El niño detiene su paso para observar su vestimenta,
un cuerpo humano, para lo bueno y para lo malo.
Lo bueno es que
siente que debajo hay algo más,
Lo malo es que, tras milenios de ciego bagaje,
el destino final se acerca a todo gas.
Un destino construido entre todos,
con nuestras mentiras y nuestros miedos,
saltando al escenario a bailar sin moverse,
como peones en un ajedrez propiedad del diablo,
donde esperamos que un dios tenga a bien a desperezarse.
Mientras tanto la religión nos ase
por donde no hay escapatoria,
y los valientes incrédulos de lo que se nos vende,
dan rienda suelta al monstruo que llevamos dentro,
tratando de escalar la pirámide cruel y fría,
queriendo destruir el ojo que en su cima habita,
quedando desechados en la cuneta,
sin memoria para recordar lo que el niño sentía.
La educación nos coloca las cadenas,
la pubertad descubre todo nuestro peor lado,
la adolescencia nos da a escoger caminos trampa,
unos para acabar estampado,
otros para contemplar el infierno desde otro costado.
Cuando llegamos a adultos, el infierno nos rodea en vida,
y cuan lejos queda el Paraíso.
Sin saber muy bien qué decir,
Con la sensación de estar dándole vueltas a lo mismo,
hasta que la guadaña tenga a bien o mal pasarse por aquí.
Mientras tanto la religión nos ase
por donde no hay escapatoria,
y los valientes incrédulos de lo que se nos vende,
dan rienda suelta al monstruo que llevamos dentro,
tratando de escalar la pirámide cruel y fría,
queriendo destruir el ojo que en su cima habita,
quedando desechados en la cuneta,
sin memoria para recordar lo que el niño sentía.
No puede hacerlo uno solo,
debemos despertar todos al auténtico amanecer,
y para eso escribo, para eso canto,
para eso sufro, me retuerzo y lloro,
para eso vivo, respiro y muero.
¿Qué hay debajo de la vestimenta de piel?
Mientras tanto la religión nos ase
por donde no hay escapatoria,
y los valientes incrédulos de lo que se nos vende,
dan rienda suelta al monstruo que llevamos dentro,
tratando de escalar la pirámide cruel y fría,
queriendo destruir el ojo que en su cima habita,
quedando desechados en la cuneta,
sin memoria para recordar lo que el niño sentía.
¿Qué hay debajo de la vestimenta de piel?
No hay reyes magos,
ni dioses ni diablos,
Debajo hay nuestra energía positiva,
la que nos conduce a alimentar nuestro amor,
la que unida en una gran masa de personas,
podría derrocar al ojo
situándose justo enfrente de su esplendor.
Letra construida a partir del ensayo de Aküô Hunav Ku, "Trepando la Pirámide", en facebook.
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