domingo, 18 de mayo de 2014

Sangre contaminada



La mujer gata, como no le gusta que la llamen, se revuelve en su fuero interno presa del borde más agresivo de un huracán emocional que no le da tregua.
Tan solo unos pocos momentos de paz, instantes en toda un vida, la hacen reflexionar y darse cuenta de lo peligroso de su situación.
Seduce y conduce a su terreno a otras personas, que cuando quieren darse cuenta de a dónde se dirigían en ese simpático juego de caminar con los ojos vendados confiando en el guía, descubren horrorizados de que se encuentran en uno de los filos de navaja más peligrosos que pueden existir.
Y es que ella tiene la sangre contaminada.
Entendemos sangre por todo el flujo artístico que una persona puede condensar en su interior. Ya sea capacidad para el dibujo, para la música, para la escritura, todo ello conforma un canal sanguíneo del que muchas personas carecen y unas pocas nacen con ello.

La mujer gata, como no le gusta que la llamen, nació con esas cualidades bien potenciadas. Fluye mucha sangre por sus venas, pero el huracán emocional que la sacude haciéndole dar vueltas y vueltas alrededor de un mismo punto desplazándose por todo el planeta hace que el flujo se vaya contaminando lenta, paulatinamente, aunque de modo constante.
Nadie hace nada por evitarlo.
Es una tragedia anunciada para el buen observador.
Personalmente me encantaría poder ayudarla a dejarse ayudar como es debido, pero tal y como te acercas al borde del huracán, éste se desmelena y te aleja a gritos desgarrados de orgullo amenazándote con llevarte a ese filo de navaja tan molesto, tan cruel y despiadado.
No obstante hay quienes lo intentan, una y otra vez, sabedores que si ese huracán se detuviese, si la mujer diese la orden de desactivación, toda la sensibilidad artística que conforma su sangre se estabilizaría dando unos espectaculares resultados que harían llorar de emoción al planeta que ella misma se encargó de desolar durante la primera mitad de su vida.

La mujer gata, como no le gusta que la llamen, en ocasiones huye de su propio fantasma, un horrible ser que, demacrado, la asalta en ocasiones obligándola a correr sin rumbo. No sufras mujer, se le habría que decir, que no es más que un mentiroso reflejo de un tramposo cristal nacido de tu contaminado interior. Pero el huracán hace las veces de guardián de los acontecimientos, y hay que dejar que corra, que huya, rezando para esperar su regreso a salvo.
Ella no es culpable de que su flujo sanguíneo se haya visto contaminado, no es culpable de que su condición de artista contenga una horrible contradicción en su interior más profundo. Su alma es humilde y de ahí surgen sus mejores obras, pero su coraza de vano orgullo las envuelve en un papel de regalo mal escogido que hace que pocos quieran abrirlas de un modo receptivo.
Esto la enerva. Le hace entrecerrar los ojos buscando culpables, ignorante de un modo absoluto de que, mientras el huracán emocional esté activo, nunca cambiará el papel de regalo, y su obra nunca estará completa, pues completa sería que fuese presentada desnuda, sin envoltorio ni dedicatoria, gratuita al mundo entero.

La mujer sensible, como le gusta que la llamen, avanza dando palos de ciego hacia un destino incierto. Por muchas metas que se marque el huracán la desplaza en dirección contraria o destruye su objetivo sistemáticamente. La mujer sensible debe suprimir su propio huracán para dejar de bailar sobre la cuerda que se sujeta sobre su dantesco filo de navaja, para dejar de conducir a otros a ese horrible lugar en el que todo está deformado, antinatural, despiadado y afilado.


La mujer gata sensible, a lo que no sabe que sentir ni que responder, sostiene en sus suaves manos la contradicción que la destruye en lo más profundo de su alma. Debe llegar hasta ese punto para resolverla. Y el huracán se apagará. Y saldrá el sol. Y ella reirá. Y todos se acercarán.



6 comentarios:

  1. Nunca había tenido tanto miedo de mirarme a un espejo, porque sabía que lo bordarías. No sólo literariamente, también psicoanalíticamente. Pero no es eso lo que más me ha sorprendido, sino el hecho de gustarme mi reflejo en tu espejo, incluidos todos mis defectos. Supongo que porque también has destacado mis cualidades y porque... de algún modo, me haces entender que "soy especial". ¡Maravilloso, Víctor! Me has alegrado el día con mi cautivadora descripción.

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    1. Vaya... Cada tecla que pulsaba era arriesgada. Me alegro mucho de que te guste lo expuesto, y aplaudo tu valentía al mostrarte como el objetivo del análisis. Gracias por tu tiempo leyéndome y comentándome.

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  2. Ciñéndome a la literatura un buen ejercicio de fina y fluida prosa. El relato es profundo y quirúrgico. Y poco más puedo decir puesto que este ensayo parece lo que dice el comentario anterior, una disección psicoanalítica.

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  3. Buenas, el escrito como siempre muy bien, sobre lo que escribes la persona o personas que describes, que por desgracia hay unos cuantos, en mi opinión no se merecen llamarse ni gatos ni sensibles, lo primero porque los gatos son independientes, elegantes y sumamente astutos, lo segundo, una persona sensible no se dedica a arrastras a las personas de su alrededor y hacerles daño, para mi esta gente es gente ciega que puede que en algún momento abran los ojos y se escandalicen de las cosas que han hecho, dicho o no dicho, pero no hacen nada para arreglarlo y estos momentos de lucidez (por decirlo de alguna forma) duran nada y menos ^^

    PD: La canción y el titulo van por la película de confession ¿no? Es una gran película ^^

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    1. Hace falta mucha valentía para aprovechar un momento de lucidez, como si de un surfero amateur te tratases y viniese la ola de tu vida en segundos. En el texto digo que a ciertas personas no les gusta ser llamadas mujer gato y que prefieren el término sensible, pero en ningún momento afirmo que sean ni una cosa ni la otra.
      Y sí, la canción está íntimamente relacionada con la película Confessions, buenísima ;) (Sobre todo la escena de la contaminación masiva de alumnos)

      ¡Gracias por leerme y comentar!

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