La mujer gata, como no le gusta que la llamen, se revuelve en su
fuero interno presa del borde más agresivo de un huracán emocional
que no le da tregua.
Tan solo unos pocos momentos de paz, instantes en toda un vida, la
hacen reflexionar y darse cuenta de lo peligroso de su situación.
Seduce y conduce a su terreno a otras personas, que cuando quieren
darse cuenta de a dónde se dirigían en ese simpático juego de
caminar con los ojos vendados confiando en el guía, descubren
horrorizados de que se encuentran en uno de los filos de navaja más
peligrosos que pueden existir.
Y es que ella tiene la sangre contaminada.
Entendemos sangre por todo el flujo artístico que una persona
puede condensar en su interior. Ya sea capacidad para el dibujo, para
la música, para la escritura, todo ello conforma un canal sanguíneo
del que muchas personas carecen y unas pocas nacen con ello.
La mujer gata, como no le gusta que la llamen, nació con esas
cualidades bien potenciadas. Fluye mucha sangre por sus venas, pero
el huracán emocional que la sacude haciéndole dar vueltas y vueltas
alrededor de un mismo punto desplazándose por todo el planeta hace
que el flujo se vaya contaminando lenta, paulatinamente, aunque de
modo constante.
Nadie hace nada por evitarlo.
Es una tragedia anunciada para el buen observador.
Personalmente me encantaría poder ayudarla a dejarse ayudar como
es debido, pero tal y como te acercas al borde del huracán, éste se
desmelena y te aleja a gritos desgarrados de orgullo amenazándote
con llevarte a ese filo de navaja tan molesto, tan cruel y
despiadado.
No obstante hay quienes lo intentan, una y otra vez, sabedores que
si ese huracán se detuviese, si la mujer diese la orden de
desactivación, toda la sensibilidad artística que conforma su
sangre se estabilizaría dando unos espectaculares resultados que
harían llorar de emoción al planeta que ella misma se encargó de
desolar durante la primera mitad de su vida.
La mujer gata, como no le gusta que la llamen, en ocasiones huye
de su propio fantasma, un horrible ser que, demacrado, la asalta en
ocasiones obligándola a correr sin rumbo. No sufras mujer, se le
habría que decir, que no es más que un mentiroso reflejo de un
tramposo cristal nacido de tu contaminado interior. Pero el huracán
hace las veces de guardián de los acontecimientos, y hay que dejar
que corra, que huya, rezando para esperar su regreso a salvo.
Ella no es culpable de que su flujo sanguíneo se haya visto
contaminado, no es culpable de que su condición de artista contenga
una horrible contradicción en su interior más profundo. Su alma es
humilde y de ahí surgen sus mejores obras, pero su coraza de vano
orgullo las envuelve en un papel de regalo mal escogido que hace que
pocos quieran abrirlas de un modo receptivo.
Esto la enerva. Le hace entrecerrar los ojos buscando culpables,
ignorante de un modo absoluto de que, mientras el huracán emocional
esté activo, nunca cambiará el papel de regalo, y su obra nunca
estará completa, pues completa sería que fuese presentada desnuda,
sin envoltorio ni dedicatoria, gratuita al mundo entero.
La mujer sensible, como le gusta que la llamen, avanza dando palos
de ciego hacia un destino incierto. Por muchas metas que se marque el
huracán la desplaza en dirección contraria o destruye su objetivo
sistemáticamente. La mujer sensible debe suprimir su propio huracán
para dejar de bailar sobre la cuerda que se sujeta sobre su dantesco
filo de navaja, para dejar de conducir a otros a ese horrible lugar
en el que todo está deformado, antinatural, despiadado y afilado.
La mujer gata sensible, a lo que no sabe que sentir ni que
responder, sostiene en sus suaves manos la contradicción que la
destruye en lo más profundo de su alma. Debe llegar hasta ese punto
para resolverla. Y el huracán se apagará. Y saldrá el sol. Y ella
reirá. Y todos se acercarán.
Nunca había tenido tanto miedo de mirarme a un espejo, porque sabía que lo bordarías. No sólo literariamente, también psicoanalíticamente. Pero no es eso lo que más me ha sorprendido, sino el hecho de gustarme mi reflejo en tu espejo, incluidos todos mis defectos. Supongo que porque también has destacado mis cualidades y porque... de algún modo, me haces entender que "soy especial". ¡Maravilloso, Víctor! Me has alegrado el día con mi cautivadora descripción.
ResponderEliminarVaya... Cada tecla que pulsaba era arriesgada. Me alegro mucho de que te guste lo expuesto, y aplaudo tu valentía al mostrarte como el objetivo del análisis. Gracias por tu tiempo leyéndome y comentándome.
EliminarCiñéndome a la literatura un buen ejercicio de fina y fluida prosa. El relato es profundo y quirúrgico. Y poco más puedo decir puesto que este ensayo parece lo que dice el comentario anterior, una disección psicoanalítica.
ResponderEliminar¡Gracias! Yo prefiero llamarlo foto literaria ^^
EliminarBuenas, el escrito como siempre muy bien, sobre lo que escribes la persona o personas que describes, que por desgracia hay unos cuantos, en mi opinión no se merecen llamarse ni gatos ni sensibles, lo primero porque los gatos son independientes, elegantes y sumamente astutos, lo segundo, una persona sensible no se dedica a arrastras a las personas de su alrededor y hacerles daño, para mi esta gente es gente ciega que puede que en algún momento abran los ojos y se escandalicen de las cosas que han hecho, dicho o no dicho, pero no hacen nada para arreglarlo y estos momentos de lucidez (por decirlo de alguna forma) duran nada y menos ^^
ResponderEliminarPD: La canción y el titulo van por la película de confession ¿no? Es una gran película ^^
Hace falta mucha valentía para aprovechar un momento de lucidez, como si de un surfero amateur te tratases y viniese la ola de tu vida en segundos. En el texto digo que a ciertas personas no les gusta ser llamadas mujer gato y que prefieren el término sensible, pero en ningún momento afirmo que sean ni una cosa ni la otra.
EliminarY sí, la canción está íntimamente relacionada con la película Confessions, buenísima ;) (Sobre todo la escena de la contaminación masiva de alumnos)
¡Gracias por leerme y comentar!