martes, 23 de septiembre de 2014

Miedo y Destrucción



Caminaba solo por la base de la montaña, hacia el punto de escalada donde había quedado con tantos otros. El suelo de oscura roca le hacía jadear cada vez que tenía que saltar de piedra en piedra para no caer en grietas donde, demasiado lejos, se apreciaba el final. Estaba en baja forma.
De repente varios relámpagos, tremendos truenos, justo encima de él, y una lluvia torrencial.
Le pareció ver a un hombre a su derecha pero, cuando giró la vista, únicamente vio la abertura de una cueva. Tenía tiempo antes de llegar al punto de encuentro, de modo que se dirigió hacia ella para resguardarse del temporal.
Se trataba de una pequeña cueva donde moraban un hombre y su bestia. Sin duda era el hombre que había visto, no solo instantes antes, sino varias veces mucho tiempo atrás, siempre con aspectos diferentes. La última, en una cena muy especial en una cabaña que le producía escalofríos recordar.
Ahora Miedo ya no era un hombre que a plena luz se mostraba como un delgaducho trozo de pan asustadizo, sino que, mucho más fuerte en su mirada y su físico, sujetaba con una única mano a una especie de gigantesco cruce entre lobo, león y hiena.
Su gruñido ponía los pelos de punta.
– ¿Y ahora qué? – Dijo sonriente Miedo.
Como siempre, lo dijo acompañando la pregunta con docenas de preguntas que provocaban que la inseguridad y el sufrimiento alcanzasen cotas tan impresionantes que a uno ya no le quedasen más fuerzas que caer rendido al suelo y, entre lágrimas, rezar para que Miedo no soltase a la bestia.
Tras varias preguntas más y más dolorosas el punto de encuentro de escalada ya prácticamente no tenía sentido para un hombre que ni quería compañía ni nada que no fuese arremeter con fuerza contra Miedo. ¿Pero cómo demonios deshacerse de la bestia?
– Esta es Destrucción, amigo mío, y más te vale estar en pie sin lloriquear en diez segundos.

Fue en ese punto donde recordó.
Había peleado contra la bestia tanto en la realidad como en terreno onírico, tan solo necesitaba su ebria espada para amansarla.
En ese instante se puso en pie y, cuando se dirigía a la salida de la maldita cueva, el suelo se desplomó ante él haciéndole saltar hacia atrás para evitar lo que antojaba una muerte segura.
Se giró justo a tiempo para agarrar los colmillos de la bestia y lanzarla a un lado. Mientras Destrucción y el hombre batallaban, Miedo reía con todas sus fuerzas.
Entonces fue cuando, en la entrada de la cueva, algunos últimos integrantes de la escalada iban pasando de largo, hasta que ciertos familiares y buenos amigos se quedaron petrificados al contemplar el espectáculo.
– ¡Pasadme la espada! – Gritaba el hombre desesperado, sin ser consciente de que ya no se escuchaba a Miedo.
– ¡No hay nada contra qué luchar! – Le respondían su familia y amigos.
En ese instante, bajando crédulo la guardia, se giró de nuevo para contemplar como la bestia Destrucción atravesaba su piel de un modo increíblemente doloroso a lo largo de la cara y su brazo, hasta llegar al corazón.

Se hizo el silencio en la cueva. El hombre de espaldas parecía en paz, callado, hasta que comenzó a formular las preguntas adecuadas.
– Caed.
Las afirmaciones adecuadas.
– Desapareced.
Los elevados tonos de voz adecuados.
– Morid.
Finalmente el hombre se desmayó.
Al despertar la invitación al punto de encuentro para la escalada seguía en pie, y el hombre pidió perdón a cuantos se vieron afectados por la táctica más sucia de Miedo, ir aprendiendo de él para, algún día, convertirte en parte de sus bestias, en el núcleo de Destrucción.

4 comentarios:

  1. Tremendo episodio, duro, frío y cortante. Lo positivo es que ni gracias a, ni a pesar de, en última instancia es el protagonista quien sigue dominando a quién tiene que dominar. Esto es incuestionable. El doble mérito es darnos a conocer aspectos tan increíbles y duros. El mero hecho de compartirlos es clara señal de madurez. Enhorabuena

    ResponderEliminar
  2. ¡Buenísima historia! potente y bien narrada :)
    ¡Felicidades! Un abrazo

    ResponderEliminar