domingo, 13 de abril de 2014

Vampiro: Capítulo primero




Soy Joel, nací en la década de los ochenta del siglo veinte, al igual que Allan, mi creador.
Allan era un vampiro que perdió la cabeza al toparse con un sistema de multiuniversos piramidal.
Era alto, de piel blanquecina curiosamente, con nariz aguileña y larga melena morena. De rostro afilado, nos conocimos en una taberna cuando yo andaba ensimismado en mis pensamientos.
– ¿Crees defender a Dios? – Me dijo de buenas a primeras.
Media hora más tarde y con algunas cervezas en el cuerpo yo ya le había podido explicar que mi Dios no existía como dios menor registrado por la mente humana, sino que se trataba de una fuerza mucho mayor que me exigía más que cualquier dios concebido, cambiarlo todo para bien.
Allan enseguida se percató de que no necesitaría morderme para convertirme en vampiro.


Debo contaros en este punto que el mordisco del vampiro consiste en hacer abrir los ojos a la otra persona. Tan simple como eso, ni dolor, ni heridas, ni sangre. Bueno, mucho dolor, pero no del físico.
Allan me abrió los ojos al decirme que estaba en el camino correcto, y que aprobaba todos mis actos puesto que estaban justificados por un bien mayor. Él sabía que acabaría por dar con el camino correcto, y eso me dio el impulso suficiente como para convertirme en el vampiro que soy.
Pero Allan no solo quería cambiar lo conocido. Estaba profundamente marcado por lo desconocido, y su subconsciente estaba desbocado, rugiendo por emerger y apoderarse de su mente cuerda.


Meses después obtuvimos la empatía necesaria como para que él pudiese explicarme en qué consistía en lo que andaba metido sin que yo lo tildase de loco demente. Tenía sentido. Pero no se sostenía. Afirmaba que nos encontrábamos en un supuesto nivel de realidad que no podía numerar, de modo que lo ejemplificaba como cuarto. Al mismo tiempo, otras versiones físicas de nosotros mismos con una alma raíz en común coexistían en el sistema de realidades múltiples piramidal.
– De ese modo, – Le dije rápidamente, – Somos al mismo tiempo un campesino que cultiva en la edad media, un ingeniero que diseña para una gran empresa, un viajero del tiempo que efectúa una labor rutinaria y así tantas realidades como peldaños tenga la pirámide.
Allan asintió.
– Pero lo importante es el último nivel, al que yo quiero llegar estando en realidad ya en él. – En estos puntos Allan fruncía el ceño y bebía, claramente confuso en sus pensamientos.
– ¿Por qué preocuparse de llegar a un nivel en el que en realidad tu alma ya habita? – Pregunté interesado.
– Por curiosidad. Por ansia de paz. En ese nivel, todos vivimos en un, por ejemplificártelo de modo simple, sistema planetario donde reina la paz y somos nuestros propios Dioses de cualquier universo conocido. La muerte nos conduce a ese nivel, y de vez en cuando debemos vivir vidas en los peldaños para mantener el equilibrio en la existencia de nuestra especie.
– Si eso es así, ¿Por qué detecto tanta angustia en ti, Allan?


Yo ya quería a Allan muchísimo, sentía su dolor y admiraba su potencial. Lo que no esperaba era la fuente de ese dolor. Era ni más ni menos que lo desconocido. En su idea existencial no había espacio para los universos desconocidos, donde bien podrían existir los más terribles infiernos del mismo modo que en la cima de su cúspide piramidal existía el más bello paraíso.
Él tenía miedo a acabar en cuerpo y, lo que era peor, alma en esos universos desconocidos. Y al mismo tiempo, como vampiro que era, sentía el deber de acceder a ellos y convertirlos en un lugar mejor.


Hoy Allan ha fallecido como vampiro. Vive en un psiquiátrico de mala muerte, y muy de vez en cuando, voy a visitarle. Se arrastra como humano corrupto, herido profundamente, sin que la luz pueda llegar a él. Quizá algún día sienta el deber de poner fin a su sufrimiento. Pero los vampiros no podemos hacer mal a nuestros creadores, y de todas formas albergo la esperanza de que Allan logre algún día emerger del pozo de oscuridad donde por desgracia cayó.


Todo esto ocurrió en los tiempos en los que los vampiros podíamos campar a nuestras anchas por el mundo, invisibles al sistema que ahora busca nuestro exterminio. Ahora hemos de ocultarnos, camuflar nuestros actos mientras los efectuamos. Hemos de hacer de una misión complicada algo más retorcido y complejo para obtener nuestro fin natural.


Querría hablaros de Valery y Adrian, de Rufus y Scarlett, de mil vampiros más. Os hablé de un par de ellos hace poco para que entraseis en materia por la puerta grande. Pero no se si comprendisteis que ser vampiro no significa ser promiscuo ni gozar de libre albedrío. Ser vampiro es lo más parecido a ser un esclavo que existe. Pero es una esclavitud de la que uno, sin premios, puede gozar.
Soy Joel y ya conocéis a Allan, mi creador.
Ya conocéis cómo una mente que busca el bien puede destrozarse por completo hasta pudrir su propia alma. Conocéis los peligros y los placeres necesarios para seguir leyendo o deteneros en este preciso instante.
Yo necesito un ejército de vampiros para ganar esta guerra que no hemos provocado.
Lo siguiente que os escriba será ya una iniciación, de modo que no habrá vuelta atrás.



Me llamo Joel, estoy en la treintena y, como siempre, os he estado esperando.


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6 comentarios:

  1. ¡Gracias! Me alegro que te despierte algo en un estado tan primerizo.

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  2. Bueno, seguimos en los prolegomenos. Se empieza a intuir algo complejo y a la vez interesante si no nos lleva a límites de difícil comprensión. Presumo que tendremos una amplia puesta en escena antes de que la acción propiamente dicha comience. Esperemos que autor y lectores estemos a la altura. Así pues, sin prejuzgar ni analizar en demasía, me parece muy interesante lo que se intuye.

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  3. Buenas, por ahora tiene un buen principio ya que es interesante eta visión sobre los "vampiros" y que puede dar mucho de si si no se empieza a ser rebuscado.
    Pero por ahora pinta muy bien y pica a la curiosidad ^^

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    1. Me alegro de que pinte bien por el momento, la intención no es que sea demasiado rebuscado la verdad. Pronto siguiente capítulo ^^

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