viernes, 31 de julio de 2015

El coleccionista de sueños: La constante



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El joven caminaba por la base del territorio montañoso, donde un pueblo en apariencia abandonado le presentaba una serie de entramado conformado por estrechas calles donde la brisa del anochecer sumada al intenso frío le hacían desear algo de cobijo.
A la luz de la luna las cumbres de las montañas parecían erguirse de modo inalcanzable. Apenas tenía energías para seguir caminando como lo estaba haciendo, a la deriva y sin esperanza.
Fue entonces cuando atisbo lo que parecía el débil halo de una luz en la entrada de una de las calles venideras, un poco más arriba de la avenida con la que había dado.
Al torcer a la derecha comprobó como la luz provenía de un antiguo farolillo enganchado al costado derecho de la calle en la que ya se introducía.
Se quedó quieto, mirando la estampa, cuando de pronto alguien le empujó.
Era una mujer de delgada silueta, que caminaba a paso veloz en dirección al lugar iluminado.
No parecía necesitar chaqueta, consistiendo su indumentaria en una fina camiseta de tirantes y unos pantalones ceñidos que aterrizaban en un cómodo calzado azul oscuro.
Un sinfín de tatuajes recorrían sus brazos, y el individuo pareció ver que parte de su cara, el lado izquierdo, tenía cicatrices por quemadura.
Ambos exhalaban nubes de vapor al respirar, él mucho más considerables, por lo que siguió con paso firme a la mujer hasta aquel lugar donde el farolillo no hacía más que dar una calurosa bienvenida teniendo en cuenta la fría noche en la que se encontraban.

Al joven le sonaba mucho aquel lugar, al que se le antojaba un regreso constante tras períodos donde descansar de la escalada era siempre un hecho.
Venía de una larga aventura en la que había simpatizado con una agradable mujer que le había robado el corazón.
No sabía cómo, pero tras muchas experiencias en variopintos lugares, tanto de día como de noche, la mujer y él habían acabado juntos, fusionándose en un sinfín de besos que habían encendido el interior del individuo hasta que... Había aparecido en esas tierras, lejos una vez más de cuanto amaba.
Al abrir la puerta su mirada se perdió entre la docena de mesas y sillas vacías que ocupaban buena parte del local.
Hecho de cálida madera, siguió recorriendo con su vista la estancia hasta fijarse en que la mujer con la que se había topado en la calle conversaba agradablemente con el barman. Tímidamente, se acercó y tomó asiento en uno de los taburetes de asiento cuero oscuro.
Mientras se fijaba en la amplia variedad de bebidas que ostentaba el propietario, recordó que por algún motivo no podía tomar nada que pudiese dejarle ebrio, viniéndole a la mente la visión de una de las montañas más altas que aguardaba en el exterior el amanecer de un nuevo día.
Cuando el barman le sonrió de modo pícaro, él tuvo la sensación de que ya le conocía.
– Bienvenido, ¿Qué te trae por aquí? – Tenía la voz rota pero profunda. El joven desvió su mirada para observar de reojo como con sutil elegancia la mujer daba un trago a la copa que tenía frente a sí. El barman prosiguió. – Me llamo Experiencia, y esta mujer a la que pareces no parar de mirar se llama Amor.
El muchacho maldijo para sus adentros, muerto de vergüenza.
Sin hacer demasiado caso de la prohibición de no quedar ebrio, un rato después se encontraba más que animado, dialogando con Amor en una de las mesas desocupadas. Se encontraba más que bien, encendido en su interior por un calor que hacía mucho tiempo no aparecía.
Súbitamente, la mujer se levantó y, sonriéndole, abandonó la taberna.
No mucho antes le había confesado su naturaleza hermafrodita, y su permanente necesidad de sentirse libre en cualquier lugar donde estuviese.

Quedó absorto, mirando a la mesa cabizbajo, víctima del bajón de lo que había bebido.
Tan ensimismado estaba en su pensar que no escuchó la puerta abrirse ni las voces conversar.
– ¿Dices que le pasa a menudo? – Resolución daba la mano a Experiencia mientras lanzaba su pregunta.
– Así es, el chico se planta aquí con ella prácticamente a diario sin recordar la frecuencia con la que acude a este lugar. – Experiencia bebió un poco de la cerveza de barril que tan perjudicado había dejado al visitante y prosiguió. – Siempre me cuenta bellas historias de amor con terrible final. Debe de ser jodido conseguir parte de la paz interior que toda persona necesita para comprobar en pocos instantes su evaporación al despertar de lo que únicamente se trataba de un sueño.
– Y cuando no, las horribles pesadillas, ¿Cierto? – Tanto Resolución como Experiencia, que había asentido por toda respuesta, quedaron pensativos dejando de nuevo la taberna en silencio.
Una tercera voz se unió a la conversación.
Era Rectitud, que lanzaba dardos a la diana, obteniendo grandes puntuaciones a cada tentativa.
– Me parece que ya podemos sacar ciertas conclusiones. La forma en que siente el terror, los objetos de deseo y sus aplicaciones, y por supuesto la constante que siempre aparece, esa mujer llamada Amor.
Todos guardaron críptico silencio cuando el joven se levantó de su asiento y salió por la puerta sin ver ni escuchar a nadie.
Vacío y triste, se dio cuenta de que cuando no era el terror, la tortura venía de la sensación de abandono.
Miró al pico de la montaña que más había tenido en mente últimamente, y suspirando exhaló una pequeña nube de humo mientras subía las solapas de su chaqueta.
Estaba a punto de despertar.
Una vez más, sin nada que llevarse de su mundo onírico.


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4 comentarios:

  1. Me gusta más estos relatos que los de mago (que no significa que sean malos, en absoluto). Estos tiene como mas profundidad y hacen que te quedes pensando durante un buen rato y seguramente cada persona llegara a una conclusión, puede que diferente cada una.
    Te felicito

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    Respuestas
    1. ¿En serio?
      Pues ya haré un poco de todo, en ocasiones Mago me iba bien para no saturarme y hacer de éstos algo indescifrable.
      Gracias Silvia, un abrazo.

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  2. Interesante e intrigante. Más profundo de lo que parece abarcando facetas complicadas como los diferentes abordajes en la personalidad para al final converger en un punto común.

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  3. Me alegra que le hayas detectado profundidad.
    Gracias por comentar, un saludo :)

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