miércoles, 3 de septiembre de 2014

El espejo de Sarah





Sarah era psicóloga forense.
En su trabajo había resuelto miles de casos, aliviando o castigando, y seguía en ello, pero ya con menos ímpetu, menos efusividad.
La noche del veintitrés de marzo, a la edad de cuarenta años, tuvo una experiencia que quedó grabada a fuego en su interior para siempre.
<< Quizá fue solo un sueño... >> Se decía ya diez años después intentando reducir la ansiedad que el mero recuerdo de los acontecimientos le provocaba.

El caso es que una noche, mirándose al espejo tras lavarse la cara, contempló como su campo de visión se desdoblaba y como, súbitamente se sentía mirándose al espejo y al otro lado de él al mismo tiempo.
Sentía su mirada cargada de empatía y buenas intenciones, que trataba de dar con el motivo de porqué ese reflejo suyo la miraba de ese modo.
Pero al mismo tiempo también sentía la mirada del otro lado del espejo, encendida y furibunda, escudriñándola tratando de dar con la brecha por donde poder hundir los victoriosos dedos de quien da con el talón de Aquiles de su más acérrimo enemigo.
Fue en ese instante cuando se fue la luz.

Era como si hubiese desaparecido todo menos el suelo que las sujetaba. La respiración agitada de la Sarah que solo pretendía ayudar chocaba con la Sarah que, aunque invisible, se podía notar, casi palpar, como anunciando algo que iba a marcar el curso de sus vidas.
La Sarah buena dio un brinco cuando la otra asió su mano y comenzaron a caminar.
Como muertos vivientes recorriendo una eterna senda de sufrimiento contemplaron todos y cada uno de los casos que Sarah había resuelto.
Unos se acercaban a la Sarah más empática en busca de un abrazo que culminaba con sus cuerpos en el suelo de ese abismo y el vello de la psicóloga totalmente erizado.
Otros, en cambio, huían despavoridos tras aguantar unos segundos la mirada de la Sarah que había emergido del espejo, que con unas pocas palabras y alguna que otra pequeña carcajada que solo la primera Sarah sabía escuchar y comprender, provocaba tal reacción.

Cuando hubieron concluido el bagaje, ya repasados todos los casos de más de una treintena de años de trabajo, ambas Sarahs quedaron frente a frente, mirándose tal y como lo habían hecho en el espejo del baño, parecía, mucho tiempo antes.
Estaba claro que la ayuda que la Sarah más calmada y cargada de buena fe le era escupida de inmediato por la otra Sarah, que tan solo aguardaba un descuido, una bajada de guardia, para atacar directa a donde más dolía.
La primera Sarah se percató de que posiblemente la única vía para resolver esa situación era fusionarse con la otra Sarah, a la que conocía bien. Pero la otra Sarah tenía ansias de existir más tiempo, pues no consideraba que estuviese obrando mal, sino impartiendo justicia de un modo que la saciaba de una felicidad casi parecida a la diversión.
Tras horas mirándose fijamente con suma concentración, volvió la luz.

La Sarah que, aún con la cara mojada, miró al espejo, no vio más que su amable mirada, y resopló para sus adentros.
Pero ya no volvió a dormir bien nunca más.
Pues desde esos adentros, cada vez que cerraba los ojos en la oscuridad, le era devuelta una tímida carcajada de quien había nacido para dar con las brechas de las malas personas y hacer de sus defensas mil pedazos para condenarlos al infierno.

8 comentarios:

  1. Una capítulo alegórico. Quien no se ha mirado al espejo y en algún momento de su vida ha sentido de repente inquietud y auténtico miedo. ¿ A ti mismo ? o a quien tienes miedo de ser por esos pensamientos e ideas que a veces te asaltan y desechas de inmediato con pavor por el mero hecho de haberlas intuido. Buen relato.

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  3. Los espejos son el origen de muchos cuentos y leyendas. ¡Muy bueno!

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