jueves, 29 de agosto de 2013

La decisión de Lya'n


El suave movimiento de las hojas mecidas por las ramas de los imponentes árboles del bosque producía un agradable sonido que se entrelazaba con el improvisado concierto que los miles de insectos, animales y riachuelos mantenían.
Lya'n caminaba descalza por uno de los muchos senderos ocultos en la parte más espesa del lugar. Por su rostro se deslizaban una tras otra un sinfín de lágrimas de desesperanza. Él había muerto y ni tan siquiera había dejado un cuerpo con el que poder establecer un enlace para reconducir su energía.
Los ligeros pasos de Lya'n la condujeron a la base de Madre, el centenario árbol con el cual tantas y tantas conversaciones había mantenido en el pasado. Llorando ya de un modo más descontrolado, apenas apoyó su mano en él a modo de saludo, y tras venirse abajo durante unos instantes, prosiguió su camino hacia la cima de la montaña del flujo.
Recordaba todos y cada uno de las docenas de rituales de enlace a los que había asistido a lo largo de su centenaria vida. Se trataba de atraer la energía del ser de nuevo a la fuente de la cual obtuvo una vida, para que pudiese tener lugar la reencarnación.
La espesura del bosque fue amainando lentamente a medida que su ascenso proseguía, pronto comenzó a ver las tierras nevadas sobre las cuales se erguía majestuosa la cumbre hacia la cual se dirigía. Sus lágrimas seguían brotando sin que nada pudiese hacer al respecto, pues en su interior el recuerdo de su amado se le clavaba en el corazón como una afilada estaca de dolor y remordimiento.
Dolor por su repentina marcha y remordimiento por ser la culpable de la desaparición de su cuerpo.
Aún recordaba el instante en el que ambos huían del temible depredador, y como T'shank se volvió súbitamente para plantarle cara armado únicamente con su arco y su media docena de flechas. En un abrir y cerrar de ojos cegó a la bestia, que en sus desesperados movimientos golpeó con su gran cola a T'shank, el cual salió catapultado hacia el borde del claro, justo al borde del abismo de fuego.
Allí iban a parar los malhechores condenados a muerte, un abismo en cuyo fondo resplandecían las eternas llamas de la peor de las agonías. Se trataba de un fuego que siempre había estado allí, del cual ni los más ancianos ni los pergaminos más antiguos podían revelar su origen ni su final. Los cuerpos que a él se arrojaban se consumían en cuestión de segundos, siendo privados de toda posibilidad de regresar a la vida con una nueva oportunidad.
Sollozando, Lya'n peleaba con la imagen de T'shank colgado del borde del abismo, entregándole su brazo. Ella estiraba con fuerza para rescatarlo, sujetándolo firmemente, cuando los vaivenes del depredador lo acercaron tanto a ella que pudo sentir el hedor de su aliento acariciándole el rostro.
– ¡No me sueltes! – Rogaba él.
Pero ya era demasiado tarde, el instante en que se distrajo para esquivar las fauces de la bestia bastó para que el brazo de su compañero se le escurriese entre los dedos hasta que ambos brazos empapados en sudor se escurrieron el uno del otro para dar paso al desesperado alarido de pánico de T'shank que ahora martirizaba una y otra vez a Lya'n.
Se dirigía a la cima por una razón. Los monjes ya la habían advertido de lo inútil de su tentativa, alegando que el alma de su compañero ya ardía atrapada en el fuego eterno del abismo. Ni rogar a los dioses ni nada que ella pudiese hacer alteraría lo más mínimo ese hecho. No obstante, su drástico plan era lo último que le quedaba por llevar a cabo, perdida ya toda ilusión por la vida que le quedaba por delante. Se aferraba al recuerdo de T'shank como si fuese su única posibilidad de seguir luchando por algo que realmente valiese la pena.
Sintió frío, la cima estaba próxima.
En los rituales de enlace los monjes atraían hacía el cuerpo del fallecido su energía aún cercana, para enviarla a años luz, a otros planetas donde el milagro de la vida tuviese lugar. Se iniciaba de este modo el ciclo que, en algún punto del futuro, restablecería a dicha energía su condición de integrante de los Shafin, la especie más avanzada del universo conocido. La energía impregnaría en un principio a bestias, para ir mediante un proceso de reencarnaciones escalando en la cadena evolutiva de las diferentes especies que pueblan el universo, acercándose finalmente tanto a los Shafin que, en última instancia, regresaría a casa de nuevo como uno de ellos. Se trataba del proceder más factible que habían logrado alcanzar para lograr la vida eterna entre sus miembros.
Una vez reencarnado como Shafin, el individuo recuperaría todos los recuerdos asociados al devenir de su energía, multiplicando de ese modo su sabiduría y potencial energético con respecto a su anterior vida como tal.
< Por mi culpa T'shank... > Pensó Lya'n apretando el paso y los dientes. Cuando conquistó la cima contempló el paisaje que se extendía a sus pies. El inmenso bosque profundo rodeaba el lugar y, a lo lejos, los desiertos repletos de oasis se extendían hasta donde llegaba la vista. De reojo miró al gran cráter donde ardía el abismo del fuego, y negó para sus adentros.
– Tú no estás ahí, amado mío, yo te encontraré y te traeré de vuelta. – Musitó esas palabras mientras extraía su afilado cuchillo y, con decisión, lo clavó hondo en su pecho.
– En algún punto del ciclo... Te encontraré... – Susurró mientras la nieve de su alrededor se iba tiñendo con el rojo de su sangre. Lo último que vio fue una especie de túnel que aparentemente surcaba a gran velocidad, mientras sentía como se iba haciendo cada vez más y más pequeña, a medida que a lo lejos parecía acercarse un tímido haz de luz.

Apenas una jornada antes, Lya'n hablaba con un monje en la cámara de los sabios.
– ¿Cuál es tu consulta, Lya'n? – Preguntó el anciano arqueando sus cejas.
– Se trata de T'shank, me preguntaba cómo estáis tan seguros de que las almas inocentes que caen al abismo del fuego no quedan atrapadas de algún modo en el ciclo eterno sin poder regresar. – Respondió Lya'n, sentada con la espalda rígida y rostro serio, casi sombrío.
– Si fuese ese el caso, debes saber que la energía de cualquier Shafin que entre en el ciclo se ve exponencialmente reducida. Dar con la energía de otro de nosotros para traerlo de vuelta se tornaría un acto puramente instintivo. Se amaría a ese otro ser por encima de las posibilidades de la propia especie, aunque no podría darse ninguna explicación que le hiciese justicia. Encontrarle en una segunda vida del ciclo sería harto complicado sin saber los porqués de tales sentimientos, sin mencionar que guiarlo por el sendero adecuado hasta renacer junto a nosotros sería imposible. – En ese momento el anciano miró a Lya'n, dispuesto a abrazarla, pero ésta se apartó de él.
– Si logro encontrarlo, aunque sea por un instante en la más primaria de las vidas, mi cometido ya merece la pena. – Tras esas palabras, se irguió y puso rumbo hacia el exterior.
– ¿Qué locura pretendes realizar Lya'n? – Comentó con tono suave el anciano.
Ella se detuvo por unos instantes, para proseguir su camino con la firme convicción de que estaba en lo cierto. Daría con él de nuevo, y aunque no pudiese decir lo siento por falta de recuerdos, sí podría amarle de nuevo, como siempre había hecho, hacía y haría por siempre jamás. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario