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Era una noche tranquila para la mayoría
de habitantes del pueblo.
Sin embargo para el joven el atardecer
era indicativo de que poco tiempo restaba para que llegasen esas
horas de la jornada en las que la tortura podía tener inesperado
comienzo.
De modo que cuando despertó en el sofá
no pensó y sin dilación emprendió el camino a su cámara de
tortura particular, la cama donde el sufrimiento en ciertas noches no
parecía conocer límites.
Cerró los ojos y se durmió, esta vez
sin sufrimiento previo, sin señal de alerta alguna que le preparase
para lo que tenía por delante.
Se encontraba escuchando la música de
su ordenador encendido aunque sin ser consciente de que ese era su
verdadero origen.
Caminaba por el centro de su pueblo
dirigiéndose a lo que quedaba de un antiguo pequeño teatro, ahora
reformado en su sueño.
Al entrar un recuerdo le asaltaba una y
otra vez.
Un precioso tocadiscos decoraba su
pequeño hogar sin apenas amueblar. Pero no tenía nada para hacer
sonar en él.
Pese a no disponer de demasiado dinero
crecía su corazonada de que en ese lugar podía encontrar a buen
precio la banda sonora de su película preferida.
Ensimismado en ello, recorrió
diferentes estancias del pequeño lugar, de bajo techo y cargado
ambiente.
Finalmente encontró en un pequeño
rincón lo que andaba buscando, en una vieja estantería de madera un
montón de vinilos se amontonaban unos con otros y sin dilación el
muchacho comenzó a buscar entre ellos.
Una, dos y tres veces tuvo éxito,
tenía en sus manos a buen precio la banda sonora de una trilogía
que en su mente prometía grandes tardes de inspirada relajación en
su sencillo domicilio.
No obstante, al echar un último
vistazo a lo que tenía en las manos, algo terrible ocurrió.
Eran revistas con discos de apoyo
acerca del cómo se hicieron las películas.
En ese instante el joven que se sacudía
en las sábanas estuvo a punto de despertar.
Sin embargo se resistió.
En lugar de dejarse llevar por esa
pista de que todo era en verdad onírico, preguntó a una mujer
responsable del lugar dónde podría encontrar más vinilos cerca de
allí.
Y dieron un paseo, un largo paseo por
lugares donde en lugar de inhóspito abandono había inmensas
escaleras mecánicas. Se vio a si mismo desde fuera, junto a la
misteriosa mujer que al parecer se creía alcaldesa de la ciudad,
dando saltos por diferentes plataformas, en un vagar que se antojó
longevo como mínimo de varias horas.
Aconteció que regresaron al viejo
teatro sin resultado alguno.
Muchas parejas cenaban tranquilamente
cuando el joven se percató de que estaba parcialmente desnudo.
Mientras se vestía la supuesta
alcaldesa cambió de carácter, mostrándose cada vez más
desequilibrada y hostil.
Él tuvo en ese momento la imperiosa
necesidad de despertar.
Pero mientras dejaba su calzado atrás
consciente de que nada de aquello era real, supo al mismo tiempo que
no podría escapar de aquel lugar sin el permiso de la mujer.
Una mujer que con el paso de veloces
segundos perdía porte y elegancia, ganando peso y encorvando su
postura, hasta el punto en el que mirarla comenzaba a producir un
intenso terror.
– Se le está yendo de las manos. –
Dijo Resolución desde ningún lugar en particular. – Sombra, acaba
con esto de una vez. – Todos sabían en su fuero interno que
aquello no iba a acabar bien, pero no podían tolerar toda una noche
en esas circunstancias. Sombra se había vuelto a exceder y en la
oscuridad de la noche volvía a crecer más y más.
Experiencia emergió entonces
haciéndose corpórea en el piso donde el tocadiscos aguardaba a
poder sonar con una compra que en verdad nunca tuvo oportunidad de
hacerse realidad.
Este es el objeto de deseo, la
necesidad imperiosa, de esta nueva noche. – Dijo dando golpecitos a
un aparato ya rodeado de Resolución, Rectitud y el propio
Experiencia. – Si queremos acotar a Sombra, tenemos que comenzar a
prestar atención a las migas que sigue el joven hasta acabar en el
lío que se encuentra ahora.
¿Quién es esa mujer? – Preguntó
una pequeña niña llamada Ilusión a su acompañante, una esbelta
mujer de elegantes ropajes llamada Esperanza. Sin embargo no obtuvo
respuesta, tan solo la triste y alicaída mirada de una Esperanza que
acarició su rubio pelo sin poder taparle los ojos, algo que ninguno
de los que se encontraban en esa habitación nunca podían hacer.
Todos lo vieron.
Preso del pánico, el joven seguía
dando zancadas hacia pisos inferiores a una mujer que ya no era una
mujer sino algo extraño, temible y pavoroso, que bajaba emitiendo
extraños sonidos agudos hacia una oscuridad que poco a poco fue
tragando al muchacho.
Hasta que la alcanzó y la abrazó,
momento en el cual abrió los ojos sintiendo en su habitación un
súbito e intenso escalofrío.
Solo había pasado en realidad media
hora desde que cayó dormido.
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Y como en un nexo lleno de laberínticos planos una vieja y conocida sombra nos va proponiendo historias a cada cual mas amenazadora y espesa. La intervención de los personajes rebaja algo la tensión, aunque siempre acabe con esa sensación de impotencia. Saludos
ResponderEliminarEste diario lo debería haber escrito desde que tengo memoria.
EliminarLa intervención de los personajes es lo que me mantiene cuerdo... Un saludo.
¡Qué horror tener noches así! El final me ha encantado. Esa última frase cuando nos dices que solo había pasado media hora, y te da la sensación de agobio porque sabes que aún le queda mucha noche. Genial. Un abrazo.
ResponderEliminarVaya que sí :(
EliminarMe alegra que te haya gustado el capítulo ^^ realmente siempre al despertar aún queda noche por cortar... Un abrazo María.
Muy bueno, como siempre, me gustan estos relatos de terror, pero también me apenan, por que muchos de estos relatos son sobres tus pesadillas >w<. Pero plasmarlas también es bueno, así que sigue así
ResponderEliminarLo voy a empaquetar todo con un par de capítulos más y estará listo para descarga.
EliminarLas pesadillas... Esperemos que algún día cesen.
¡Gracias por comentar, un abrazo!