La familia se juntaba siempre por
Navidad para celebrar todas las fiestas.
Las comidas y las cenas siempre iban
marcadas por esa ilusión que irradiaban esas fechas, y ante una mesa
muy bien presentada los miembros de la familia Deckard comentaban
anécdotas y reían sin reparar en el pasar de las horas.
Cantaban al karaoke y caían al sofá a
carcajada limpia escuchando las repeticiones de sus actuaciones.
Finalmente, llegaba la hora de los
regalos.
Se encerraban cada uno en una
habitación y minutos después las campanas de Papá Noel sonaban
para indicar que todo estaba listo.
Esas navidades fueron un espectáculo
de diversión e ilusión.
Con sendos whiskys en la mano, padre e
hijo se miraban cómplices y satisfechos al comprobar como la pequeña
Sandra recibía con suma alegría su regalo, una elaborada muñeca de
porcelana de ojos saltones y rubio cabello.
Ya no pudieron llamar más su atención,
tal era la obsesión que le cogió a la niña con la mirada de su
muñeca. Parecía durante el resto de la noche que hablaban a través
de su mirada, pues Sandra cogía con delicadeza a Sofie, que así la
llamó, para susurrarle cosas mientras la miraba fijamente a los
ojos.
Reían sin comprender lo que iba a
acontecer esa noche, cuando decidieron ir a dormir.
En el belén unos sonidos pasaron
desapercibidos para los Deckard. Se trataba de las figuras de los
reyes magos, que emitían extraños chasquidos hasta que, uno detrás
de otros, saltaron por los aires estrellándose contra el suelo.
Cuando Phillip Deckard, el hijo mayor,
se hubo tapado y se disponía a cerrar los ojos en su cama, escuchó
el tímido chirrido de la puerta corredera de su armario.
Extrañado, se puso en tensión.
Una vez más el sonido, y otra, y otra.
Finalmente, cuando ya se disponía a
levantarse, la puerta se abrió.
De inmediato notó unas pisadas sobré
su edredón, aplastando sus pies y piernas, como si una niña pequeña
estuviese gateando hacia él.
A grito limpio, se levantó velozmente
para horrorizado escuchar unas agudas voces en su cabeza. No,
provenían de la torre apagada del ordenador.
Abrió la puerta de su habitación y
las voces esta vez sí se incrustaron en su cabeza, estaba claro que
le perseguían.
Despertó a sus padres y les dijo lo
que estaba ocurriendo.
Cuando vieron las figuras de los reyes
magos por los suelos, extrañados, pensaron que la pequeña había
estado haciendo de las suyas. Philip no creía eso en absoluto.
Cuando entraron en la habitación de
Sandra la encontraron dormida, susurrándole a la muñeca Sofie. A
Philip, por un momento, le pareció que era la muñeca la que emitía
los susurros.
Finalmente, muy asustado aunque
aliviado, el hijo mayor escuchó de nuevo las voces mientras
comentaba los detalles de lo ocurrido a su padre.
Y Aaron también las oyó.
Surgían de una antigua cámara de
fotos.
Extrañados, rieron inconscientes y
fueron a dormir. No hubieron más sucesos extraños esa noche, que
ellos supiesen cuanto menos.
Por la mañana los padres de Philip
habían salido a comprar dejándole al cuidado de Sandra.
Cuando Philip salió del lavabo,
escuchó una simpática melodía que su hermana silbaba desde su
habitación.
Cuando pasó por delante vio la figura
de una niña pequeña, como si Sofie hubiese cobrado vida, mirando
ausente por la ventana mientras silbaba y silbaba.
Con los pelos de punta, Philip siguió
su camino.
Al fin y al cabo, era el regalo de su
hermanita.
Inquietante relato con un final abierto? O la muñeca tomo también la voluntad del hermano?
ResponderEliminarGracias por leer Jorge.
EliminarSe trata de un final abierto, quizá algún día retome la historia :)
¡Un saludo!
Escalofriante relato, Víctor. Buen final, que puede continuarse o dejarse abierto.
ResponderEliminarUn saludo.
¡Gracias Federico!
EliminarMe alegra que te guste, incluido el final.
Saludos
................... pero ..... que suspenso...... hay q continuar ....... que miedo! ..... como la película anabel , la muñeca maléfica.. :S
ResponderEliminarGracias, quizá continúe...
EliminarEsos silbidos...No sé que me da más miedo si la muñeca (además de esas de porcelana que siempre odie) o el silbido final que estremece. Muy bueno Víctor. Un abrazo
ResponderEliminar¡Gracias, Ana Lía!
EliminarMe alegra que te guste y te resulte estremecedor.
Un abrazo
Saludos, muy bueno tu relato, esos silbidos deben ser escalofriantes, qué regalo!. Éxitos!
ResponderEliminar¡Gracias Mery!
EliminarMe alegra que te haya gustado, tienes razón, menudo regalito jeje
Un saludo