miércoles, 26 de noviembre de 2014

Un ángel en la lluvia



El sol golpeaba fuerte sobre el asfalto que pisaba Richard. Con lentitud, extrajo un impoluto pañuelo de su bolsillo y secó su empapada frente de negra piel.
Richard impartía filosofía a adolescentes en uno de los colegios locales, mientras que el resto del tiempo lo pasaba con su familia, su esposa Valentine y Caorline y Edward, sus dos hijos.
Valentine enfermó el pasado verano. Le resultaba extraño que en pleno otoño aconteciese un día tan caluroso, aunque así era. Rara vez podía quitarse de encima las palabras del doctor cuando hubo concluido la exploración. Seis meses, a lo sumo, de vida. Habían pasado tres y Valentine ya comenzaba a flaquear, a perder visiblemente energía.
Caroline y Edward parecían intuir la desgracia que se cernía sobre su familia, aunque nadie les había contado aún nada. Querían pasar una última navidad juntos, saborearla al máximo para que a los pequeños pudiesen recordarla con cariño. Ese era el plan.

El maldito plan. Richard tapaba el sol con su mano derecha para preguntarse si realmente allí arriba, en alguna parte, había alguien encargado de mover lo que para él, o ella, o eso, debían ser las fichas del tablero. Maldecía para sus adentros una y otra vez.
En ese caluroso día Richard no había terminado de impartir su clase. El tema que trataba era la necesidad de pensamiento reflexivo en una sociedad cada vez más superficial. A media clase, transcurrida media hora en la que no había parado de hablar con la mirada perdida en el vacío, Richard cayó en la cuenta de que la mitad de sus alumnos jugaban con sus videojuegos, y que la otra mitad manejaba sus móviles. Reflexionó que no sabía cuánto tiempo llevaba repitiendo ese patrón, hablar sin prestar atención a sus alumnos, y dedujo que posiblemente pocas semanas después de recibir la noticia de lo de Valentine en verano.
Meditabundo, Richard había cogido su chaqueta, su maletín y había abandonado el aula.
Había abandonado el colegio.
Y ahora quería abandonar el pueblo.
Quería abandonarlo todo, en realidad.

No cayó en la cuenta a lo largo del largo camino que recorrió de que el cielo se había visto cubierto por unos amenazadores nubarrones oscuros.
Suspiró, e inició el camino de vuelta hacia su hogar.
No pudo evitar que le pillase la lluvia. Aceleró el paso cuando ésta se intensificó, ya cerca de su casa, en un conjunto de calles que solían estar usualmente salpicadas por tráfico y transeúntes, pero que en esa lluviosa tarde de otoño carecían misteriosamente de todo ello.
Vio a un hombre en medio de la carretera, vestido de negro aunque de blanca piel, mirándole fijamente. Dándolo por algún tipo de desequilibrado, Richard continuó con paso firme su camino. Hasta que se lo topó de frente en su misma acerca. Era prácticamente imposible que ese hombre hubiese cubierto esa distancia en los instantes que habían transcurrido, pero más anonadado lo tenía el hecho de que, más que blanca, su piel era casi brillante.
– Hola Richard. – Dijo el misterioso desconocido. No parecía importarle que los dos se encontrasen desguarnecidos bajo la lluvia.
– ¿Quién es usted? ¿Qué desea? E... E... Espere – Richard balbuceó nervioso. – ¿Cómo sabe mi nombre? – El rostro de Richard era el vivo reflejo de la perplejidad.
– Puedes tutearme, amigo. ¿Por qué no damos una vuelta y hablamos de Valentine? – En ese punto los ojos de Richard se abrieron como platos.
– ¡Si es algún tipo de broma piense que voy a demandarle! – Richard apartó al hombre de un empujón y siguió con su camino. Pero lo que dijo detuvo su paso.
– ¿Igual que antes cuando, abandonando el pueblo en dirección a las montañas, querías demandar al cielo hubiese lo que hubiese allí? – Tras esas palabras, el hombre dejó ir una carcajada.
Richard se giró y con mirada atónita dijo, – ¿De qué va todo esto? – En ese punto, mientras la lluvia arreciaba aún más, el rostro del hombre se tornó severo, no así su jovial mirada.
– Va de que eres un buen hombre, Richard. Acude a mi cuando lo necesites. Un filósofo como tú sabrá dar con el elemento.
– ¿De qué me estás hablando? ¿Qué elemento? – Richard comenzaba a estar tan furioso como confundido. Pero no hubo más respuestas, el hombre dió media vuelta y, unos pasos más tarde, giró por un callejón y desapareció, al tiempo que la lluvia cesaba de repente.
De nuevo rumbo a su hogar, Richard meditó y descartó automáticamente las posibilidades de que alguien creyera su historia sin tildarle en el fondo de loco paranoide.
De modo que guardaría silencio.

Transcurridos tres meses, Richard ya no recordaba ese evento. Estaba totalmente volcado en apoyar a Valentine, a calmar el dolor de sus hijos ya informados de la terrible noticia.
A sus espaldas, unas felices navidades con sabor a despedida provocaban que el llanto de Caroline y Edward fuese, si cabe, más desolador y desesperado.
Valentine se ahogaba en su propia sangre.
Richard reprimía el llanto pero no podía controlar que sus ojos brillasen con la ternura que solo el amor desatado puede brindar una vez se cierne una pérdida sobre él.
Se escucharon fuertes truenos.
La noche se iluminaba con la luz que irradiaban los violentos relámpagos.
De repente, comenzó a llover. A diluviar, más bien. Richard sabía que se acercaba el momento. A Valentine ya le costaba horrores respirar, y dejaba escapar horribles gemidos de dolor al hacerlo.
Y Richard rompió a llorar. La abrazó con fuerza e hizo acercarse a la cama a sus hijos.
Era el momento de la despedida.
– Papá, hay un hombre ahí fuera en la carretera. – Las palabras de la pequeña Caroline pusieron en guardia a Richard, que de repente recordó su enigmática velada. Pero cuando miró, solo contempló la lluvia torrencial cayendo sobre el desértico asfalto de su avenida.
– No hay nadie cariño, ven, acércate a la cama, mamá... – A Richard no le salían las palabras. Súbitamente la palabra elemento golpeó con fuerza su mente.
En un acto de locura desesperado, asió en brazos a su esposa Valentine y salió a la calle, avanzó por el cobertizo y se plantó en medio de la carretera, dejando que la lluvia los cubriese a ambos en su manto. La dejó delicadamente en el suelo y se puso a llorar desconsoladamente.
Miró al cielo y, desesperado, gritó, – ¿Qué son mis lágrimas en este diluvio infernal? – Entre sollozos, llego una respuesta a su pregunta.
– Son lo más importante. – Al alzar la vista vio al misterioso hombre, con su misma mirada jovial aunque esta vez de amable rostro, luciendo unas espectaculares alas blancas que dejaron boquiabierto a Richard.
El hombre puso su mano sobre la frente de Valentine y, de repente, como algo mágico, esta pareció volver a respirar con alivio.
– Se que la quieres Richard. Cuanto la quieres. Llévala adentro, cámbiala y déjala descansar un par o tres de días. Se pondrá bien.
Richard obedeció. Con un nudo en la garganta, levantó a Valentine y la llevó de vuelta a casa, no sin antes decir gracias, aunque al decirlo, supo que aunque se girase allí detrás no habría nadie.
Y lo habría todo.
Habría un ángel en la lluvia.

10 comentarios:

  1. Pero...¿se pone buena o no? XDDD Es broma.
    No es tu típico reto, pero me ha gustado, últimamente te animas mas a acabar los relatos bien y eso esta bien.
    Sigue así ^^

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    1. Supongo que te refieres a que no es mi típico relato xD
      Me alegra que te guste, si que es cierto que últimamente le voy pegando giros positivos a mis finales :)
      ¡Gracias por comentar!

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  2. Me gusto, mi primera lectura de la mañana. En estos instantes llueve en la ciudad de NY , me siento como un Angel en la Lluvia. Saludos. ;)

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    1. Wow! ¡NY y Catalunya sincronizadas! Por aquí también tuvimos mañana lluviosa :)
      Me alegra que te haya gustado, ¡Un saludo!

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  3. Ay! Ese sentimiento inherente como cualidad humana que hace rebelarse a uno/a contra la injusticia, la desgracia, la violencia, etc., etc... . El problema es que hay mucha gente que oculta o simplemente niega ese sentimiento y no lo deja aflorar. Hay, pues, miríadas de personas insensibles con capas de dureza insalvables lo que está convirtiendo a esta Sociedad en algo frio, consumista y despersonalizado. Menos mal que todavia muchas personas permiten que ese sentimiento aflore " Incauto " " Soñador " "Utópico ", les dicen. Sí, es verdad que este relato es fabúlico y que en verdad cunado se va un ser querido la experiencia es espantosa. Pero qué de malo hay en dejarse acariciar por unas gotas balsámicas de esperanza, por soñar en que un milagro es posible. La ciencia no admite los milagros, simplemente aduce que el hecho inexplicable acabará explicándose racionalmente. Mientras tanto, déjennos tener esperanzas, ilusiones, buenos sentimientos de ayuda y comprensión hacia los demás. Y que ese Ángel de la lluvia nos proteja mientras aún pueda ser soñado. Muy buen relato, amigo.

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    1. Me alegra mucho que te haya gustado :)
      La capacidad para soñar es algo que no debería ni perderse ni tomarse a la ligera.
      Me acaba de venir a la mente Zanarkand del Final Fantasy X y me he perturbado xD

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  4. Una gran historia Victor, sabes tocar la fibra sensible ;)
    ¡Saludos!

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    1. ¡Gracias por comentar!
      Me alegro de que te haya gustado y más aún que te haya llegado hondo.
      ¡Un saludo! :)

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  5. Hola, Víctor. Digamos que he llegado por casualidad a tu blog y he buscado, entre tus relatos, el que más me llamó la atención. No sabía lo que me esperaba y, por eso, la sorpresa ha sido mayúscula al leer el momento en el que el ángel aparecía ante Richard. Me ha encantado, un drama con final feliz que me ha transmitido todos los sentimientos del protagonista (y créeme, eso lo valoro muchísimo en lo que leo, sobre todo de este tipo). Me quedaré por aquí para leerte siempre que pueda, me has enamorado con tus letras (ya sabes a qué me refiero jaja).

    Saludos.

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    1. Me alegro que te hayas tomado tu tiempo en buscar el relato más adecuado para el momento en que te encontrases y que sus letras hayan podido llegar a ti.
      Pásate a leerme cuanto quieras, valoro mucho los comentarios de cualquier tipo.
      Yo estoy navegando por tu blog, voy a empezar con tu novela :)

      ¡Un saludo!

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