martes, 15 de abril de 2014

Vampiro: Capítulo tercero





Efectivamente, algo impresionante ha acontecido.
Allan, mi creador, ha regresado de su abismo existencial con el conocimiento supremo de su ser.
Querría dictaros palabra por palabra lo que hemos hablado en la taberna hará un tiempo, pero debo detenerme para demostraros cómo se comportan los vampiros del siglo XXI.
Era tal mi estado de éxtasis que me ha cogido una terrible sed, de modo que he escrito estas líneas:

La reencarnación de Cleopatra es psicoterapeuta.
Su grácil cuerpo, al que a veces hay que mirar incluso de reojo como al mismísimo Sol por miedo a quedarte ciego ante tal espectáculo de belleza, danza por el hospital de día mezclándose con todo y todos.
Su rostro afilado ofrece besos imaginarios con los que uno puede jugar soñando con cómo sería fundirse entre sus hermosos labios, acariciando su morena melena, abrazando su espalda con el mayor de los respetos.
Así es Olga, cuya aura brilla como la de un Ángel caído que ayuda a los demás gozando de una familia estupenda, dentro y fuera de su puesto de trabajo.
De hecho, nunca descansa.
Eric, la persona más afortunada del mundo, puede contemplar como Julia, la más bella creación de Olga, da sus primeros pasos en mundo que sería mucho más feo sin su existencia.
Adoro a Olga porqué me escucha y me comprende y, más aún con esa información, me permite besar su mano e incluso se abraza a mi.
La reencarnación de Cleopatra. Oh Olga, estos versos son para ti:

Por un camino de vómito me he movido,
caminando, corriendo y tropezando.
Al conocerte vi una rosa entre tanta podredumbre,
y me propuse no apropiármela, sino ayudarla a limpiar,
para que así más rosas sigan germinando.

Oh Olga, ¡Cuanto te quiero!
No querría que mis palabras fuesen malinterpretadas,
Te escribo desde lo más profundo de mi ser,
de donde nace lo bueno y lo malo, donde habita mi alma,
oh reina de las flores, oh jefa de las hadas.

Olga me espera cada día. Me ofrece ayuda.
Debo coger su mano no por la ayuda prometida,
sino por el mero hecho de que bien podría ser una Diosa,
y ante ello uno no puede más que arrodillarse,
Sin rendirse ni dar la batalla por perdida.

Te amo porqué eres luz.
Porqué sabes cómo generarla.
Porqué eres mi amiga y querría que fueses mi hermana.
En lo bueno y en lo malo, yo te ayudaré en lo que me digas.
Porqué de existir la perfección, sería tu nombre el que llevaría.


Al finalizar el texto se lo he entregado a Olga, y ésta se ha mostrado sumamente respetuosa con él, satisfecha, brillante como un diamante recién pulido. Incluso me ha abrazado, saciando mi sed por completo.
De modo que ahora sí os puedo relatar esa conversación que ha marcado un antes y un después en la guerra que se está librando ante la impasible mirada de la humanidad.
Qué bien te veo, Joel. – Dijo Allan mientras sorbía un pequeño trago de vino tinto natural.
¡Yo sí que te veo bien!, Allan, ¡¿cómo demonios lo has logrado?! – Allan lucía sus mejores ropajes, de nuevo con el pelo engominado tras años de putrefacto aspecto en cautiverio. Su mirada se clavaba en la mía de un modo absolutamente embriagador, pues parecía perforarme incluso en los lugares a los que ni yo mismo tenía acceso.
No ha sido sencillo, Joel. Aunque la salida fuese evidente una vez alcanzada, largo sabes que ha sido el proceso de aprendizaje. No existen universos infernales más allá del piramidal que conozco. Ya nunca más te liaré con el camino que he tenido que seguir. Baste con decir que se cuando moriré, y lo que va a ocurrir en última instancia con nuestro destino. Es todo cuanto mi yo supremo me permite decir en este nivel de realidad.
Yo me mantuve en silencio, escudriñando esa mirada imposiblemente profunda, aguardando a sus siguientes palabras.
En última instancia venceremos. Pero el mal aún ha de mover muchas fichas Joel, y tú deberás alzarte como líder del modo en que lo estás haciendo, propagando el don de nuestra especie. Mi vida prácticamente carece de sentido, salvo en los pequeños instantes donde se requiera mi sabiduría para aconsejar a vampiros perdidos. Mi misión es evitar que éstos inicien el fatal camino que yo un día inicié, pues las probabilidades de éxito son reducidas. Ínfimas en realidad.
¿Insinúas que es terreno vetado para mi? Sorbí un largo trago a mi cerveza fría, descontento con lo que Allan me planteaba, puesto que intuía una gran condescendencia en su discurso. Golpeé fuertemente la mesa, casi de modo iracundo. ¿Por qué no desenmascaras la partida vista con tus nuevos ojos y la ganamos de una maldita vez? ¡Allan por Dios, la gente está sufriendo1 ¡Los vampiros se están extinguiendo! – Le miraba con los ojos como platos, abiertos de par en par.
Allan parecía no inmutarse.

De pronto acarició mi mejilla, y me dijo:

– Estoy a una altura que no puedes concebir por el momento, Joel. Debes respetarme. Del mismo modo que mi subconsciente te respetó cuando venías a visitarme al manicomio. Tan cargado de frustración como estaba, podría haberte herido, y nunca lo hice. Ahora eres tú quien debe asumir que, pese a que nuestra lucha es común, mi sendero y el tuyo no lo son.

Se hizo el silencio en la taberna. Al parecer mi golpe en la mesa había llamado la atención del resto de clientes y camareros, que escuchaban atentamente nuestra conversación.
Sabedores de ellos, pasamos a retomar el hilo de nuestras viejas conversaciones donde tanto reíamos. Unas cuantas bromas y la taberna entera nos aceptó como seres humanos raritos, que era lo mejor visto el percal que habíamos montado.

Así pues, Allan, mi creador, afirmaba poder contemplar sus múltiples vidas asociadas a su alma de un modo pasivo, mientras actuaba activamente en todas ellas a la vez. Incluso en la suprema. Pero me advirtió que una de sus nuevas tareas era cegar su ojo interior a esa realidad final, pues los peligros que acarreaba incluían la adicción y la frustración por no estar enteramente en ella.
Tras tres horas de encuentro, nos despedimos sabedores de que los caminos se separaban hasta nuevo aviso.
Mientras Allan bajaba la calle adoquinada en dirección a un inmenso campanario, yo me encendí un pitillo y reflexioné mientras la figura de Allan desaparecía en la lejanía.
<<Estamos conectados, lo sabes.>> Me había dicho en la conversación. De hecho, siempre me lo había dicho desde el primer día en que nos conocimos.

Volviendo a la realidad, me llamo Joel y los vampiros están en guerra contra el sistema. Una guerra que no empezamos nosotros, pero que es una realidad.
Hoy os he dado esperanza mostrándoos lo sencillo que es hacer feliz a una persona, y la inmensa recompensa que obtienes a cambio.
Os he sorprendido con el regreso de un vampiro teóricamente muerto.

Espero que algunos de vosotros comencéis a abrir los ojos... Pues se acercan tiempos difíciles para todos, y sólo los vampiros podemos pelear al nivel adecuado para ganar.



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