domingo, 2 de noviembre de 2014

El castillo de la psicosis






“¿Alguna de las cosas que has hecho ha servido para mejorar tu vida?”

Tajantemente no en un principio, mi trastorno esquizo afectivo se ha bastado a sí mismo para llevar al infierno todo aquello que en un principio pretendía llevar al cielo.
De todas las victorias que he imaginado para mi devenir por esta vida, una quedó marcada a fuego en algún lugar de mi cabeza hace ya muchos años. Una victoria que, inconscientemente, se escondía de mi mismo para salir a flote en procesos difuminados de creciente ingesta de alcohol y bebidas energéticas. Yo, al detectar los primeros síntomas, enfocaba el origen del problema a los sueños lúcidos plagados de terroríficas experiencias. Lo enfocaba a la dureza de caminar por una realidad a la que cada vez cuestionas más y más su autenticidad.
Pero no era así.
En realidad quería volar y asir mi victoria cuanto antes mejor.
Si bien en el primer brote psicótico pensaba en salvar a los míos y de ahí nacía mi necesidad de velocidad, a medida que los siguientes, hasta cuatro, iban llegando, el asunto se desvirtuó hasta tal punto que cuando salía disparado de la realidad que conocemos, daba más validez a cualquier historieta de ciencia ficción que a lo que todo el mundo me decía.
El final siempre era el psiquiátrico.
Con sensación de victoria o no, siempre acababa por pisar tierra firme tras vivir y hacer vivir un infierno de crueldades.
Y vuelta a empezar.

Escribir la cabaña y ponerlo a disposición de cualquier persona me reportó la sensación de invulnerabilidad, y con ella viví meses de experiencia en experiencia, a cual más loca, siempre ingresado en psiquiátricos hasta la fecha.
Lo que no esperaba es que, hasta arriba de medicación, en cuestión de un mes mi quinto brote psicótico apareciese aparentemente de la nada para plantearme su eterna vorágine de cuestiones tras las cuales debía esconderse mi victoria definitiva.
La realidad es que el consumo de alcohol y bebidas energéticas, cimentadas sobre una puntual base de cannabis, y sumadas a experiencias que para mi percepción eran de gran riesgo, fueron las que me condujeron a un territorio del que acabo de aterrizar recientemente.
Un territorio donde dar por hecho que en verdad vivimos en un lugar muy lejano a este donde el sistema solar es simplemente un juego que programamos para soñar que vivimos en él en una especie de vacaciones con retos es más que factible. Más real que la propia realidad.
Te planteas si vives en el año que te dicen, en el mundo que te muestran, y con estúpida pretensión blandes tu libro aguardando a que su descomunalmente ignorante efecto surja de la nada de donde nació para que todo cuanto te rodea quede exento de mal.
Cuando te dispones a gritar, una vez más, clamando victoria en territorio desconocido, aparecen las señales que te dan la razón en ese lugar donde, en el fondo, solo crees estar tú.
Aumentan y aumentan, crecen exponencialmente, asaltándote por la calle, en tu ordenador, en televisión, en los tuyos y por todas partes.
Cuando estás rodeado por ellas, ya sientes que estás en pleno vuelo, al acecho de tu victoria.

Pero esta vez te quedas en el suelo mientras al mismo tiempo te ves ascender.
Y te das cuenta de que tienes otra elección.
En lo que aparenta ser una rueda de hámster a la que dando la velocidad apropiada logras emerger a una realidad nueva por la que se ha luchado desde siempre, percibes por primera vez que quizá todos esos planteamientos, toda esa carga imaginativa, todas y cada una de las señales, pueden ser no más que un producto de tu propia mente.
Y así pasas un día, dos y tres, analizando las alucinaciones, visuales, auditivas y táctiles, controlando las horribles pesadillas a base de olvido y entretenimiento a cualquier hora del día o de la noche, viendo como se altera tu percepción del tiempo, pero siempre con esa parte de ti que se mantiene firme con los pies tocando tierra.

Poco a poco, aquel que vuela directo a por una victoria en la que quizá crea, quizá no, se va difuminando, desapareciendo como si de una alucinación más se tratase.
Desde las alturas ves que haces arder el teléfono buscando apoyos ahora que el vuelo parece haberse interrumpido, ahora que, por vez primera, el inmenso castillo de la psicosis parece tambalearse.
La elección final es tuya.
Frenas, respiras y te relajas.
Lo haces cien veces.
Y, finalmente, ocurre. La demolición del castillo fantasma es un hecho, cae sobre ti en forma de lluvia mientras te duchas. La victoria quizá nunca llegará, o quizá otra haya llegado.

“¿Alguna de las cosas que has hecho ha servido para mejorar tu vida?”

Espero que confiar, tener fe, en las personas de una realidad en la que me mantuve firme mientras veía volar a esa parte enferma de mi cerebro que cíclicamente clama por obtener la victoria en su castillo de la psicosis.

4 comentarios:

  1. Pues ahora tienes que empezar ha hacer cosas que mejoren tu vida, aunque cueste ya que siempre esta esa rueda. Pero lo importante es procurar no entrar en ella o si entras saber salir como has hecho esta ultima vez.

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    1. Cierto, saliendo una vez no tiene sentido querer volver a entrar.
      ¡Gracias por comentar, un abrazo!

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  2. ¿ Quién sabe donde está la frontera? Ni tan solo los que dedican su vida al estudio de la mente saben establecer la frontera y se tienen que ayudar con protocolos, lo cual constituye un tremendo problema si como es obvio cada mente es un universo propio. valen para los procesos incapacitantes pero ¿ Y los viajes a lo desconocido?

    En la búsqueda de lo inbuscable se producen a veces pequeños milagros. cuantas tentativas, cuantos parajes, Lagos, bosques, montañas... Para que finalmente se produzca un viaje tremendo a la psicosis y, hete aquí, el autor consigue entrar en uno de sus personajes más entrañables y como un espectador privilegiado asiste a todo un mundo de sensaciones y percepciones únicas que indefectiblemente debían llevarle a lo inevitable. NO es el caso, El cambio se ha producido y esa alerta que permanentemente yacía en lo profundo ha conseguido atravesar esas capas impermeables y tomar el control real de todo un universo incontrolable. ¿ Cómo? El hecho es que se ha producido, es el primer relato donde se aprecia un auténtico triunfo y es un privilegio haber sido un espectador de excepción. Sigamos pues, pues toda esa riqueza puede traslucirse en historias y relatos apasionantes. felicidades al autor.

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