jueves, 10 de abril de 2014

Hospital de día


Perdidos en medio de una tormenta de emociones mal controladas, que con crueldad arremeten contra nuestro cerebro, nuestra alma y nuestro corazón, de pronto te topas con un oasis en pleno desierto de desesperación.

Desde el primer momento Olga y Anabel danzan el extraño baile que ha de apaciguar nuestro estado de ánimo alterado.   Olga con su despreocupada alegría reparte buenas energías a diestro y siniestro, como si su fuente no hubiese de agotarse nunca. O eso te da a entender mientras se funde contigo en caricias y abrazos, en collejas o empujones.
Anabel en cambio sabe en todo momento donde está el pozo, ese abismo que todos contemplamos por el rabillo del ojo y que a cada uno nos produce diferentes emociones. Su baile, no por más tétrico, resulta igual de hermoso. Su discurso es más severo, su actitud más retraída, pero precisamente por eso sus abrazos más inesperados y reducidos llegan mucho más hondo, justo a la entrada de esa inmensa caída que ella siempre te invita a no iniciar.

Amparo blande su guadaña de responsable. En todo momento te recuerda, te espeta o te escupe cual es tu situación, pese a que siente inmenso pesar cuando debe hacerlo. Es la parte más alta de la palmera más preciosa de ese oasis de salvación del que todos debemos salir recuperados para completar nuestra solitaria travesía por el desierto en que una vez nos metimos, consciente o inconscientemente.

Pilar y Raquel completan la escuadra cuyo deber, obligación y deseo es ni más ni menos que ayudar. Pilar educa, advirtiendo las veces que haga falta los peligros y el escenario que vamos a encontrarnos ahí fuera. Raquel hace lo propio a otro nivel, un nivel más humano, no por ello menos válido, no por ello menos importante.

Resulta sencillo acudir repletos de dolor a ese oasis y despreciarlo. Porqué... ¿Quién querría una tirita en un profundo zarpazo de una bestia sin nombre? No se buscan tiritas, pero tampoco es eso lo que ofrece el hospital de día. Ofrece herramientas para poder vivir una vida digna, lejos del desierto que tanto nos hace sufrir, lejos del dolor inhumano del no encontrar nuestro lugar.

Un poco más cerca del sol.
Un poco más cerca de la luz.
Un poco más cerca del paraíso.

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