quedarse sola ante la súbita ausencia del Comandante Resolución.

Tylerskar aún pensaba acerca de eso. Siempre había intuido, o visto directamente, a su querido compañero como alguien autoritario y decidido, pero de ahí a observarle con ese uniforme… Había un trecho.

Dentro de la taberna la distribución era algo ambigua para un visitante primerizo.
Una barra a la derecha, una gran bandera al fondo con la simbología de Sueños Rotos, con la que ya comenzaba a sentirse familiarizado Tylerskar, y un buen número de mesas redondas rodeadas por elegantes sillas de corte antiguo.
Bajo la bandera un escenario vacío, que prometía por la presencia de un montículo que allí se había organizado o se iba a orquestrar algún tipo de actuación.

El humo cargaba el ambiente, puros y cigarrillos proyectaban al aire sus estelas que se mezclaban con el aroma de algunas jarras de cerveza y, sobre todo, una ingente cantidad de copas de alcohol de fuerte graduación.
Era abrumador, allí el que menos se estaba hincando entre pecho y espalda su tercera copa y el día parecía no haber avanzado demasiado en el exterior.
Así, tal cual con esas palabras, hizo llegar a la joven Rebeldía su opinión, que le instó a mantener los ojos bien abiertos.
– No pierdas detalle… – Tan chulesca como de costumbre, su porte provocaba a los presentes y no se inmutaba cuando alguien pasaba peligrosamente cerca de ella, teniendo los otros que moldear sus cuerpos para evitar entrar en colisión.
Hasta que alguien, más decidido que torpe, entró en contacto.
Una copa de whisky tintineó sus cubitos de hielo cuando el recipiente golpeó el hombro en tirantes de Rebeldía.
– ¡Pero bueno, señorita, mis disculpas! – Se trataba de un muchacho joven y con cierto atractivo. Vestía camisa a cuadros azules y unos tejanos que le acercaban más que a nadie al look de Rebeldía. Hábil a ojos de Tylerskar, emitió su sonora disculpa dando unos prudentes pasos hacia atrás, quizá para mantener una respetuosa distancia, quizá prediciendo una reacción hosca e incluso hostil por parte de Rebeldía a su supuesta torpeza.

En ese momento, justo cuando Rebeldía y el joven comenzaron a hilvanar una conversación que derivaba entre lo animoso y lo encendido, una voz le sacó del estupor que estaba suponiendo la entrada a ese abarrotado local.
– ¡La taberna encuentra a su legítimo cliente! – Tylerskar fue desviando su mirada, que inconscientemente había llevado a la barra, hasta abrirla por completo al contemplar como Experiencia, con su barriga abriéndose paso entre la multitud, y enfundado en un traje semejante al de Resolución, se acercaba con los brazos abiertos hacia su posición.
El abrazo no se hizo esperar, pues la confianza que Tylerskar descargaba en Experiencia siempre quedaba fuera de toda duda.
Sin embargo las piezas no encajaban.
Esa taberna no era lo que parecía ser.
– ¡Menudo camino debes haber recorrido hasta llegar aquí, chico! – Experiencia sonreía ampliamente, mientras extendía una gran jarra a su recién encontrado compañero al tiempo que apuraba una copa sin hielo alguno. Su rostro estaba sonrojado.
– Experiencia, Resolución se niega a hablar. ¿Qué demonios ocurre aquí?
Éste abrió la boca y dejó escapar un grito animoso, que tuvo su eco en las inmediaciones encontrando la boca de una docena de clientes.
Se había hecho un agujero en el centro de la sala, y frente a la bandera, dos personas bailaban desenfrenadamente.
Ahora que caía en la cuenta, algo parecido a un rock’n’roll estaba sonando más fuerte que el hilo musical que había sido habitual, y Tylerskar no necesitó más que un vistazo a la camisa azul para comprender quienes se encontraban sumidos en plena danza.

Rebeldía y el chico con el que hacía un rato hablaban airadamente ahora se agarraban de la cintura y los hombros y pasaban uno alrededor del otro, por encima y bajo las piernas, en una sucesión grácil de maniobras que exaltaban sobremanera a un público hambriento al parecer de ese tipo de sucesos.
Tylerskar se acercó paulatinamente al lugar donde comenzaba el hueco, y se encontró mirando largo tiempo el cuello de Rebeldía, que ya comenzaba a estar regado en sudor, desplazando su mirada entre el pelo naranja y amarillo que lo encumbraba y los tan delicados como fuertes hombros que le servían a todo ello de base.
Luego su mirada pasó al chico, para finalmente aterrizar en la bandera de un partido que definitivamente lo puso en guardia quizá por vez definitiva.
La jarra de Experiencia no contenía su brebaje. Aquella no era su taberna. Sino estaría tras la barra.
Sueños Rotos era algo a lo que no había tenido acceso en ningún momento de su vida, pero no por ello parecía exento de tradición, estructura y causas.

– ¡Qué buena onda de tío! – Notó como una mano sudorosa se aferraba a la suya. Se giró sombrío solo para estremecerse ante el susurro que, de puntillas, Rebeldía de dejó ir en su oído izquierdo. – Lo he dejado listo para que saque lo mejor de él. – El tono con el que remarcó esas palabras hizo que Tylerskar evocase desprecio, náusea y vómito.

En un rápido vistazo identificó en la puerta a Resolución, perdido entre la multitud a Experiencia, y comenzó a ser consciente de que a no mucho tardar acabaría dando con Rectitud y el resto.
Por algún extraño motivo sintió la necesidad de quedarse cerca de Rebeldía, y justo cuando esa idea se afianzaba en su interior unos golpecitos secos le hicieron mirar a la bandera, bajo la cual, en el montículo, el chico joven que había bailado con Rebeldía se disponía a hablar a un micrófono que le habían instalado para la ocasión.

Se irguió mientras su expresión se cargaba de algún tipo de significado.

Habló en tono grave y autoritario, aunque se notaba el eco del clímax del baile con Rebeldía, como si de un fuerte pálpito cardíaco ese chico fuese a tratar de comerse el mundo en unos minutos.

– Ya me conocéis. Soy Idealismo. Y una noche más me dirijo a vosotros soldados, en busca de la luz que todos merecemos.



El silencio se hizo en la sala.

En el interior de Tylerskar.

Solo la mano de Rebeldía, que asió fuerte la de su compañero, calmó un poco la oscura tensión que le atenazaba.





Continuará...

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viernes, 17 de febrero de 2017

La aparición de Rebeldía: Parte II (Sueños Rotos)




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Las respuestas iban a tardar en llegar.

Resolución, erigido Comandante, se dedicó a despedirse casi individualmente de todos los presentes en aquella plaza nevada bajo el riego constante de la misteriosa ceniza. Se formaban pequeñas multitudes a su paso, que trataban de tocar a modo de despedida a lo que a todas luces parecía una eminente figura pública.
Una larga chaqueta negra de cuero, que se ajustaba al delgado cuerpo de Resolución, daba en sus confines con sendos guantes de idéntico tejido, que en esos momentos prendían la gasolina de un mechero arrimado a un pitillo. También encontraban unas botas de mayor calidad en comparación a las del soldado que había escoltado a Tylerskar hacia ese punto de la ciudad.

Rebeldía por su parte permanecía a cierta distancia de los acontecimientos, oteando las chimeneas con el semblante serio, podría decirse que en tensión.

Una camioneta de colores verde camuflaje pasó justo delante de un furgón negro. La camioneta traqueteaba al pisotear los desniveles de un suelo desigual, no así el furgón, que de algún modo sumió a Tylerskar en un nuevo estadio de concentración, entre el vaticinio y el temor.
Ambos transportes se detuvieron.
La ventanilla de la camioneta de camuflaje bajó descubriendo a un soldado que apuraba a caladas rápidas un cigarrillo mientras hablaba a Rebeldía en un idioma que Tylerskar no lograba entender.

La chica, para sorpresa de éste y quizá del piloto de la camioneta, respondió, seca, firme y tajantemente escupiendo al suelo que la separaba del transporte su tabaco de mascar.
Rápidamente se abrieron las puertas no de la camioneta, como cabía esperar, sino del furgón negro del cual emergieron un par de hombres trajeados de tan blanca piel que por un momento un escalofrío recorrió a Tylerskar por dentro, que se apresuró a buscar con la mirada a Resolución, aún sumido en el baño de masas que se estaba pegando.

Por la posición de esos hombres trajeados, a no mucho tardar Rebeldía estaría dentro del furgón.
No sabía si entenderían su idioma, pero no iba a tener muchas más oportunidades para detener aquello.

– ¿A qué debemos este honor, caballeros? – Tylerskar dejó a un lado los miedos que carcomían su interior para escudriñar con firmeza los ojos de uno de aquellos hombres. Pese al aspecto inicial, estaba claro que no era ni más ni menos humano que cualquier persona que hubiese conocido.
– ¿Conoces a esta mujer? – Un cierto acento se hacía notar, pero no solo le había entendido sino que sabía expresarse. Un buen comienzo para tratar de sacar a Rebeldía de ese lío.
– ¿Hay algún problema con ella? – Rebeldía meció su cabello amarillento anaranjado para resoplar palmeando el suelo con sus bambas Converse de colorista estampado.

En ese momento la sonrisa del segundo hombre se impuso en el grupo al tiempo que daba pasos cortos pero decididos en dirección a la joven.
Cuando Tylerskar se interpuso entre aquellos dos agentes y Rebeldía la voz de Resolución minó los ánimos encendidos de todos los presentes.
– ¡Señores! – El Comandante palmeaba sus guantes sonriendo mientras se acercaba con elegancia. – ¿Qué ocurre con mis invitados? 
Desde la camioneta donde el conductor había estado en completo silencio salió una burla y una advertencia.

– ¡Esse chika va a encontrarr prroblemas! – La ventanilla subió instantáneamente.
Los dos hombres trajeados se quedaron allí, y aunque en un principio el tono burlón de sus sonrisas prevalecía en la escena que incluía al grupo ahora integrado también por Resolución, bastaron unas palabras de éste acompañadas con una mirada gélida para que el silencio reinase unos segundos que se antojaron larguísimos.
Quizá por lo macabro que traslucían las expresiones de aquellos hombres que, mientras regresaban al oscuro interior del furgón negro para reemprender su marcha, dedicaron un último vistazo a la silueta de Rebeldía.

Ésta por su parte ya andaba ocupada mostrando su dedo corazón, así de romántica era ella, a sendos furgones que encendiendo motores salieron de aquella zona.
Fue Tylerskar quien rompió el silencio que se había generado, adelantándose a Resolución.
– ¿De qué va esto, a cuento de qué eres Comandante… Y por qué demonios cae ceniza del cielo?
Resolución mantuvo el semblante serio, tal y como se le había quedado momentos antes ante los agentes trajeados.

– Tu amiga va a tener problemas aquí…. 
Tylerskar perdió del todo la paciencia, que se llevó de paso sus nervios. Agarrando del pecho al Comandante, asiendo sendas solapas del abrigo militar, en un susurro que se las daba de grito, le espetó: – No pongas más a prueba mi paciencia, Resolución. Qué estratagema es esta, ¿Dónde están todos?

Resolución se limitó a girar la cabeza en dirección a un lateral de la plaza.
Al mover su cabeza en un gesto rápido, Tylerskar pasó a contemplar la luz de un farolillo del cual colgaba la misma bandera que había visto hasta la saciedad en el transcurso del paseo que lo había conducido allí.

Era la bandera de un Partido.


– Allí encontrarás a algunos… Y algunas respuestas.
– ¿A qué viene tanto misterio, Resolución?
La grave pero femenina voz de Rebeldía se hizo escuchar entonces.
– Antes de buscar las respuestas deberías preguntarte si estás de acuerdo con lo que ves, si te sientes cómodo en este lugar.

Resolución encendió un nuevo pitillo y alentó a la joven a continuar.
Tylerskar se percató de cómo, en el fondo, la chica era respetada por el Comandante de ese Partido. Se trataba de un choque extraño, de una pareja de baile que no debería haber encontrado salón para entretejer movimientos.
– ¿No le vais a decir a quien lleváis quemando media vida, verdad hombre recto?
Resolución exhalaba lentamente el humo de su cigarrillo.
Tylerskar no sabía que esperar de alguien como Rebeldía.
– Valores, colega, nos están quemando los valores.

Resolución no tardó ni un segundo en responder, parecía que tenía la respuesta preparada de antemano.
– No confundas valores con un lastre que nos ata a una vida de lamento y desazón. – Resolución pasó un brazo por encima del hombro a Tylerskar, que no supo si sentirse reconfortado por la camaradería o centrarse en el semblante serio, casi irónico, de Rebeldía. Esa chica parecía tener mucha entereza. – Cuando entremos en esa taberna estarás dentro de unos locales oficiales de Sueños Rotos. – Resolución acompañaba, casi forzándolo, a caminar en dirección al farolillo en cuya bandera pudo leer de nuevo esas palabras.

Sueños Rotos.
Se preguntó si Experiencia, Rectitud, Esperanza, Ilusión y Conciencia estarían al corriente de aquello.
Se preguntó cuánto tiempo llevaba existiendo ese lugar.

Se preguntó cuánto tiempo la voz de Rebeldía había sido eclipsada por un ruido mayor.


Continuará...

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jueves, 16 de febrero de 2017

La aparición de Rebeldía: Parte I (Ante el Comandante)



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Las botas militares de su acompañante perforaban la superficie nevada del pavimento.
Tylerskar se permitió un rápido vistazo al soldado que custodiaba la marcha que habría de conducirle en presencia del Comandante.

Comandante… Curiosa palabra, meditó mientras fijaba su vista en la nieve aún virgen que aguardaba su propio avance. Comandante denotaba mucha autoridad, ese tipo de autoridad predilecta por parte de la rebeldía de Tylerskar para ser primero menospreciada, luego insultada y finalmente violada.

El murmullo de una música alteró el silencio solo interrumpido por el firme pisar de soldado y preso, si es que de eso se trataba la escena.
Tylerskar registró por el rabillo del ojo como una tercera persona les alcanzaba con paso algo más alegre y despreocupado.

Giró de modo casi imperceptible su cabeza hacia el soldado solo un segundo, lo justo para comprobar como su mirada permanecía firme en un hipotético lejano horizonte, ajena por completo a lo que, ahora sí, Tylerskar se permitió contemplar.
Una chica que no sobrepasaría por mucho la mayoría de edad mascaba algo mientras le perforaba con la mirada chasqueando la comisura de los labios en algo parecido a una fugaz sonrisa.

Su pelo naranja y amarillo quedaba aplastado por unos cascos azul turquesa de los cuales manaba la música que Tylerskar había ido escuchando desde no hacía mucho.


Cuando éste fue a abrir la boca, algo absorto por la situación en la que se encontraba, entre el miedo y las ansias de rebelión, la chica se le adelantó. Escupió al suelo su tabaco de mascar y alzó sus brazos delgados y menudos, aunque firmes, deslizando los cascos hacia su cuello para entonces dirigirse al preso Tylerskar.
– Ya me tienes aquí. – Su voz era joven y desenfadada, atractiva y algo grave. – ¿Para qué me has llamado? – La chica echó un vistazo descarado al soldado que capitaneaba la marcha. – Aunque por lo que veo me hago una ligera idea…
Tylerskar se la quedó mirando, en parte intrigado por la chica, en parte esperando la inevitable reacción, que se antojaba violenta, por parte de su acompañante militar. Sin embargo, la reacción no llegó. La chica pareció percibir el desconcierto que tal hecho le generó.
– El no puede oírme. – Dijo al tiempo que introducía de una palmada una nueva dosis de tabaco de mascar en su boca. Encogió los hombros pescando al vuelo sus cascos, y solo un instante antes de colocárselos Tylerskar preguntó casi como acto reflejo: – ¿Quién eres?
El soldado, si lo escuchó, hizo oídos sordos.
La chica, no obstante, sí reaccionó.
– ¿No recuerdas que has estado pensando en mí?
Tylerskar se la quedó mirando fijamente, mientras las nubecillas de vapor que exhalaba se perdían un par de palmos más adelante en la larga avenida desierta que estaban recorriendo.
La chica le pegó un codazo suave en el costado, para susurrarle al oído: – ¡Soy Rebeldía!
Tylerskar se sintió extrañamente reconfortado y melancólico a partes iguales.
Sintió como su hogar quedaba distante y borroso en esa situación en la que se veía sumido.

Sintió como la aparición de Rebelía calmaba y sedaba un malestar crónico que parecía atenazar su interior.
Y también sintió, y mucho, la ausencia de su tropa, que súbitamente recordó en un relampagueante instante de lucidez.


El soldado le sacó del ensimismamiento.
– El Comandante está a la vuelta de la esquina.
Tylerskar agudizó su oído mientras Rebeldía se puso los cascos a todo volumen.
El final de la avenida estaba cerca, y mientras lo alcanzaban una fina nieve comenzó a caer sobre el grupo de tres.
Al comprobar que la nieve no calaba el uniforme de su acompañante, Tylerskar cayó en la cuenta de sus propios ropajes, en ningún caso indicativos de que su condición fuese la de preso.
¿Qué clase de juego estaba viviendo?
¿Se trataba de una trampa?
Rebeldía cogió con la punta de sus dedos un poco de esa nieve, y Tylerskar quedó mirando fijamente como, al restregarla entre las yemas, ésta las ensuciaba en un claro indicativo de que se trataba de ceniza y no de otra cosa.


Por algún motivo Tylerskar no podía pensar con claridad. No podía sentirse parte de algo que no era real, tratando en consecuencia de algo así como despertar. En su lugar se encontraba absorto en llegar al destino de la travesía, al objetivo de esa escena en la que misteriosamente había aparecido.
Debía personarse ante el Comandante.

Cuando hubieron llegado a la esquina del final de la avenida, las voces ya se hacían claramente notorias.

Tylerskar se sintió impresionado cuando vio a un más que nutrido cúmulo de oficiales secundados por multitud de ciudadanos alzando su brazo derecho a una figura que, nada más verle, sonrió ampliamente abriendo sus brazos mientras gritaba al micrófono con energía y aplomo.
– ¡Mira a dónde hemos llegado, viejo amigo!
El silencio se hizo tanto en la plaza como en la confundida mente de Tylerskar, que veía boquiabierto como Resolución, y no otro, era el Comandante hacia el cual llevaba dirigiéndose toda la jornada.

La multitud se abrió para dejar paso a ambos, que se acercaron a diferentes velocidades.


Tylerskar daba pasos cortos, interrumpidos por la incertidumbre.
Resolución cubría la distancia velozmente, con una decidida sonrisa dibujada en sus labios.
Cuando hubo llegado a su posición, le abrazó fijándose al mismo tiempo en la chica que mascaba con cara de asco.
– ¿Quién es ella?

La pregunta quedó en el aire.
Mientras Tylerskar perdía su mirada en las altas chimeneas visibles tras unas esquinas de la plaza, dejó ir otra en un tono que indicaba a la vez preocupación e incredulidad.
– ¿A quién estáis quemando?


Continuará...


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