Los gritos de la pequeña Clara
despertaron a su madre, Sharon.
Acudió asustada a la habitación de su
hija y encendió la luz de inmediato tras abrir la puerta. Clara aún
dormía, estaba claro que tenía una terrible pesadilla.
Sharon la acurrucó sobre su regazo y
comenzó a improvisar una nana. Nunca lo había hecho, aunque la
verdad es que resultó a las mil maravillas, pues al poco su dulce
niña relajaba las facciones de su rostro y dormía de nuevo
plácidamente.
Con el pasar de los años las
pesadillas de Clara fueron remitiendo, espaciándose de un modo
esporádico, y siempre la nana de su madre funcionaba como de
costumbre. Hasta que Clara cumplió trece años.
Una noche, Sharon se estremeció al
comprobar que Clara gemía desesperadamente. La nana no solo no
funcionaba, sino que provocó que la niña se despertase con los ojos
abiertos de par en par y comenzase a chillar a Sharon que dejase de
cantar. Estaba histérica, temblando de arriba a abajo.
Poco después, la niña desapareció.
Sharon escuchó un grito desgarrador y,
al acudir a la habitación, su hija ya no estaba.
Largos años pasaron y Sharon no cesaba
de llorar cada noche desconsoladamente antes de ir a dormir. No sabía
que había hecho salir de casa a su pequeña para que la raptasen.
Era la única explicación que su ex marido y ella habían encontrado
junto con la policía.
Pasaba ya todas los noches en la cama
de su hija, tratando de encontrar entre sus sábanas con figuritas y
sus peluches algo de consuelo, una explicación a lo ocurrido.
Recordaba que a partir de la noche en
que la nana volvía histérica a su hija, desesperándola hasta tal
punto que las pesadillas parecían nada en comparación, antes de ir
a dormir su hija siempre miraba bajo la cama. Debía estar buscando
algún juguete, pensaba Sharon. Clara siempre había sido un
terremoto en miniatura y lo tenía todo patas para arriba.
Recordar esos momentos hacía que
Sharon llorase más y más, hasta que una noche empezó a gritar de
puro dolor y por un momento pensó que se estaba volviendo loca,
puesto que suave, como un lejano eco tras sus gritos, podía oír
tararear la nana que le cantaba a su hija.
Al final, rendida, caía dormida, no
sin antes sentir un cosquilleo en la yema de los dedos al dejar caer
la el brazo por el borde de la cama. Las últimas lágrimas bañaban
su rostro, pues le gustaba pensar que su hija, de algún modo, estaba
ahí, acariciándola.
Una noche sintió un tirón que la
despertó súbitamente. La habitación se encontraba totalmente a
oscuras y Sharon llamó a Clara en voz alta pues la nana se escuchaba
alta y clara. Se levantó y localizó el origen de la melodía bajo
la cama de su hija.
¿Podía acontecer tamaño milagro?
¿De algún modo Clara nunca se había
ido, y se encontraba escondida donde tanto miraba años atrás?
– ¡Clara! – Gritó Sharon
levantando las sábanas y arrodillándose para mirar bajo la cama.
Pero lo que vio fue una especie de túnel con una luz mortecina al
fondo, asemejándose a un pequeño farolillo sujetado por una
tenebrosa figura.
Algo tiró fuertemente de ella que,
petrificada por el miedo y con el pulso acelerado, vio como alcanzaba
la posición de esa... Cosa... que iluminaba tenuemente la oscuridad
de un lugar que hedía.
Cuando cesó el movimiento, temblorosa,
abrió los ojos lentamente y se levantó.
Buscó el origen del nauseabundo olor,
pues a cada paso que daba en dirección a la oscuridad más intenso
se tornaba. Cuando vio el cuerpo putrefacto de Clara tirado en el
suelo, desnudo y ensangrentado, quiso gritar con todas sus fuerzas,
pero algo se lo impidió, un grito más fuerte, más horrible y
terrorífico que nada que Sharon pudo nunca imaginar.
Despertó de golpe, y perdió la cabeza
por completo cuando escuchó bajo la cama las últimas notas de la
nana que un mal día inventó.
Se levantó y pasó varios días y
noches tarareándola en el sofá, sacudiendo la cabeza hacia delante
y hacia atrás. Finalmente se hizo con un gran y afilado cuchillo,
entró en la habitación de Clara y se tumbó bajo la cama.
Cuando la oscuridad total llegó, se
cortó el cuello escuchando en su languidecer final las notas rotas
de una melodía que por fin sonaba como la auténtica maldición que
era y siempre será.
A veces cuesta comentar. Una vez más me siento retrotraido a relatos de puro terror que marcan la infancia de tantos y tantos niños/niñas. Cuando finalmente conoces otros estilos de terror tipo It, Cujo, The ring, etc... , no dejas e acordarte de esos cortos relatos que te impactaron a tempranas edades. Este relato se encuadra claramente entre ellos y si su cometido es el terror a fe que lo consigue con rotundidad. Enhorabuena.
ResponderEliminar¡Gracias! Me alegra que te haya convencido ;)
EliminarMuy bueno. Da muy mal rollo. Como te he dicho varias veces podrías dedicarte al terror ya que se te d muy bien.
ResponderEliminar¡Gracias! Pronto empezaré a escribir algo más largo ;)
Eliminarno quería ni acabar de leerlo ¬¬' XD
ResponderEliminarxDDD Me alegra que te haya acojonado mínimamente.
Eliminar¡Bienvenida al blog Anna!
^^
Muy bueno, Victor. Nada más terrorífico que las niñas y las nanas.
ResponderEliminarUn saludo.
PD: Comenté en la entrada de ''El Círculo de Escritores''.
¡Gracias Ricardo!
EliminarMe alegra que te haya resultado terrorífico :)
Un saludo
Terrorífico relato de principio a fin. Un giro original al tema de los monstruos bajo la cama.
ResponderEliminarUn saludo, Víctor.
Gracias Federico, un saludo.
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