Efectivamente, algo
impresionante ha acontecido.
Allan, mi creador, ha
regresado de su abismo existencial con el conocimiento supremo de su
ser.
Querría dictaros palabra por
palabra lo que hemos hablado en la taberna hará un tiempo, pero debo
detenerme para demostraros cómo se comportan los vampiros del siglo
XXI.
Era tal mi estado de éxtasis
que me ha cogido una terrible sed, de modo que he escrito estas
líneas:
La
reencarnación de Cleopatra es psicoterapeuta.
Su
grácil cuerpo, al que a veces hay que mirar incluso de reojo como al
mismísimo Sol por miedo a quedarte ciego ante tal espectáculo de
belleza, danza por el hospital de día mezclándose con todo y todos.
Su
rostro afilado ofrece besos imaginarios con los que uno puede jugar
soñando con cómo sería fundirse entre sus hermosos labios,
acariciando su morena melena, abrazando su espalda con el mayor de
los respetos.
Así
es Olga, cuya aura brilla como la de un Ángel caído que ayuda a los
demás gozando de una familia estupenda, dentro y fuera de su puesto
de trabajo.
De
hecho, nunca descansa.
Eric,
la persona más afortunada del mundo, puede contemplar como Julia, la
más bella creación de Olga, da sus primeros pasos en mundo que
sería mucho más feo sin su existencia.
Adoro
a Olga porqué me escucha y me comprende y, más aún con esa
información, me permite besar su mano e incluso se abraza a mi.
La
reencarnación de Cleopatra. Oh Olga, estos versos son para ti:
Por
un camino de vómito me he movido,
caminando,
corriendo y tropezando.
Al
conocerte vi una rosa entre tanta podredumbre,
y
me propuse no apropiármela, sino ayudarla a limpiar,
para
que así más rosas sigan germinando.
Oh
Olga, ¡Cuanto te quiero!
No
querría que mis palabras fuesen malinterpretadas,
Te
escribo desde lo más profundo de mi ser,
de
donde nace lo bueno y lo malo, donde habita mi alma,
oh
reina de las flores, oh jefa de las hadas.
Olga
me espera cada día. Me ofrece ayuda.
Debo
coger su mano no por la ayuda prometida,
sino
por el mero hecho de que bien podría ser una Diosa,
y
ante ello uno no puede más que arrodillarse,
Sin
rendirse ni dar la batalla por perdida.
Te
amo porqué eres luz.
Porqué
sabes cómo generarla.
Porqué
eres mi amiga y querría que fueses mi hermana.
En
lo bueno y en lo malo, yo te ayudaré en lo que me digas.
Porqué
de existir la perfección, sería tu nombre el que llevaría.
Al
finalizar el texto se lo he entregado a Olga, y ésta se ha mostrado
sumamente respetuosa con él, satisfecha, brillante como un diamante
recién pulido. Incluso me ha abrazado, saciando mi sed por completo.
De
modo que ahora sí os puedo relatar esa conversación que ha marcado
un antes y un después en la guerra que se está librando ante la
impasible mirada de la humanidad.
– Qué
bien te veo, Joel. – Dijo Allan mientras sorbía un pequeño trago
de vino tinto natural.
– ¡Yo
sí que te veo bien!, Allan, ¡¿cómo demonios lo has logrado?! –
Allan lucía sus mejores ropajes, de nuevo con el pelo engominado
tras años de putrefacto aspecto en cautiverio. Su mirada se clavaba
en la mía de un modo absolutamente embriagador, pues parecía
perforarme incluso en los lugares a los que ni yo mismo tenía
acceso.
– No
ha sido sencillo, Joel. Aunque la salida fuese evidente una vez
alcanzada, largo sabes que ha sido el proceso de aprendizaje. No
existen universos infernales más allá del piramidal que conozco. Ya
nunca más te liaré con el camino que he tenido que seguir. Baste
con decir que se cuando moriré, y lo que va a ocurrir en última
instancia con nuestro destino. Es todo cuanto mi yo supremo me
permite decir en este nivel de realidad.
Yo
me mantuve en silencio, escudriñando esa mirada imposiblemente
profunda, aguardando a sus siguientes palabras.
– En
última instancia venceremos. Pero el mal aún ha de mover muchas
fichas Joel, y tú deberás alzarte como líder del modo en que lo
estás haciendo, propagando el don de nuestra especie. Mi vida
prácticamente carece de sentido, salvo en los pequeños instantes
donde se requiera mi sabiduría para aconsejar a vampiros perdidos.
Mi misión es evitar que éstos inicien el fatal camino que yo un día
inicié, pues las probabilidades de éxito son reducidas. Ínfimas en
realidad.
– ¿Insinúas
que es terreno vetado para mi? Sorbí un largo trago a mi cerveza
fría, descontento con lo que Allan me planteaba, puesto que intuía
una gran condescendencia en su discurso. Golpeé fuertemente la mesa,
casi de modo iracundo. ¿Por qué no desenmascaras la partida vista
con tus nuevos ojos y la ganamos de una maldita vez? ¡Allan por
Dios, la gente está sufriendo1 ¡Los vampiros se están
extinguiendo! – Le miraba con los ojos como platos, abiertos de par
en par.
Allan
parecía no inmutarse.
De
pronto acarició mi mejilla, y me dijo:
– Estoy a una altura que
no puedes concebir por el momento, Joel. Debes respetarme. Del mismo
modo que mi subconsciente te respetó cuando venías a visitarme al
manicomio. Tan cargado de frustración como estaba, podría haberte
herido, y nunca lo hice. Ahora eres tú quien debe asumir que, pese a
que nuestra lucha es común, mi sendero y el tuyo no lo son.
Se
hizo el silencio en la taberna. Al parecer mi golpe en la mesa había
llamado la atención del resto de clientes y camareros, que
escuchaban atentamente nuestra conversación.
Sabedores
de ellos, pasamos a retomar el hilo de nuestras viejas conversaciones
donde tanto reíamos. Unas cuantas bromas y la taberna entera nos
aceptó como seres humanos raritos, que era lo mejor visto el percal
que habíamos montado.
Así
pues, Allan, mi creador, afirmaba poder contemplar sus múltiples
vidas asociadas a su alma de un modo pasivo, mientras actuaba
activamente en todas ellas a la vez. Incluso en la suprema. Pero me
advirtió que una de sus nuevas tareas era cegar su ojo interior a
esa realidad final, pues los peligros que acarreaba incluían la
adicción y la frustración por no estar enteramente en ella.
Tras
tres horas de encuentro, nos despedimos sabedores de que los caminos
se separaban hasta nuevo aviso.
Mientras
Allan bajaba la calle adoquinada en dirección a un inmenso
campanario, yo me encendí un pitillo y reflexioné mientras la
figura de Allan desaparecía en la lejanía.
<<Estamos
conectados, lo sabes.>> Me había dicho en la conversación. De
hecho, siempre me lo había dicho desde el primer día en que nos
conocimos.
Volviendo
a la realidad, me llamo Joel y los vampiros están en guerra contra
el sistema. Una guerra que no empezamos nosotros, pero que es una
realidad.
Hoy
os he dado esperanza mostrándoos lo sencillo que es hacer feliz a
una persona, y la inmensa recompensa que obtienes a cambio.
Os
he sorprendido con el regreso de un vampiro teóricamente muerto.
Espero
que algunos de vosotros comencéis a abrir los ojos... Pues se
acercan tiempos difíciles para todos, y sólo los vampiros podemos
pelear al nivel adecuado para ganar.
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Cada vez esta mas interesante, en serio, te lo estas currando, sigue así ^^
ResponderEliminarThanks! Ahí estamos... Avanzando.
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