miércoles, 8 de julio de 2015

El Nexo: Capítulo 1.11



11

Apoyado contra una pared, cerca del calor de una hoguera que se consumía, un bastón de ocho emblemas parecía alzarse vigoroso allí donde el resto de objetos ya dormían.
Vulcany descansaba tras una más de sus largas jornadas de trabajo en los diferentes bosques arrasados, y el crepitar de la hoguera proveniente del piso inferior hacía las veces de relajante ambiente que favorecía el reposo del mago.
En ocasiones fruncía el ceño y se movía, incluso pretendiendo abrir la boca para exclamar algo.
Sin embargo la oscuridad atacaba con mayor intensidad cerca del alba, momento en el cual sus sueños se tornaban más tortuosos y complejos, y en ocasiones hasta le parecía al joven mago de aspecto anciano que se mezclaban macabra y deliciosamente con la propia realidad, privándole de escapatoria.

Aunque en ese momento no era así.
Aura lanzaba pequeños y grandes círculos alrededor de la base del bastón, cuya robusta manera parecía emanar un tono violeta ante la mágica luz desprendida por el hada.
En su cúspide, ocho emblemas de marfil coronaban el bastón, culminando así su belleza perenne.
Primero el de la cabeza de lobo, que permitía a Vulcany comunicarse con las distintas especies.
Segundo el emblema de protección, que perfeccionaba el hechizo de invisibilidad hasta forjar un campo en el que nada indeseable pudiese penetrar.
Luego el de la rama tétrica, con el que se podía transformar todo un bosque como Ymka había hecho con su hogar, e incluso obtener copias de uno mismo con variopinto uso.
Frío y fuego, uno al lado del otro, para ser usados a pequeña o gran escala.
Un hada, preciosa y delicada, que emanaba luz blanca.
La figura de un águila, que otorgaba la capacidad de levitar, volar incluso con el poder suficiente, a su poseedor.
Finalmente el emblema que más valor tenía para Vulcany, más aún ahora que se encontraba sumido en la labor que le ocupaba. Se trataba de un simple pétalo, situado en el extremo más alto del bastón, que permitía al mago dotar de vida al bosque con mayor celeridad que la del propio curso natural.

Ocho emblemas, recopilados con prisa dada la amenaza que suponía la cercanía de las hordas de condenados, y que suponían una importante carga de responsabilidad para Vulcany, que había visto que desatando su furia y perdiendo el control dicho poder podía alcanzar unas cotas de destrucción incontrolables.
Aura danzaba y danzaba, alrededor del bastón y aproximándose a la hoguera.
Su intención era proteger al mago de unas terribles pesadillas que ella sí intuía, logrando con creces su cometido.
La mágica luz violeta que cubría como una fina niebla el piso inferior de la cabaña de Vulcany era claramente contraria a la energía negativa de lo que Ymka había catalogado como lo Oscuro.

Desde el exterior, una bella noche iluminada por una gran luna mostraba, frente a la entrada de un frondoso bosque mágico, una cabaña que emanaba por todas y cada una de sus rendijas un juego de luces donde en ocasiones tomaba más intensidad el naranja del fuego de la hoguera, otras la luz blanca que emanaba el bastón cuando Aura casi acariciaba los ocho emblemas de marfil, y por último un extraño violeta que, sin duda, fortalecía la paz en el reposo de un mago que, con la primera luz de la mañana, habría de lanzarse de nuevo a la reconstrucción de los bosques.

No obstante, antes de llegar la hora donde lo Oscuro parecía poseer la mente del mago, en ocasiones Aura volaba hacia su lecho contemplándole tiritar presas de un gran frío o sudar de un modo infernal.
Los emblemas del frío y del fuego, para cuya obtención Vulcany tuvo que enfrentarse semidesnudo a una tormenta de hielo ante la cual no tenía el poder suficiente como para hacer durar toda la misión de búsqueda su hechizo de cobijo, causaban mella en el interior del mago.
Demasiados acontecimientos en muy poco tiempo.
En cualquier caso Vulcany ya no podía abandonar.
Y no estaba solo. Con Rahn durmiendo afuera, Aura velando por sus sueños, la elfa encantada con su labor y ese impresionante bastón de ocho emblemas, el mago habría de recuperarse ante unos acontecimientos que ni él mismo podía imaginar.
El crepitar de la hoguera fue menguando, la luz desvaneciéndose, y en algún punto de la noche lo único que acompañaba ya a los suaves ronquidos del mago era el sonido de una naturaleza que le daba las gracias por todo cuanto estaba haciendo por ella.


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6 comentarios:

  1. Bravo Victor! Ansiosa por leer más! Qué buena compañía tiene el mago! Te leo!

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  2. Bien, esto va cogiendo cuerpo y profundidad. A falta del corrector me parecen añadidos muy necesarios y que denotan maduración y estilismo. Adelante, pues. Saludos

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  3. Mucho mejor así, con estas cosas consigues darle más profundidad a mago y también ayuda a comprenderlo mejor y sin precipitarse.

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    1. Sí, debí hacerle una revisión la verdad... ¡Pero esto es El Nexo!

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