Todo empezó por ella.
Si imaginásemos nuestra mente como un laberinto, fácilmente
podríamos compararla a una gran ciudad.
Pues bien, yo me encuentro en el centro de esa gran ciudad y busco
la salida a través no solo de las barras de los bares, sino también
del alcohol que cualquier supermercado pueda venderme.
Es inevitable pasear por esa ciudad mental sin percatarse de que
hace mucho tiempo que no pasas por ciertos puntos ya transitados en
tu lioso pasado. Con los bares y comercios plagados de clientes, con
las carreteras plagadas de vehículos circulando a gran velocidad,
vas sintiendo como la soledad va inundando tu interior, que a su vez
la busca a ella desesperadamente, esa mujer a la que una vez amó.
Tu salud se consume a cada trago, a cada porro o cada cigarro que
te metes, convirtiendo el paraíso que una vez representó para ti la
ciudad en un infierno hecho a medida de un hombre hundido en
melancólica soledad.
Por vez primera percibes que todo puede acabar mal, y empiezas a
tener miedo de ti mismo.
Ya que, de nuevo, estás perdido. Perdido en la gran ciudad.
Del transporte público bajan muchas personas, y piensas que la
mayoría de ellas se dirige a su casa con su respectiva familia.
Estás confundido, sientes en tu interior un frío que cada vez más
escala a través de tu interior para apoderarse de toda tu
consciencia, cuando de repente, al otro lado de la acera, una
enérgica voz grita tu nombre.
¿Quién es?
Cruzas velozmente la amplia calle, pero cometes un fatal error y
te ves arrollado por un coche que deja tu magullado cuerpo tendido
sobre el ensangrentado asfalto.
Estás perdido en la gran ciudad de tu mente, y ese accidente
representa de qué modo tu cerebro se ha ido a peligrosos lugares a
los que la gente cuerda no tiene acceso.
Ya no tienes claro quién eres, de donde venías y a donde te
dirigías. Ni siquiera tienes claro donde te encuentras. Te preguntas
a ti mismo mirándote en un espejo imaginario qué es lo que quieres,
suplicándote dejarte en paz de una maldita vez dentro de ese
laberíntico lugar en el que estás atrapado.
De repente abres los ojos y poco tardan en aparecer las primeras
lágrimas de lo que será un auténtico torrente de alivio y
desahogo.
Ella duerme tranquila a tu lado.
Te enciendes un cigarro y recuerdas que has soñado que estabas
solo, perdido en una gran ciudad. Recuerdas que estabas deprimido y
desconcertado, dando palos de ciego por salir de un horrible lugar
que representaba tu propia mente desestabilizada.
Cuanto más recuerdas la fría soledad que sentías en tu sueño
más gritas de dolor por dentro, hasta que te permites el lujo de
apagar el cigarro y girarte hacia ella. Le acaricias suavemente el
hombro y dejas caer la última lágrima, poco antes de caer dormido
de nuevo.
Corres. Estás perdido en la gran ciudad.
Las mismas calles una y otra vez. Ya no sabes a donde dirigirte.
Sientes que has desperdiciado tu vida entera tratando de salir de ese
laberinto usando el alcohol de los bares o supermercados, cometiendo
los mismos errores una y otra vez. Con la única intención de dar
con ella, en medio de la oscura noche iluminada por cruel neón,
quieres gritar alto para que alguien te oiga. Pero nadie puede
escucharte, ni hay atajos posibles.
Estás perdido en la gran ciudad.
Vuelves a recorrer el oscuro sendero de la depresión, vuelves a
sentir el duro martillo del desconcierto. Eres consciente de que te
has vuelto a perder, y que lo estás por ella.
Una ascensión por un edificio en obras te permite ver con algo de
perspectiva elevada la gran ciudad, y cuando llegas a la cima vuelves
a tener claro lo que en un principio sospechabas.
Todo empezó por estar sin ella.
Dedicado al tema Perdut a la gran ciutat de Vintage.
Cuando convives tantos y tantos años con un tema " suite ", un tema que siempre ofrecía matices diferentes a la hora de ejecutarlo eres consciente de lo grande que es. Es un orgullo que se le dedique un relato. Muchas gracias
ResponderEliminarCarlos ( Teclista de Vintage )
Perdut a la gran ciutat es muy, muy grande. ¡De nada!
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