El viento
acariciaba su rostro mientras se deslizaba, duna abajo, por el misterioso y
desolado desierto.
Contemplaba a su
derecha los restos de una civilización olvidada, mientras el sol que anunciaba
ya el atardecer caía en el horizonte.
Pensaba en la
vida que había dejado atrás.
De pronto, su
descenso se detuvo al aterrizar en la base de la gran duna por la cual había
descendido, y tras unos pocos pasos, se detuvo para verse observando todas y
cada una de sus huellas.
Meditó acerca de
qué huella habría dejado en el mundo del cual provenía.
Trató de
aferrarse a logros materiales, a éxitos en campos que en su momento se le
antojaron de gran importancia.
Sin embargo el
desaliento oprimió su interior, pues ninguna de esas cosas parecía ya tener la
más mínima importancia, antojándosele insignificantes como los infinitos granos
de arena que le rodeaban.
Traspasado el
velo de la vida tal y como la conocía, cayó en la cuenta de que las únicas
huellas que de verdad parecían soportar las inclemencias de la existencia eran
las que hubiese dejado en sus seres queridos y semejantes.
Poco a poco, ya
llegado el ocaso, su última huella fue humedeciéndose a cada lágrima que
resbalaba por su rostro hasta caer.
Una pregunta
palpitaba en su mente.
Quería saber si
le llegaría el eco de sus actos en vida.
Si las huellas
que había dejado en los demás le guiarían en ese lugar de vuelta a casa.
Tengo muchísimas ganas de jugar Journey, recientemente me descargué el demo para ps3 y quedé fascinada. Creo que ya te había dicho que adoraba la idea de que unieras estos relatos con distintos videojuegos pero ¡no me canso de hacerlo!
ResponderEliminarMe encantó este relato, muy reflexivo.
¡Saludos!
Journey es buenísimo, te recomiendo que te pases las tres horas que te puede durar del tirón, la experiencia se te quedará grabada para los restos :)
Eliminar¡Sí, me lo has dicho pero también me encanta ver que disfrutas con la mezcla relato-videojuego que voy a seguir jajaja!
Me alegro que te haya hecho reflexionar.
Un saludo Beatrice