miércoles, 12 de noviembre de 2014

Un amor imposible


Capítulo 1
El encuentro

Ray exhalaba nubes a cada par de pasos que daba. El frío, ya bien adelantada la noche, era intenso.
Frente a él docenas de barracones se arremolinaban de un modo ordenado. Alzando la vista podía ver una espléndida luna llena que iluminaba buena parte de las grandes montañas que coronaban esa tierra.
No sabía muy bien qué buscaba, aunque algo en su interior le decía que estaba en el lugar correcto.
Ya rebasado el cuarto de siglo de edad, Ray se encontraba solo. Se sentía solo, más bien. Sumido en sus pensamientos, casi ni se percató cuando penetró la estructura de barracones con paso firme y decidido.
Mirando a lado y lado, parecía tratarse de un lugar abandonado, puesto que ninguna luz, ninguna fuente de calor, parecían hallarse allí. Salvo cuando su vista se posó en la quinta calle, que parecía relucir de un modo especial. Se apresuró hacia ella y ya en la esquina, al girar la vista, vio un farolillo que iluminaba un cartel donde se anunciaba con estilo que el local se trataba de una taberna.
No tardó en llegar a la entrada y subir un par de escalones para, con algo de ímpetu y algo de indecisión, abrir la puerta que daba acceso a su interior.
Una música relajante invadía el lugar, donde los presentes discutían pacíficamente en la amplia distribución de mesas. Algunos tomaban grandes jarras de cerveza, otros optaban por té, y así una amplia variedad de bebidas.
Ella era la única que tomaba whisky, sola en la barra.

El camarero lo sobresaltó con una sonrisa y una invitación a que se acercase a la barra.
Mientras se acercaba discernió que se trataba de un whisky que emanaba un sabor afrutado, dulce y duro al mismo tiempo. Ray iba a pedir una cerveza, pero la mujer se le adelantó.
– Lo mismo para él, Experiencia.
Así fue como acabaron los dos minutos más tarde, en silencio y mirando al frente, con sendas copas en la mano. En efecto, la bebida era magnífica.
– Está bueno, ¿Verdad, chaval? – Las risas cómplices entre la mujer y el camarero al que ella había llamado Experiencia se tornaron realmente sonoras.
– ¿De dónde vienes? – Preguntó el camarero.
Ray agachó la cabeza y negó para sus adentros guardando silencio, pues realmente no sabía responder a esa pregunta.
En ese momento, la mujer puso un par de sus dedos en su mentón y le alzó la cabeza para que pudiesen mirarse a los ojos el uno al otro. En el recorrido, el hombre admiró un cuerpo tatuado y lleno de piercings, con cicatrices de quemaduras desde los pies hasta pasados los tobillos, que finalmente no supo si asignar a la silueta de un hombre o una mujer. Pero fue llegar a su rostro, a sus ojos concretamente, y deshacerse sus defensas.
– ¿Cual es tu nombre? – Inquirió la mujer.
– Me llamo Ray. ¿Cual es el tuyo? – Respondió Ray con suavidad.
– Amor me llaman todos... – En ese punto Amor extendió su brazo hacia la copa y la apuró, haciendo una señal a Experiencia para que llenase la copa.
Ray quería hablar con ella imperiosamente, pero no sabía por donde empezar. Su mirada se le escapaba y recorría fugazmente una y otra vez la bella silueta de la mujer. Finalmente se rindió en esas quemaduras que tanto le habían impactado en un primer vistazo.
Fue ella quien se adelantó.
– ¿Quieres saber como me las hice? – Su mirada, fuerte y directa, clara y oscura, le invitaba a escuchar atentamente.
Ray asintió y, sorbiendo un poco del excelente whisky de Experiencia, comenzó a escuchar.


Capítulo 2
Las quemaduras de Amor

Érase una vez una pareja que llegó entre risas a una playa donde comenzaba a caer el día dando paso a los bellos primeros pasos de un largo atardecer.
Yo estaba allí observándoles.
Se buscaban el uno al otro con la mirada de un modo tan torpe que nunca se encontraban, y constantemente ocultaban lo que en verdad querían decir por miedo a hacer el ridículo, dejando así que la vergüenza ganase el terreno que debería pertenecer al arrojo. Se escudaban al amparo de términos como el de la precaución.
Pero el tiempo pasaba en su contra y ellos, pese a no saberlo, lo presentían.
Puesto que yo nací atemporal, no me costaba ver que se trataba de la única verdadera oportunidad que iban a tener de acercarse el uno al otro en todas sus vidas. De modo que los observé atentamente y, en los momentos adecuados, les hice caer en la cuenta de varias cosas.
A un miembro de la pareja le mostré el oleaje, cómo en su lento navegar hasta romper en pequeñas olas podía encontrar la inspiración necesaria como para acariciar de un modo similar la melena del otro miembro.
Al otro le mostré el punto donde el cielo se tornaba de naranja fuego a un precioso y oscuro azulado en el que quedarse hipnotizado y, no conforme con eso, le invité a perderse del mismo modo en la mirada de su acompañante.
Fue sencillo, y exento de palabras, que se fundiesen en un largo beso que les acompañaría durante toda una velada de felicidad.
Ellos me adoraban. Me bendecían. Pero no me querían tanto como se querían entre ambos.
Se fueron de la playa sin siquiera intentar mirarme.
Al año siguiente acudieron el mismo día a la misma playa, donde también me encontraba yo. Trataron de repetir la historia, invocando a mi magia, rogando mi inspiración, pero allí donde una musa puede hacer aparecer un relámpago cargado de iluminación, yo puedo hacer que de un modo definitivo baje el telón.

Uno de ellos había estado buscando el calor que ahora me rogaba ante su pareja en otros brazos, y sin haberlo confesado pretendía reconquistar la sensación que un día le regalé. Esa barrera que había creado, esa pérfida y desleal contradicción en sus actos, despertaron mi ira y, del mismo modo en que un día enseñé a mirar los bellos colores de una mirada a la pareja del infiel, en esta ocasión decidí mostrarle el frío azul de un océano profundo en el que no cabe la esperanza una vez alcanzas esas horas en las que nadar allí se te antoja un gélido infierno.
La comparación con su relación cayó por su propio peso, así como la intensidad con la que, durante un año, había mirado a su pareja infiel.
El dolor, para los tres, era intenso. Yo nunca quiero que las historias acaben, son las propias personas las que les ponen fin con sus actos.
Pero no esperaba lo que pasaría a continuación.
Mientras la mirada del miembro infiel de la pareja se cargaba de ira a medida que la otra persona le apartaba la mirada, yo me puse en guardia al comprender lo que había provocado siguiendo lo que consideraba justicia.
Si bien el calor que me reportaron ambos al verlos enamorados un año antes resultaba placentero, en esta ocasión la planta de los pies me ardía y, desesperada, traté de desvincularme de ese amor falso e inmaduro.
Pero era demasiado tarde.
Se trataba de una de mis primeras experiencias, en las que aún me inmiscuía hasta altos niveles en las relaciones de las personas.
Mientras el infiel, unos años después, acababa por estrangular a su pareja desquiciado por los celos, la pira que había a mis pies prendía, haciendo que las llamaradas me hiciesen gritar de dolor durante días quemando mis piernas hasta la altura de mis rodillas.


Capítulo 3
Un paseo revelador

Ray quedó en silencio tras escuchar la historia de Amor. Tras unos minutos, lo interrumpió.
– ¿Me estás diciendo que a cada desamor que ocurre en el mundo tú sufres quemaduras? – Amor sonrió.
– Eso era antes, al principio de lo que tú puedes concebir como el principio. Ahora las personas llaman amor a muchas experiencias que, la verdad, nada tienen que ver conmigo.
– No te entiendo demasiado bien. – Ray sacudía la cabeza, confuso.
– ¿Por qué no damos una vuelta? – A Amor pareció iluminársele el rostro. – ¡Experiencia, préstale a Ray algo que abrigue, nos vamos a dar un paseo! – Amor se levantó del taburete y se dispuso a dirigirse a la puerta.
Experiencia tendió un abrigo a Ray pero lo asió con fuerza cuando éste iba a cogerlo.
– Buena suerte, amigo, es un privilegio lo que vas a experimentar. – La mirada de Experiencia se le clavaba duramente, finalmente añadió – No olvides echar un vistazo a quienes moran esta taberna.
Ray lo hizo, pero no vio más que una amalgama de personas a cada cual más peculiar.
– Son símbolos Ray, como yo. – Ray no daba crédito a lo que Amor le acababa de decir. Tras eso, ambos abandonaron la taberna.

Media hora más tarde, habían dejado atrás el poblado para iniciar el ascenso de una de las nevadas montañas que lo presidían. No ascendieron demasiado, a cierta altura de la base Amor interrumpió su marcha, de modo que Ray hizo lo propio.
– Recuerdo mucho sufrimiento en mi vida, Amor. Como si por esa razón hubiese llegado hasta aquí.
Mi... Mi... – A Ray no le salían las palabras, no precisamente por el frío.
– Tu pareja te ha dejado. – Amor completó la frase sosteniendo el tembloroso hombro de Ray.
– ¿Es otro de tus fracasos? – Preguntó Ray.
Seguidamente Amor le explicó porqué no se trataba de fracaso alguno por su parte. Le habló de como el miedo a la pérdida puede dar forma a casi cualquier cosa mientras le quita su núcleo, le roba su alma. También de cómo el deseo puede hacer que nos comportemos de modos realmente inesperados que del mismo modo atentan contra la base del auténtico sentimiento que perseguimos. Habló de la cobardía y cómo ésta puede desatar más adelante una ira proporcional.
Le habló de muchos sentimientos, de sus orígenes y sus consecuencias.
De repente, dijo como si nada, – La taberna está vacía.
Ray quedó enmudecido, sin saber qué responder. De repente, se aventuró, – ¿Experiencia? – La risa de Amor resultó bien sonora.
– Experiencia es el primero que quiere estar aquí, Ray. Dime, amigo, ¿Qué ves en mi? – En ese momento cuerpo y rostro de Amor se transformaron en la pareja de Ray, a la que se le antojaba haber visto hace mucho, mucho tiempo, casi en otra vida.
Ray recordó el discurso acerca de los sentimientos, y no tardó en deshacerse del miedo que sentía a quedarse solo. Hizo lo propio con el deseo de que esa persona estuviese por siempre a su lado y, combinados ambos sentimientos, su pareja se difuminó.
– Bien hecho, Ray. – No sabía de donde habían salido esas palabras, pues su pareja no había abierto la boca. Poco a poco, sentimiento a sentimiento, fue apartándolos de esa visión que tenía enfrente y al mismo tiempo ésta se fue debilitando, difuminándose más y más.
Entendió que debía eliminar todo lo secundario para concluir con ese ejercicio que Amor le estaba proponiendo, y al recordar lo que le había dicho acerca de la taberna vacía, usó su intuición para dar con los sentimientos que aún se le escapaban. Le quitó a la visión la esperanza de lo utópico, la ilusión por vivir largo tiempo a su lado, pues ambas generaban una alta dependencia. Le retiró la rectitud y la resolución, con sus sendos toques militares. Y al retirarle incluso la experiencia, que no era más que un bloqueo que Ray aplicaba a la hora de mirarla e imaginarla, su pareja se desintegró, difuminándose totalmente como una suave ventisca que deshace un frágil muñeco de nieve.
Ray se disponía a irse, cuando una voz lo detuvo.
– Sigo aquí. – Ray se quedó estupefacto, no sabía de donde provenía la voz hasta que vio como un punto, una simple partícula naranja fuego flotaba a pocos metros de él, donde antes había estado en pie Amor.
– ¿Qué significa esto? – Preguntó Ray.
Amor le explicó que estaba contemplando su verdadera forma. Algo tan nimio que jamás podría asirse con manos humanas. Algo tan bello que despertaría todos los sentimientos que le darían una forma siempre impura a casi cualquiera que lo mirase. Por mucho que se quisiese hacerlo con cuidado, con mimo, la construcción siempre fallaría por los mismos cimientos.
Pese a eso, Amor le dijo que muchas historias de amor acababan relativamente bien, y que no debía perder la esperanza, a no ser que fuese a ella misma a quien quisiese conquistar.
– ¿Acaso no se te puede amar, Amor? – Ray gritaba, con los ojos húmedos. Amor no tardó en contestar.
– Amar al amor, Ray, es amar a todas las cosas. Entenderlas sin prejuzgarlas. ¿Nunca has amado a un animal? ¿Acaso no amas a tu familia? Son solo algunos ejemplos. Puedes amar a muchas creaciones, de toda índole, sin corromper lo que sientes tratando de darle una forma a tu medida.

Ray cayó de rodillas en la nieve, sollozando.
Echaba de menos a esa mujer tatuada y plagada de piercings que había conocido en la taberna, y ahora se había difuminado para siempre dando paso a esa partícula que ahora secaba sus lágrimas a medida que caían por sus mejillas.
De pronto, sintió una mano apoyarse en su hombro.
Era Experiencia.
– Vamos Ray, es hora de volver.


Capítulo 4
Conciencia

Entraron juntos, Experiencia y Ray, en la taberna del primero. De nuevo estaba a reventar, aunque en esta ocasión el ambiente era más festivo, más ajetreado.
– ¿Qué te dijo? – Experiencia fue directo al grano, mientras abría una cerveza para Ray. Éste, rápidamente, negó antes de que la abriese pidiéndole una copa del whisky que tomó con Amor.
– Ray, os lo acabasteis entre los dos... – Experiencia, cabizbajo, reconocía que ya no tenía más botellas de ese elixir.
– Entonces que sea un té. – Ray miraba a la barra, mientras su pensamiento trataba de eludir el ruido de la taberna para concentrarse en puntos como lo que le dijo Amor acerca de que se quemó en lo que Ray podía considerar el principio.
Reflexionando pensó en la partícula naranja fuego a la que Amor había quedado reducida e imaginó el principio de los principios. ¿Era posible que Amor fuese uno de los desencadenantes del origen de todo cuanto nos es conocido?
– Estás mareando a Ray, Experiencia. – Una grave voz lo sobresaltó por la espalda cuando más sumido en sus pensamientos estaba. Un inmenso hombre de oscuros ropajes se sentó en el taburete que quedaba a la derecha de Ray.
– ¡Conciencia! ¿Qué te pongo, amigo? – Experiencia se alegraba vistosamente de ver a quien, por lo visto, se llamaba Conciencia.
– Lo mismo que a él. – Dijo, sacudiendo la cabeza hacia Ray.

Pasado un rato, ambos tomaban un té rojo en silencio. Fue Ray quién lo rompió.
– He conocido a alguien... A quien es imposible amar sin hacerle daño.
Conciencia respondió rápidamente.
– Entonces déjala ir y sigue tu camino. – Ray lo miró con los ojos bien abiertos y dijo, – ¿Seguir con mi camino? ¡Quiero volver a verla, sentir el calor de su compañía!
– Creo que ya conoces a muchos de los que hoy estamos en esta taberna, Ray. ¿Qué te dijo acerca de todos nosotros? Si es quien creo que es, ya se la respuesta. – Ray en esta ocasión se mostró cabizbajo.
– Me dijo que cualquier intervención de cualquiera de los que estáis aquí la alterabais, la cargabais de imperfección. – Conciencia negó con la cabeza. – ¿Y que es la vida sino imperfección, Ray? Hay que saber amar a la imperfección, albergar la esperanza de que cada día puede ser mejor que el anterior. A mi por ejemplo me encanta sentirme tranquilo, y por eso puse tras la barra a Experiencia, por eso, al enterarme de tu visita, he montado esta fiesta en tu honor.
– ¿Fiesta? ¡Estoy destrozado!
– ¿Y eso por qué? – Conciencia clavaba sus negros ojos en los de Ray.
– ¡Mi pareja me ha dejado! ¡Me lo ha dicho Amor! ¡Y no quiero que sufra dolor por mi culpa!
Conciencia pasó a explicarle que todos sienten dolor a su manera. Que Amor era muy gráfica con su escenificación. Pero que también la vida consistía de otros muchos aspectos.
– Si quieres amar, Ray, hazlo sin reparos. No hay nada de malo en ello. Pero, por favor, a partir de ahora, ya que sabes el camino, no dejes de visitar esta taberna para mantenernos informados y que podamos hablar largo y tendido. Es muy importante para todos nosotros que te mantengas en pie.
Tenemos una sorpresa para ti, ve al servicio y lo entenderás.
Ray obedeció. Al salir, la taberna estaba desierta.
Entraba la primera luz diurna por los ventanales cuando fijó su vista en ellos. Al salir, la brisa matutina le heló los huesos. Se encontraba confundido. Pensó en todo cuanto le había ocurrido. Al recordar la partícula anaranjada en la que se había convertido Amor, se desmayó.
Soñó.
Soñó que estaba en una cama junto a su pareja, también dormida.
Soñó que la partícula dejaba caer algo de su esencia en esa persona tan especial para Ray.
En ese momento se percató de que estaba despierto, y que en realidad había estado soñando con un amor imposible.

4 comentarios:

  1. Una gran historia, de las mejores, en mi opinión, que has hecho últimamente.
    La historia de Amor es preciosa pero triste a la vez y la de Ray también.
    Me alegro que vuelvan tus personajes mas queridos, pero ya sabes, ten cuidado con ellos -_^

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    1. Tendré cuidado ;)
      ¡Gracias por comentar, me alegro de que te haya gustado!

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  2. A veces se presenta el dilema. Y éste puede ser complicado. ¿ Como abordar un relato que te produce extrañas reacciones?
    Veamos, en lo literario mantiene el tono descriptivo alcanzado últimamente aunque con alguna connotación más oscura e indefinida, como si el Autor quisiera dejar al albur cuantas interpretaciones se quieran plasmar.
    Por otra parte una inquietante atmósfera te va rodeando impidiendo una visión clara de lo descrito con aparente claridad. Parajes conocidos, personajes preexistentes mezclados con nuevas aportaciones no menos inquietantes te rodean y te llevan a una resolución buscada no ya como el hecho clarificador en sí de la historia como la apertura de nuevas puertas a lo insondable.
    No puedo, pues, prejuzgar alegremente ya que la complejidad de lo descrito te lleva a varios caminos y varias interpretaciones. Literariamente exquisito sin embargo esa sensación de inquietud no desaparece y falta quizás alguna parte que permanece ahí escondida fuera de nuestro alcance. No quiero pensar que seria una obra donde esa inquietud, ese desasosiego impere de principio a fin. Sólo deseo que este relato se complete y que su resolución sea un mensaje de esperanza para el Autor y los que le seguimos. Ánimo.

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    1. Tendrá continuación.
      Gracias por el comentario, tan valioso como siempre.

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