miércoles, 9 de septiembre de 2015

La tienda de vírgenes: Capítulo I



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Emily despertó súbitamente de madrugada.
Su pequeña niña lloraba de modo histérico.
Se levantó sin dilación no sin dejar de mirar de reojo al piso abandonado que veía desde su balcón mientras mecía con algo de nerviosismo a su hija entre sus brazos.
Paul gemía en la cama, sin parar de moverse.
Desde que se mudaron a ese piso, las noches habían sido una auténtica tortura. Y lo seguían siendo.

En su sueño Emily se encontraba medio despierta en la cama, siendo su pasillo mucho más largo y tenebrosamente iluminado de lo que en realidad era.
Se había despertado súbitamente porqué recorriéndolo lentamente, al fondo de éste, un hombre de rostro borroso había aparecido para acercarse a ella de un modo terrorífico.
Ambos habían detenido su paso al cruzarse, y el aire que exhaló la aparición en el oído de Emily la hizo despertar bruscamente.

En su mente solo quedaba el recuerdo de un piso inmenso y tramposo, como cada madrugada al despertar. Las pesadillas apenas le permitían dormir unos pocos minutos seguidos, en los que encontrándose dentro de la trampa del piso onírico, trataba desesperadamente de regresar a una realidad de la que su marido, Paul, también estaba siendo privado.

Pero fueron los gritos de la niña en plena noche lo que más convenció a Emily de pedir ayuda a un profesional.
Un tal Robert Forrester, lugareño de la zona, figuraba en la guía como un experto ocultista a muy buen precio.
Emily miraba fijamente a la ventana del piso abandonado que tenía enfrente mientras asía con fuerza el teléfono en su mano diestra.
Parecía como si de allí surgiese una especie de neblina en ocasiones, que distorsionaba la oscuridad que albergaba la vivienda apenas un palmo dentro de su macabra estancia.

El timbre sonó a la semana de sufrir Emily y su familia aquellas terribles pesadillas.
Cuando vio a Robert, Emily se sorprendió de lo joven de su aspecto, aunque sus ojos no mentían.
A buen seguro aquel hombre había estado expuesto a situaciones límite como la suya en multitud de ocasiones, otorgándole la mirada de aquel que sabe con qué trata.
– Buenos días, señora. – Robert se quitó el sombrero haciendo una pequeña reverencia.
Al dar sus primeros pasos en la casa, Robert pensó en lo tedioso de dedicarse a algo en lo que creía con la simple intención de echar abajo su leyenda. Los fantasmas nunca habían sido para él algo a tener en cuenta seriamente.
Cuando entró en el comedor, en cuya ventana ya pudo ver la pavorosa imagen del tétrico piso del cual le había hablado su clienta, Emily, no se detuvo en exceso a contemplar la estampa.
En lugar de eso echó un amplio vistazo al interior de la vivienda en la que se encontraba, hasta detener su mirada en un altar improvisado con algunas velas en el que la figura de una virgen se erguía de las pequeñas llamas llorando mientras abrazaba a su retoño.
Cuando Emily se percató de lo fija que mantenía Robert su mirada en la figura, le comentó su origen.
– Se trata de una virgen que adquirimos en una tienda de esta misma calle, señor Forrester. Pensamos que antes de entrar aquí haríamos bien en hacernos con una de estas figuras que tanta calma inspira.
– ¿Podría pasar aquí la noche, en el comedor? – La pregunta de Robert pilló por sorpresa a Emily, que abrió la boca para justo después verse interrumpida por el sonido de la cerradura abriéndose. Paul había llegado de su jornada matinal.

Cuando Emily y Paul hubieron hablado lo suficiente, comunicaron a Robert que no habría ningún problema en que pasase la noche junto a ellos, con la esperanza de que éste diese con alguna clave en relación al piso de enfrente, al que achacaban sus malas noches.
Robert les dijo que regresaría a su casa a por unas cosas, y que regresaría antes del anochecer para ponerse en faena. De reojo miraba la figura de la virgen, que le causaba la sensación de sentir los latidos de su corazón fuerte en su sien.
Cuando se despidió y pisó la calle sintió un gran alivio, que solo duró apenas unos segundos.
Descendiendo calle abajo se cruzó con la tienda a la que debió hacer referencia Emily, en la que en un cargado escaparate se agolpaban cantidad de figuras, mientras que en otro más pequeño un altar con grandes velas ostentaba a la de mayor envergadura y detalle.
A Robert le pareció mientras caminaba que de sus ojos manaba un hilo de sangre.


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4 comentarios:

  1. Vaya---- me dejas intrigada, llegará Robert a pasar la noche en casa de Emily?.... ufff que intriga. me gusta

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    1. ¡Gracias Concepción!
      A ver si la tercera parte te convence tanto como su capítulo inicial :3

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  2. Menudo comienzo de la historia. Me dejas con ganas de más. Y es que yo ya habría salido de esa casa. Aunque no sé si me da más miedo, las pesadillas y la casa, o la Virgen.
    Un besillo.

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    1. Ahí estamos María, la Virgen también tiene su punto terrorífico...
      ¡Un abrazo!

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