Un frío intenso peinaba las calles del pueblo fantasma. Winston caminaba por las estrechas calles con sendas manos en los bolsillos de su gabardina, de la cual emergía en el cuello una gruesa bufanda gris.
A los pies de la gran montaña nevada,
el pueblo se encontraba desértico, pero Winston sabía de un lugar
que tenía que continuar en pie, un lugar en cuyo cálido interior se
arremolinaban constantemente variopintos personajes de curioso trato,
un lugar escondido en una de las calles más oscuras del lugar, donde
se veía relucir una tenue luz que invitaba a entrar a propios y a
extraños. Una luz que provenía, como no, del farolillo ubicado en
la entrada de la Taberna.
Antes, no obstante, Winston se hallaba
temporalmente perdido. Una niña lo había desorientado. Su silueta
se desvanecía en su correr girando las esquinas de los callejones, y
Winston, sin saber muy bien por qué, la seguía. Hasta que la perdió
por completo.
Ahora se encontraba en un callejón sin
salida cuyas paredes estaban repletas de palabras de un hipnótico
azul turquesa que rezaban “Estoy perdida: Estás perdido” o
“Ayúdame, hazlo por ti”, por ejemplo. De algún modo, Winston,
que se encontraba a solas, sentía la presencia de alguien más cerca
de él. Pensando que quizá la niña se había escondido en alguna de
las casas cercanas y lo miraba desde allí, negó con la cabeza, se
sacudió para quitarse el frío e intento deshacer el camino hasta
poder orientarse de nuevo.
Lo logró, a lo lejos, al fondo de una
larga avenida, de una de las calles que giraban a la derecha emergía
la única luz de un oscuro lugar donde la luna, esa noche, no
alcanzaba a iluminar.
Mientras se dirigía hacia allí, en su
bolsillo mantenía asido un papel en el que días antes había
plasmado parte de sus pensamientos, de su inercia mental. Rechazados
por algunas personas importantes para él, tanto Winston como el
texto giraban la iluminada esquina para contemplar con alivio el
farolillo de la Taberna, que alumbraba tanto el cartel donde se
anunciaba su flamante nombre, “La hora de la verdad”, como al
portero que esa noche sí cumplía su turno.
Éste saludó a Winston llevándose los
dedos a la frente, limpia de su rubio cabello atado en una coleta.
– Buenas noches, amigo, bienvenido de
nuevo.
– Buenas, Rectitud, menudo frío hoy,
¿Eh? – Respondió Winston, que provocó la risa de Rectitud,
ataviado con un fina capa de lana como única protección al frío
salvo su ligero uniforme, golpeando éste en el hombro a Winston como
única respuesta al tiempo que como invitación a entrar.
Reconfortado por escuchar una vez más
la aguda y afilada voz de Rectitud, lo hizo, y le sorprendieron dos
cosas.
La primera, que la Taberna se
encontraba prácticamente vacía, y la segunda, que la niña se
encontraba allí, caminando entre las mesas por la zona más cercana
a la chimenea donde ardía una acogedora hoguera.
– ¡Winston, cuanto tiempo sin verte!
– Se trataba de la inconfundible voz de Experiencia, el dueño del
local y único camarero, un hombre regordete y usualmente sonrojado
de genuino aspecto, con sus tirantes sujetando sus pantalones verdes
y amarillos, y su camisa blanca de manga corta. – ¡Ven aquí ahora
mismo, granuja! – Experiencia le hacía señas desde la barra para
que acudiera allí.
Mirando de reojo a la niña, que
parecía estar distraída con sus pensamientos, Winston se acercó a
la barra y saludó tanto a Experiencia como a la bella mujer que
tomaba una copa sentada en uno de los taburetes. De un modo
inevitable, cayó en la cuenta al sentarse de que se trataba de una
bella hermafrodita.
– Vaya... ¿No os conocíais?
Winston, te presento a Amor. – Éstos se dieron la mano y Amor
aprovechó para quitarse la fina chaqueta que llevaba, pues era
cierto que el ambiente en la Taberna resultaba muy cálido. Winston
contempló como tenía gran parte de su cuerpo llena de tatuajes, que
junto a los muchos piercings que lucía, le favorecían
increíblemente.
– ¿Qué desea el señor? – Gritó
Experiencia provocando que Winston dejase de mirar a Amor, algo
sonrojado.
– Po... Ponme una cerveza mismo. –
Respondió, sonriente. – Las cervezas de Experiencia consistían en
auténticos tanques fríos y espumosos de su espléndido brebaje, que
nunca se le llegaba a subir a la cabeza hasta dejarle ebrio perdido.
Pasado un buen rato, Winston y
Experiencia ya se habían puesto al día, y se había generado cierta
confianza entre el primero y Amor, con la que reía y hablaba de modo
fluido. De pronto, ésta la preguntó, – ¿Por qué te llevas tanto
la mano al bolsillo? – Winston maldijo para sus adentros, puesto
que si no quería quedar como un imbécil debía confesar que, como
un maniático, llevaba toda la jornada palpando ese papel que
contenía aquello en lo que últimamente andaba pensando.
Unos tirones en su gabardina lo
pillaron entonces por sorpresa.
Se trataba de la niña.
Cuando Experiencia le preguntó qué
ocurría, Winston supo que la niña se llamaba Alma, y que quería
que Winston le prestase lo que llevaba en el bolsillo.
Muy sorprendido, Winston accedió, para
contemplar como la niña se ponía a leerlo en voz alta para que Amor
y Experiencia pudiesen escucharlo.
Una hoguera que todo puede consumir,
a la que, en ocasiones, haces crecer de
modo racional,
subiendo ésta hasta límites
insospechados,
arrasando con todo cuanto se acerca,
reduciendo a cenizas buena parte de tu
vida.
Un fuego que no te pertenece,
pero que acabas por hacer tuyo,
luciendo en tu mirada su resplandor,
su hipnótico y furioso arder,
sus llamas imposibles de contener.
La hoguera de la muerte del pasado,
a la que siempre puedes acudir,
dando con ella en tus peores
pesadillas,
rige los tiempos perecederos de lo que
quizá nunca fue,
quemándolo todo en sus brasas
infernales.
Cómo caminar con tamaño fuego a tu
espalda,
preguntas a un futuro inexistente frío
como el hielo,
mientras la hoguera ruge a cada
latigazo de sus llamas,
reduciéndolo todo a cenizas.
Reduciéndolo todo a cenizas.
Cuando hubo acabado, entregó el papel
arrugado a Winston y se quedó donde estaba, contemplando a los
demás. Amor apuraba los últimos tragos de su copa, y con una seña
sacó del ensimismamiento a Experiencia para que se la llenase. Éste
lo hizo al instante, mientras comentaba a Winston, – No creo que
el pasado solo sean cenizas, viejo amigo, me niego a pensar que no
hayas sido capaz de aprender nada de él. – De pronto todas las
miradas estaban puestas sobre Winston.
Algo enervado, respondió que una vez
habías aprendido lo esencial, muchas personas coincidían en que lo
óptimo era dejarlo atrás, y de ahí la aparición de la gigantesca
hoguera exenta de piedad.
– ¿Desde cuándo eres tú como la
mayoría, Winston? – Replicó Amor, a lo que añadió, – Tú
siempre me has amado, hallándome cuando no estaba en los bellos
parajes que existen en el entramado de cuevas que es el laberíntico
conjunto de los recuerdos. ¿Acaso no es eso prueba de que
existe vida allí donde la mayoría tan sólo ve cenizas del pasado?
–
Winston casi se levanta de un brinco de
su asiento. ¿Cómo podía Amor saber eso de él? Quizá había
hablado con Experiencia en algún momento del pasado, pero no
recordaba haber dicho nada al respecto de esas palabras.
Además la presencia de la pequeña
Alma, que estaba como petrificada a su espalda observando, sin
pronunciar palabra desde que había leído su escrito, lo perturbaba.
Como en respuesta a su inquietud, Alma
habló.
– No siempre hay que ver la vida como
una cuestión de pasados, presentes y futuros... – Winston abrió
los ojos de par en par. ¿Que habría querido decir la pequeña con
esas palabras? Tras una pausa, prosiguió, – ¿Cuánto tiempo
llevas sin sentirme, sin intuir mi existencia, como para haber
escrito algo tan horrible? – Las lágrimas comenzaron a regar las
mejillas de Alma hasta deslizarse cayendo al suelo. Winston se
levantó para abrazarla, pero la niña salió corriendo y, de un
portazo, abandonó la Taberna.
Todo quedó en silencio, salvo por el
crepitar del fuego.
Winston apuró su jarra de cerveza y se
quedó cabizbajo, pensativo.
Fue Experiencia quien rompió el hielo.
– ¿Cómo te sientes, Winston? –
Apoyaba su rolliza mano en el hombro de su amigo. Amor lo miraba con
ojos llorosos y rostro compungido.
– Es como si algo estuviese roto
dentro de mi. Tras toda una vida buscando respuestas en el pasado, de
repente me harté, y quise... – Winston sollozó. Amor puso su mano
sobre su rodilla y le susurró unas palabras al oído que provocaron
el llanto desconsolado del hombre abatido. Finalmente, cuando se hubo
recuperado un poco, aún con voz afectada dijo, – No hay a dónde
huir. Mi vida es una constante batalla por escapar de un pasado que
dibuja mi presente.
– Basta Winston. Tienes que
encontrarla. Aún no habéis acabado vuestra conversación. –
Experiencia le hablaba con voz pausada.
– ¿De quién me hablas? –
Respondió Winston.
– De Alma, sal y ve a por ella. –
La mirada de Experiencia estaba fija en los ojos llorosos de Winston.
Éste asintió y se incorporó. Un
largo abrazo con Amor sirvió como despedida, mientras que dando la
mano a Experiencia salió de la Taberna en busca de la niña. Antes
miró atrás, preguntándose cuánto tiempo había pasado desde la
última vez que había pisado aquel lugar. No lo tenía nada claro.
Eso le hizo recordar algo de lo que Alma había dicho antes.
Ya en el cobertizo donde se encontraba
Rectitud inspiró profundamente el frío aire de la calle, donde
había empezado a nevar.
Se miraron fijamente, y cuando Winston
le preguntó si Alma le había dicho algo antes de irse, éste le
respondió, – Dijo que no la encontrarías aquí. Que tu misión
era buscarla, y tu vida sería más feliz. Pero que no la
encontrarías... – Rectitud hizo una misteriosa pausa, asegurándose
tener toda la atención de Winston, para finalmente susurrarle, –
Aquí.
El visitante, más confundido que
nunca, fue abandonando esas tierras, una vez más. Estaba de nuevo
con la mente muy confusa, pero lo cierto es que, como siempre que
acudía a la Taberna, se sentía mucho mejor.
Buscaría a Alma, y recordaría aquel
lugar, alejándolo de las cenizas que habían hecho llorar a la
pequeña por siempre jamás.
Experiencia y Amor bien sabían que el
pasado, si lo guardas en tu interior, puede estar tan vivo que
alcance a iluminar esa pequeña parte del camino que es el futuro
inmediato, esos pasos que han de conducirte a un horizonte hecho de
esa calidez, por muy frío y distante que se antoje en la lejanía.
Era como ese farolillo.
El farolillo de La hora de la verdad.
Y hete aquí como un viaje al refugio " seguro " se revuelve e inesperadamente te enseña unas cuantas lecciones que dependiendo de quien sea les dará una u otra interpretación. Aunque siempre han sido vistos como una especie de tabla de salvación y un nexo a la máxima profundidad piadosa y reconfortante, en esta ocasión ya no ocurre así y la complejidad de la lucha existencial se reafirma en todo su esplendor. Así pues " Alma " vuelve a ser ese hito en apariencia inalcanzable pero tangible donde todo lo bueno y profundo se encuentran y, a la vez, los personajes se convierten en fieles y amigables compañeros para la dura lucha diaria. Si, es " La hora de la verdad ", pero ya no es la taberna de la desconexión sino del espaldarazo a nuevos niveles vitales donde alguien perdido pero que sabe bien lo que debe hacer siente que ni siquiera en ese recóndito lugar puede ya dejarse llevar y abandonar su imponente lucha. Saludos
ResponderEliminarContinuará... ¡Me alegro de que te haya gustado el giro que ha dado el ambiente en La hora de la verdad!
EliminarVaya cambio a dado la taberna, me gusta, ya no es un lugar para "descansar" si no para continuar su lucha hasta conseguir su objetivo sin abandonar.Y que decir, Alma es una cucada, me la imagino como la niña del ninokuni que nadie sabe quien es y siempre hecha un cable cuando menos te lo esperas -_^
ResponderEliminar¿Spoiler NiNoKuniesco? Nooooo XD.
ResponderEliminarMe alegra que te hayan convencido las reformas.
¡Gracias por comentar, un beso!
No he comprendido muy bien este relato. Luego, al leer los comentarios, me he dado cuenta que éste relato sigue a otro. Y por lo que parece va a tener continuación. Por lo que he comprendido trataba de la búsqueda del yo interior. O eso creo...
ResponderEliminarSaludos.
En efecto, todo esto viene de hace ya bastantes relatos. Hoy mismo tendré lista la nueva configuración del blog y podrás encontrarlos todos agrupados en su correspondiente sección.
EliminarLa búsqueda del yo interior es, en efecto, uno de los varios temas que se contemplan.
¡Si sigues leyendo estos relatos espero que te gusten!
Un saludo.