Las botas militares
de su acompañante perforaban la superficie nevada del pavimento.
Tylerskar se
permitió un rápido vistazo al soldado que custodiaba la marcha que
habría de conducirle en presencia del Comandante.
Comandante…
Curiosa palabra, meditó mientras fijaba su vista en la nieve aún
virgen que aguardaba su propio avance. Comandante denotaba mucha
autoridad, ese tipo de autoridad predilecta por parte de la rebeldía
de Tylerskar para ser primero menospreciada, luego insultada y
finalmente violada.
El murmullo de una música alteró el
silencio solo interrumpido por el firme pisar de soldado y preso, si
es que de eso se trataba la escena.
Tylerskar registró por el
rabillo del ojo como una tercera persona les alcanzaba con paso algo
más alegre y despreocupado.
Giró de modo casi
imperceptible su cabeza hacia el soldado solo un segundo, lo justo
para comprobar como su mirada permanecía firme en un hipotético
lejano horizonte, ajena por completo a lo que, ahora sí, Tylerskar
se permitió contemplar.
Una chica que no sobrepasaría por
mucho la mayoría de edad mascaba algo mientras le perforaba con la
mirada chasqueando la comisura de los labios en algo parecido a una
fugaz sonrisa.
Su pelo naranja y
amarillo quedaba aplastado por unos cascos azul turquesa de los
cuales manaba la música que Tylerskar había ido escuchando desde no
hacía mucho.
Cuando éste fue a
abrir la boca, algo absorto por la situación en la que se
encontraba, entre el miedo y las ansias de rebelión, la chica se le
adelantó. Escupió al suelo su tabaco de mascar y alzó sus brazos
delgados y menudos, aunque firmes, deslizando los cascos hacia su
cuello para entonces dirigirse al preso Tylerskar.
– Ya me
tienes aquí. – Su voz era joven y desenfadada, atractiva y algo
grave. – ¿Para qué me has llamado? – La chica echó un vistazo
descarado al soldado que capitaneaba la marcha. – Aunque por lo que
veo me hago una ligera idea…
Tylerskar se la quedó mirando,
en parte intrigado por la chica, en parte esperando la inevitable
reacción, que se antojaba violenta, por parte de su acompañante
militar. Sin embargo, la reacción no llegó. La chica pareció
percibir el desconcierto que tal hecho le generó.
– El no
puede oírme. – Dijo al tiempo que introducía de una palmada una
nueva dosis de tabaco de mascar en su boca. Encogió los hombros
pescando al vuelo sus cascos, y solo un instante antes de
colocárselos Tylerskar preguntó casi como acto reflejo: – ¿Quién
eres?
El soldado, si lo escuchó, hizo oídos sordos.
La
chica, no obstante, sí reaccionó.
– ¿No recuerdas que has
estado pensando en mí?
Tylerskar se la quedó mirando
fijamente, mientras las nubecillas de vapor que exhalaba se perdían
un par de palmos más adelante en la larga avenida desierta que
estaban recorriendo.
La chica le pegó un codazo suave en el
costado, para susurrarle al oído: – ¡Soy Rebeldía!
Tylerskar
se sintió extrañamente reconfortado y melancólico a partes
iguales.
Sintió como su hogar quedaba distante y borroso en esa
situación en la que se veía sumido.
Sintió como la
aparición de Rebelía calmaba y sedaba un malestar crónico que
parecía atenazar su interior.
Y también sintió, y mucho, la
ausencia de su tropa, que súbitamente recordó en un relampagueante
instante de lucidez.
El soldado le sacó
del ensimismamiento.
– El Comandante
está a la vuelta de la esquina.
Tylerskar agudizó su oído
mientras Rebeldía se puso los cascos a todo volumen.
El final
de la avenida estaba cerca, y mientras lo alcanzaban una fina nieve
comenzó a caer sobre el grupo de tres.
Al comprobar que la
nieve no calaba el uniforme de su acompañante, Tylerskar cayó en la
cuenta de sus propios ropajes, en ningún caso indicativos de que su
condición fuese la de preso.
¿Qué clase de juego estaba
viviendo?
¿Se trataba de una trampa?
Rebeldía cogió con
la punta de sus dedos un poco de esa nieve, y Tylerskar quedó
mirando fijamente como, al restregarla entre las yemas, ésta las
ensuciaba en un claro indicativo de que se trataba de ceniza y no de
otra cosa.
Por algún motivo
Tylerskar no podía pensar con claridad. No podía sentirse parte de
algo que no era real, tratando en consecuencia de algo así como
despertar. En su lugar se encontraba absorto en llegar al destino de
la travesía, al objetivo de esa escena en la que misteriosamente
había aparecido.
Debía personarse
ante el Comandante.
Cuando hubieron llegado a la esquina
del final de la avenida, las voces ya se hacían claramente notorias.
Tylerskar se sintió
impresionado cuando vio a un más que nutrido cúmulo de oficiales
secundados por multitud de ciudadanos alzando su brazo derecho a una
figura que, nada más verle, sonrió ampliamente abriendo sus brazos
mientras gritaba al micrófono con energía y aplomo.
– ¡Mira
a dónde hemos llegado, viejo amigo!
El silencio se hizo tanto
en la plaza como en la confundida mente de Tylerskar, que veía
boquiabierto como Resolución, y no otro, era el Comandante hacia el
cual llevaba dirigiéndose toda la jornada.
La multitud
se abrió para dejar paso a ambos, que se acercaron a diferentes
velocidades.
Tylerskar daba pasos
cortos, interrumpidos por la incertidumbre.
Resolución cubría
la distancia velozmente, con una decidida sonrisa dibujada en sus
labios.
Cuando hubo llegado a su posición, le abrazó fijándose
al mismo tiempo en la chica que mascaba con cara de asco.
–
¿Quién es ella?
La pregunta quedó en el aire.
Mientras
Tylerskar perdía su mirada en las altas chimeneas visibles tras unas
esquinas de la plaza, dejó ir otra en un tono que indicaba a la vez
preocupación e incredulidad.
– ¿A quién estáis quemando?
Uoooo.
ResponderEliminarPrimero de todo, me alegro que vuelvas con tus relatos, se echa en falta -_^.
Sobre el relato, la verdad es que te quedas con ganas de mas para saber que esta pasando, ya que creo que todos estamos como Tylerskar de confundidos. Y me gusta que aparezcan personajes nuevos, a ver que nos depara rebeldía y ¿que estarán quemando?