martes, 26 de julio de 2016

Día 7: Ciudad (El Señor de los Anillos: El retorno del rey)




La noche cerrada no iba acompañada precisamente de un silencio sepulcral.

Los cielos que cubrían la ciudad blanca reflejaban los tonos rojizos y anaranjados de los fuegos perpetrados por las tropas llegadas de Mordor.

Gandalf recordaba cómo no mucho tiempo atrás había llegado junto a Peregrin Tuk, atravesando los campos de Pelennor, a las murallas de Minas Tirith, la Ciudad Blanca del reino de Gondor.

El mago conocía bien el lugar. Pese a ello, no dejaba de admirar en cada ocasión que se le presentaba la magnificencia del lugar, que había logrado erigirse como la capital del reino en esa Tercera Edad.

La mirada asombrada, casi hipnotizada, del mediano al posar su vista en el horizonte donde la ciudad mostraba su Gran Puerta en el más bajo de los siete niveles amurallados que la componían, quedaba en esos momentos demasiado lejana en su memoria.

Su atención se veía ahora secuestrada por los gemidos guturales de los innumerables orcos que, a los pies de la ciudad, se encontraban en pleno asalto contra ella.

Ya había perdido la cuenta de cuántas escaleras había lanzado al vacío, cargadas de esos indeseables seres. Debía mantener la tensión en la defensa de la ciudad, pues no eran pocas las hordas que lograban aterrizar en el nivel donde la lucha se estaba tornando más feroz.

En la lejanía inmensas torres eran empujadas por gigantescas criaturas a las cuales ni las catapultas lograban detener.

De modo que el mago dio la orden de incendiar esas estructuras infestadas de tropas enemigas.
Mientras la noche avanzaba sumiendo en la duda la esperanza de la población de Minas Tirith, bolas de fuego emergieron de ella en dirección a las torres que implacables se acercaban a sus muros.



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