martes, 28 de julio de 2015

No me sueltes



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Se encontraba lejos de la cima que una vez conquistó. Muy lejos.
Había caído paulatinamente a lo largo de la escarpada ladera, frenando el ritmo como buenamente pudo, hasta sentir como su Dios se transformaba en cuanto todos decían.
La majadería de un loco que nunca obtuvo triunfo, ni mérito, ni verdad.
Distantes y perdidos en un horizonte ya invisible quedaban los recuerdos donde él bebía de la energía para transformarla en acciones que despertaban sonrisas por doquier.
Tan distantes eran, que ni en su círculo más allegado encontraba consuelo. Tan solo recibía piedras.
Como un mesías nacido a destiempo, recibía los golpes de la injusticia y la falta de memoria, convertidas para la ocasión en necias frases disparadas sin piedad alguna a aquel que un día logró volar y logró discernir los errores de un mundo destino a la inanición de emociones, particularmente de amor.

Y así fue cayendo y cayendo, sin recordar qué era lo que aguardaba en la base de ese territorio montañoso.
Unas cuevas oscuras que te hacían esclavo nada más pisar su superficie.
Cuando se hubo percatado de cual iba a ser su destino, sólo entonces pidió ayuda.
Pero las piedras que recibió le hicieron odiar a cuantos le rodeaban, inyectando su mirada de una descontrolada ira que ansiaba por encima de todas las cosas arrastrar a todo ser viviente junto a él.
Sin embargo lo volvió a intentar.
Suplicó y se arrastró, lo suficiente como para escuchar el lejano eco de la voz de aquellos que tenían en su mano la llave para librarlo de su sufrimiento.
No había ni rastro del glorioso pasado que una vez lo condujo a la existencia de un modo nunca previsto por unas personas de humilde origen.
En su lugar, se le dieron consejos para seguir arrastrándose por el lamentable camino lleno de penurias que ellos sufrían, sin percatarse de la inercia que inexorablemente arrastraba a esa persona a su temible destino.

Fue entonces cuando el individuo sintió su cuerpo flotar.
Estaba cayendo por el conducto que conducía al entramado de cuevas.
Con todas sus fuerzas se cogió del borde, con una sola mano, soportando todo el peso de su cuerpo.
Una mano agarró su brazo.
– ¡No me sueltes! – Dijo sumido en desesperación.
Era Stela, su pareja, que con ojos cansados y expresión vacía contemplaba la escena desde la superficie.
Ella no acarició su mano, en lugar de eso la colocó en la áspera roca que pisaba y le invitó a salir por su propio pie.
El individuo maldijo para sus adentros.
No encontraba sentido alguno a que la espeluznante ventolera que lo empujaba hacia abajo con máxima potencia no estuviese afectando a su compañera.
Trató de explicarse. Lo hizo con todos los medios posibles.
Pero lo único que obtuvo a cambio fueron más pedradas, más disparos, mientras ya entre lágrimas se preguntaba una y otra vez dónde debía encontrarse su Dios, aquel que nunca lo dejó solo.
Lo iba a necesitar ahí abajo.

Al soltar su mano víctima del huracán, que sólo a él parecía afectar, se preguntó a qué mundo debían pertenecer el resto de seres humanos.
Soñó con lo sencillo que debía resultar avanzar en él, tan sujeto como estaba al cáliz de lo superficial, al mérito de la repetitiva constancia, al defenderse uno mismo de lo desconocido simplemente con un cerrar de ojos.
Y odió, sintió como algo monstruoso despertaba de nuevo en su interior sediento de sangre.
La única que le daría sería la suya propia.
Si es que algún día lograba salir de las cuevas donde tanto tiempo pasó en su pasado, y de las que tanto vano esfuerzo empleó para salir.

– Vivimos en un mundo cruel. Eso lo dicen todos. Unos pocos conocen la realidad. Y, en algunos terribles casos, están solos enfrentándose a la oscuridad que genera la carencia de un Dios que todos, sin excepción, se empeñaron en destruir porqué lo bonito e invisible no tienen cabida en en un lugar donde priman la falsedad y el egoísmo. – Pronunció esas palabras cabizbajo, consciente de la oscuridad que le rodeaba.
– ¿Por qué dices eso? Tú la quieres. Los quieres a todos.
¿Quién era él? ¿O ella? ¿De dónde provenía esa voz?
Cuando la desesperación roza lo insufrible, pueden ocurrir milagros, chispazos, que nos hacen avanzar incluso por los lugares donde nadie que solo es capaz de ver la luz se atrevería a entrar.
Miró arriba, a la entrada de la cueva por la que había caído.
Y resultó que Stela y los demás no le ayudaron a salir, sino que bajaron con él una vez más.

Ciego en la oscuridad de la caverna, se le había escapado el detalle de que siempre arrastró consigo mismo a todos los demás, y si él no encontraba la salida, nadie lo podría lograr.

8 comentarios:

  1. "...le dieron consejos para seguir arrastrándose..." Un texto que refleja la vida de muchas personas dentro de este "mundo maravilloso" qué juntos hemos formado o "transformado". Muy bueno, Víctor. A veces cuesta salir de lo profundo, a veces no queremos ayuda o no nos la ofrecen, pero siempre está la salida de esa " cueva", la misma por la que hemos entrado. Lejana, si, pero existe.
    ¡Un abrazo!

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    1. Lo profundo siempre aguarda, mutable y adaptable al momento de tu vida en que te encuentres, para acogerte y perderte en su laberíntico interior.
      A veces la salida no es más que una trampa que te conduce más hondo.
      Sin embargo otras logras verla con claridad, y falta que escales sin temer mirar abajo, pues allí por mucho que te atrape su esencia solo aguarda el dolor y la desesperanza...
      Gracias por leer y comentar Hada, un abrazo ;)

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  2. Por eso a muchos, yo me incluyo, nos gusta vivir y disfrutar del mundo inventado y de la fantasía. ;)

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    1. Es complicado que te dejen vivir ahí sin interrupciones, pero sin duda es toda una experiencia :)

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  3. Genia relato. Solo nosotros mismos podemos salir de nuestra oscuridad. Aunque sí es en compañía de la gente que queremos y que nos quiere mucho mejor y más fácil. Muy bueno, me ha encantado. Un abrazo.

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    1. ¡Me alegra que te haya gustado!
      Lo has resumido realmente bien.
      El problema de esa oscuridad es que suele ir dejándote solo, apartándote de todo y todos.
      Un abrazo María.

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  4. Que lejos está el mundo ideal cuando bajas a las cuevas. ¿ Ideal ? ¿ Existe ese mundo ? ¿ O es más bien la búsqueda de nuestro propio equilibrio la que nos marca las fronteras de lo asumible ?. Por supuesto si un ser humano se encuentra sólo su descenso es asimismo solitario. En caso contrario se produce la curiosa situación de que los que descienden con él son los que realmente se preocupan y luchan contra ese injusto y aterrador viaje a la desesperanza y el vacío. De forma hierática se puede lidiar con el sistema y sus variables pero es el descenso de esos que comparten más íntimamente lo que hace que esas cuevas sean si cabe más aterradoras. ¿ Por qué no me ayudan ? ¿ Es que no valoran lo que he hecho por ellos ? ¿ Tan sólo estoy ?. En el solitario y oscuro reducto en que a veces se entra no se ve nada, no se entiende nada, y entonces se dispara con fuerza, con fiereza, con crueldad, buscando alguna reacción, algún atisbo de algo que alivie temporalmente. Como por encanto todos los personajes de apoyo desaparecen y, en su lugar, la sombra crece y crece invadiéndolo todo, devorando amigos, familia, parejas... Hasta que una pequeña luz se enciende, una solitaria cabaña con un fanal amarillento llama y llama sin descanso hasta que consigue que su refugio sirva para algo y nos intenta preparar para nuestra vuelta a... ¿ Un mundo ideal ? Seguramente los seres queridos son los seres más odiados porque no permiten la caida, pero a diferencia de Kafka aquí, en este relato, no se juzga al sistema sino a los allegados que descienden una y otra vez a las cuevas. Y lo seguirán haciendo sin descanso ¿ Por qué ? Porque el protagonista lo merece. Muy buen relato. Saludos

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    1. Genial disección de lo propuesto en el relato.
      Cuando caes acompañado a las cuevas, es tal el estado de desesperación que cuando acontece la ceguera tan solo queda atacar y amenazar, revolviéndose uno como un animal enjaulado.
      El mundo ideal no existe en esta vida, pero sí una rutinaria normalidad que a algunas personas se les antoja a ciertas alturas idílica.
      Gracias por leer y este gran comentario, ¡Un saludo!

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