martes, 2 de septiembre de 2014

Un paso a la realidad



Cuando las pesadillas comenzaron a torturarle, el chico tuvo que aprender forzosamente la existencia de dos mundos que se entremezclaban en su cabeza.
Pronto, a la edad de siete años, a la agonía de la mayoría de sus agitadas noches se le sumó la agonía en el supuesto mundo real donde se suponía debía estar a salvo.
Sin verdaderos amigos, presa del pánico nocturno, fue creciendo acumulando puñaladas, que su ya por entonces maltrecha mente filtraba en un odio irracional a todo aquel que se acercase para mostrarle algo de cariño y comprensión.
Aceptarlos hubiese sido lo más lógico, lo más sencillo, lo más sano... Pero algo se había despertado en su interior.
Se trataba de una ira rabiosa con la que él podía jugar como si uno más de sus muñecos se tratase.
El truco simplemente consistía en no dejarse conocer, o mostrar las partes adecuadas.

Evidentemente el chico tuvo que crecer hasta la adolescencia para diseñar inconscientemente la técnica. El periplo que lo condujo hasta ese punto era una repetición constante de horribles pesadillas y personas que le fallaban, e incluso herían en lo más hondo de su ser.
Fue en ese punto donde la primera capa de cebolla lo envolvió.
Su risa y afecto quedaron sellados en sus primos, mostrando a los demás una cara de poker que solo su mirada podía romper.
Fue tras una pelea familiar que él orquestó desde el centro del huracán haciéndolo saltar todo por los aires donde lo perdió todo por primera vez.
O eso es lo que sintió.

Eran tantas ya las capas de cebolla alcanzada la madurez que él ya no sabía del todo bien ni quien era. Parapsicólogos indicando direcciones revolucionarias, alucinaciones y delirios que parecían fusionarse a la perfección con sus peores pesadillas y, ya quizá demasiado tarde, la irrupción de un ejército de psicólogos y psiquiatras que parecían concluir lo mismo... La gestación de la locura.
Intentó mantenerse en pie, hasta que finalmente eran tantos los disfraces, tan elevado el miedo a la soledad y tan intensa la ira contenida, que las capas de cebolla dieron paso a una armadura con la que moverse aplastando a placer a los demás, amigos o enemigos, familiares o desconocidos.
Desde dentro de la armadura el sujeto parecía haber sufrido una especie de regresión.
Era como un niño jugando con su juguete preferido.

¿Por qué contener la ira ante alguien que considerabas te había fallado cuando podías volatilizar su corazón?
¿Por qué arriesgarse a moverse a un lugar cuando mentalmente podías crear anticipatorias casi infinitas hasta dar con el motivo de no hacerlo?
¿Por qué dejarse ayudar por una familia que te trata como un niño cuando es la armadura lo único que debería quedar visible de ti?
¿Por qué confiar en unos médicos que te habían encerrado en los lugares más horribles que tu imaginación había podido concebir?

La respuesta, claro está llegó tarde. Porqué el hombre no era quien para juzgar a nadie, y mucho menos viendo la realidad a través de una armadura. Porqué en esta vida hay que caminar y arriesgarse, y hacerlo totalmente ebrio le quita todo el sentido a cualquier paso que des. Porque su familia nunca, jamás, le desearía ningún mal, bajo ninguna circunstancia. Y finalmente, porqué los médicos no ganan nada torturándote, a no ser que te encuentres en una situación muy grave y sea necesaria cualquier tipo de intervención.

Era una respuesta que ponía en jaque todo por cuanto había luchado, por él y por su dios imaginario, durante prácticamente una década.
Era una respuesta que invalidaba severamente no ya únicamente el uso de la despiadada armadura, sino cualquier capa de cebolla inventada o por inventar.
Era una respuesta que ahogaba la ira en un mar de lágrimas, invitándole a moverse sin miedo, confiando en los suyos y en la ayuda de unos profesionales que muy probablemente le conocían mejor que él a si mismo.

La armadura comenzó a pesar una mala tarde y una peor noche. Pero se negó a quitársela. Aprovechó los acontecimientos para iniciar un vuelo suave con ella. Un vuelo de esos que suelen acabar mal para él o los demás.
Tras unas horas de vuelo, una de esas pocas personas que a lo largo de su vida le habían visto realmente, sufriendo generalmente y totalmente aislado de la realidad, le habló sin tapujos acerca de varios temas relacionados con el modus operandi de lo que había creado.

– Esto es para ti. – Le dijo al individuo de la armadura.

Cuando él miró de que se trataba, esperándose ya lo peor, contempló con ojos cansados que se trataba de una preciosa flor.
Y redirigió su odio hacia las preguntas nocivas que durante tanto tiempo se había hecho.
Pues, ahora que tenía la respuesta, se percataba de que esa persona no había hablado con la flamante armadura, ni con ningún conjunto de las capas de cebolla, sino que había hablado con esa persona que tanto se ocultaba y tan esquiva resultaba.
Le parecía una blasfemia agarrar la flor con la armadura puesta, fingiendo que sentía su tacto o podía oler su fragancia.

Finalmente se quitó la armadura y la dejó allí, abandonada en un recóndito lugar del que pasado poco tiempo saldría y esperaba regresar solo para dar unas inmensas gracias a un equipo que, poco a poco, con mimo y paciencia, logró dar con la forma de efectuar un espejo ante alguien que se niega a abrir los ojos.

Ahora sí podía asir con delicadeza la flor.
Olía a vida, a deporte y a formación.
Y tras tanto tiempo perfumado con el olor de la guadaña de la psicosis, putrefacta e irreal, esa flor, ese eco de esperanza, le pareció el regalo más bonito que se le podía hacer a alguien gravemente lesionado en esa zona donde muchas veces te preguntas por qué hay que aferrarse a lo real cuando la mente tiene viajes a tantos lugares.

La respuesta, quizá llegó a tiempo.
En la realidad se hayan todos esos pequeños momentos que dan verdaderas fuerzas para continuar, en un conjunto de caminos que se entrelazan y se separan, pero en los que hay que poner el verdadero empeño por seguir, ya que eso es lo lógico, lo duro y lo bonito de lo real.

6 comentarios:

  1. Excelente, sin comentarios.
    O si, porque tamaño logro no se produce casi nunca. Ser consciente de tantas cosas da una idea de la titánica tarea de lidiar en un universo tan increíble, vasto y peligroso. Conseguir vislumbrar nuestra anodina, aburrida, penosa y, a veces, cruel realidad y además detectar esos pequeños y a la vez grandes detallitos que nos hacen vivir día a día, eso si es un tremendo logro, esa sí es la antesala del regreso del gran escritor. Del dibujante. Y la persona, en este caso una por la que vale la pena apostar. Emhorabuena

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  2. Hola. Aunque sigo tu blog desde hace poco, no he comentado antes. Pero si los he compartido por google+. Por cierto, ayer nominé tu blog al premio Excellence y lo dije tambien por google+.
    en cuanto al relato, muy profundo. Las cosas más importantes de la vida, a menudo son aquellas que les damos menos, y es ante ellas cuando mostramos nuestra verdadera naturaleza.
    Saludos.

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    1. Me alegra que te guste el blog y el relato, ¡Y por supuesto gracias por la nominación!
      Un saludo :)

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  3. Un relato muy bueno. Enhorabuena Victor! Saludos.

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