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– ¿Cómo le ha ido? – La voz
resonó en el silencio de la nada como un tambor en un templo
budista, alterando la profunda meditación en la que todos estaban
sumidos.
– Le está yendo, más bien,
Experiencia. – Resolución miraba con postura erguida la escena,
haciendo ver que sujetaba su mentón con la mano derecha.
Ambos se encontraban en el ático de un
edificio cuya terraza hacía un tiempo había estado ocupada
ocasionalmente por la misma esencia del joven del que hablaban.
Tiempo había pasado desde que se
vieron por última vez, y eso representaba siempre un incierto punto
que en ocasiones apuntaba a lo mejor y otras, en cambio, a lo
opuesto.
La noche se mostraba cerrada sin luna y
sin estrellas en aquel encuentro, aunque la falta de visibilidad no
ocultaba la nítida gran negra sombra que, a sus espaldas, les
observaba impávida sin moverse ápice alguno.
– Mírala, apenas cabe en el interior
de esa habitación.
– Es muy grande ya, hay que estar
alerta, se trata claramente de un punto de inflexión en la vida del
chico. – Apuntó Experiencia.
– ¿Alguien sabe si ha tomado bien la
medicación? – La voz de Resolución denotaba prisa militar.
En ese momento el sonido del encenderse
de una cerilla precedió a un murmullo de asentimiento femenino. Al
girarse, Experiencia y Resolución vieron a una mujer con vestido
largo negro y un sombrero con velo, que había apartado para fumarse
su cigarrillo, dirigirse a ellos alzando su brazo con un elegante
movimiento.
Era la primera vez que veían a
Sinceridad, que se mostró en su presentación con una seguridad en
sí misma que impresionó incluso a Resolución.
– No hay duda, el chico la ha tomado.
– Experiencia se adelantó en ese instante a Sinceridad, que
corroboró sus palabras asintiendo con la cabeza.
– ¿Entonces por qué no puede
dormir? – Los tres quedaron quietos en sus respectivas posiciones,
muy atentos a cada movimiento, a cada muestra de terror de una
persona que se agitaba entre momentáneas cabezadas de pocos minutos,
amparada bajo la presencia de algo oscuro muy parecido a lo que
Experiencia, Resolución y Sinceridad tenían detrás con enfermizo
tamaño.
Cuando el muchacho quedó dormido y
comenzó a tratar de exclamar sin más resultado que dar una clara
demostración de su desesperación y sufrimiento, en el ático algo
ocurrió. Algo sin precedentes. Resolución se dio la vuelta y a
grandes zancadas se plantó frente a una sombra que parecía agitarse
como tratando de engullirlo a él y a sus acompañantes.
– ¿Qué está ocurriendo ahí? –
La voz de Resolución no tembló.
Una voz grave, casi de ultratumba y
sobrenatural, pronunció unas palabras dando a entender que estaba
protegiendo al joven de algo mucho peor.
Resolución no paró ahí, pero cuando
quiso hablar, la mano de Experiencia en su hombro le interrumpió.
– No siempre el sufrimiento sin
medida bloquea a los terrores más profundos. Él ya ha pasado por
ambos, y sabemos que puede emerger de ellos sin protección alguna.
De la sombra, cuyo tamaño desde que se
habían plantado frente a ella había disminuido, bailoteó
fantasmagóricamente al tiempo que lejos de ahí, en una solitaria
habitación, el sonido ya audible de un grito callado con tintes de
gemido se hizo escuchar.
– ¿Hay algo de sobrenatural en todo
esto, Sinceridad? – Resolución se mostraba nervioso por vez
primera.
– No puedo discernirlo, pero se que
esta sombra miente acerca de su identidad. Sabe que no es quien
custodia el campo onírico de esa persona.
En ese momento ocurrió lo inusual.
Sombra, por vez primera tuvo nombre.
– Sombra, tú provocas esos sueños,
¿No es cierto? – Mientras Rectitud bajaba de uno de los elevados
bordes que limitaban la terraza con la larga caída a la calle
dirigiéndose con la mirada fija y media sonrisa en boca hacia una
sombra que cada vez tomaba más forma corpórea, Rectitud dejó en el
aire su pregunta.
Tras rodearla entre todos, Sombra
confesó lo que el chico estaba viendo en sueños.
Se trataba de la habitación de casa de
sus padres fusionada con la habitación en la que se encontraba.
El muchacho sabía, era consciente, de
esa imposibilidad y quería escapar del sueño forzándose a
despertar con gritos desesperados, pero lo único que conseguía era
viajar entre espacios diferentes conectados a la perfección, en una
trampa que le mantenía sin respuesta alguna en su cuerpo a los
movimientos que ordenaba, ni tampoco a los intentos de hacer sonar su
voz.
En su habitación encontraba la tortura
terrorífica a la que había sido sometido antes de caer dormido, y
en la otra sabía que solo había más y más sueños, más y más
desesperación.
No obstante lograba moverse un poco en
la zona onírica, de modo que siguió a su pareja hacia una terraza
interior donde, tras discutir y bromear sabiendo que aquello no
estaba ocurriendo, ella lo arrastró hacia una caída mortal.
Cuando miró al suelo, en el ático
Sombra estaba acorralada.
– ¡Haz que se despierte ya!
Resolución zarandeaba lo poco que
quedaba de la sombra que habían intuido Experiencia y él justo
cuando la conversación tenía comienzo.
Pero el chico volvía a estar, por
enésima vez, observando las dos habitaciones a las que parecía
superponerse una tercera.
– Sombra nunca cede... –
Experiencia mostraba los labios apretados denotando su cabreo.
Rectitud levantó sus dedos en ese
momento.
Todos le miraron.
Perdió su mirada en la negra Sombra y
chasqueó una vez.
Una habitación desapareció.
Chasqueó de nuevo.
El chico, de un bote que lo mandó al
comedor a toda prisa, despertó.
Eran casi las cuatro de la madrugada y
la tortura había durado unas tres horas.
Recordó como una parte de él había
logrado aterrizar en su sueño, y quedó sentado, sumamente
concentrado, aguardando el amanecer.
En el ático Sombra había desaparecido
al tiempo que el sol comenzaba a asomar fundiendo en furiosos
anaranjados las nubes que decoraban los cielos aquí y allá.
– ¿Cómo sabes que está en el buen
camino? No es nuestra primera batalla en este campo. – Preguntó
Resolución.
– Monstruo ha desaparecido de golpe.
Y él ha logrado despertar asumiendo aquello que será su talismán
de ahora en adelante.
Experiencia miró a resolución,
mientras una niña y una elegante mujer de repente aparecieron dando
un paseo por la solitaria calle. Sonreía mientras proseguía..
– Cuando nadie puede ayudar, es
cuando más ayuda necesita él. Sin embargo, esta vez, ha mirado a
Sombra a los ojos. Solo, sin nadie a su lado.
Rectitud asintió exhausto mientras los
tres contemplaron como el sol bañaba las inexistentes calles de un pasado
que simbolizaba el punto de encuentro ideal para dialogar con calma
todos y cada uno de los días.
Pero, sobretodo, todas y cada una de
las noches.
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Ya están aquí. Como férreos defensores de la claridad y el sentido común adquieren vida y lanzan campanazos químicos de advertencia en la búsqueda del equilibrio. Como en una noche pavorosa de por si en la que conciliar el sueño es ya una tarea difícil puedes verte afectado por pesadillas tremendas en el periodo de sueño en que no deberían aflorar y menos hacerse prácticamente conscientes. El relato es buenos, pero más buena es su resolución. Y a estos personajes me uno en la defensa y la lucha que el autor está ejerciendo en estos momentos. No estás solo.
ResponderEliminarMe alegra que te guste el conjunto del relato.
EliminarEsperemos que los relatos encuentren pronto una conclusión, o el protagonista deberá caminar a través de una tortuosa aventura en busca de un descanso que no parece dibujarse dentro de esta tormenta que ha significado la primera noche.
¡Gracias por comentar!
Buen comienzo. Voy a por la segunda noche. Menudas pesadillas. Un abrazo.
ResponderEliminarMe alegra que te guste, a ver que tal la segunda noche. ¡Un abrazo!
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