domingo, 13 de abril de 2014

Vampiro: Capítulo segundo




Para comprender el término vampiro es necesario entender nuestro modo de actuar.
Regalar, eso nos encanta. Absorber la felicidad de las personas a las que regalamos cosas o emociones es algo de lo cual solemos alimentarnos asiduamente. Nos pegamos auténticos banquetes, de hecho.
He visto a vampiros escoger con mimo regalos y manufacturar otros ellos mismos para envolverlos con máximo detalle individualmente y finalmente montar una gran caja también envuelta con el mejor de los propósitos.
No buscan reconocimiento ni recompensa alguna, tampoco planes de futuro. Es ese instante de alegría desbordada en la mirada del receptor lo que vale. Un estallido de energía positiva que nos hace brillar por dentro.
No necesitamos días calurosos y soleados para sonreír, más bien todo lo contrario. De hecho, diría que el tiempo nos es indiferente.
Sexo, el sexo también nos aporta mucho. Pero nosotros los vampiros vemos sexual una mera caricia en un hombro desnudo. De hecho, no concebimos el sexo sin amor. No nos aporta nada, y como no nos alimenta, tarde o temprano acabamos por rechazarlo como nocivo.
Así pues, para poder alimentarnos de sexo usamos recursos como obtener primero continuos estallidos de energía positiva para finalmente poder alimentarnos de ese magnífico placer que es jugar con la otra persona a ver quien logrea gozar más.
Puede parecer, llegados a este punto, que compramos polvos con regalos. Que tratamos como putas a nuestras parejas. Y, de hecho, eso es lo que afirma el sistema que nos está aniquilando.
Lo tienen muy bien montado. Una red de prisiones y manicomios disfrazados donde, si nos cazan, nos acaban mezclando con desequilibrados mentales o delincuentes para desquiciar nuestra mente o nuestra alma.
Si, he dicho alma. Los vampiros tenemos también de eso. De hecho, la simbiosis es tal que raro es el vampiro que no pueda afirmar haber visto o ver fantasmas o demonios. He escuchado todo tipo de historias, algunas verdaderamente terroríficas, acerca de experiencias paranormales que nos acompañan a lo largo de nuestra vida mortal.
A mi mismo se me apareció un mala noche un hombre plantado en medio de una plaza y, mientras su rostro me contemplaba severo, al mismo tiempo, una risa de imposible ángulo sacaba a relucir unas fauces que nunca olvidaré.
Puede parecer, llegados a este punto, que los vampiros somos en realidad enfermos mentales que se creen especiales. Y, de hecho una vez más, es eso lo que afirma el sistema que nos está aniquilando.


Es como si una nueva y temible santa inquisición, así en minúsculas como siempre debió ser, estuviese campando a sus anchas sin que nadie se enterase.
Como hemos hecho los vampiros, pero en lugar de hacer el bien se centran en masacrar a los más acérrimos defensores de tal acto.
He hablado de regalos y de hacer el amor, pero existen tantas, tantísimas y tan variopintas maneras de alimentarnos que resumirlas me llevaría muchísimo tiempo. Baste con decir que contemplar una puesta de sol y admirar su belleza nos llena de energía, o ver nacer el sol en esos instantes donde se deja ver sin cegarte, o sentir como las olas del mar desplazan tu cuerpo, o sentir la brisa marina acariciando tu rostro.
Cada vampiro tiene sus recursos.
Yo por ejemplo hablo con el mar. Me gusta pensar que me escucha y me comprende. De hecho, cuando estoy a su lado, no me siento solo. Esa gran lacra que tenemos los vampiros, ese inmenso vacío existencial que nos embarga día sí noche también, yo lo venzo en esos instantes de compañía de esa masa de agua preciosa, compleja y grácil.


Allan trató de conquistar ese vacío existencial y llenarlo por completo de un antídoto que nos hiciese inmunes al ataque del sistema, pero digamos que se quedó en el intento. Aunque conociéndolo, y siendo mi creador, aún espero una grata sorpresa que aún no confesaré. Solo diré que si acontece, la batalla dejará de estar tan desnivelada.
Sabiendo esto supongo que ya os percataréis de que aquí no se trata de gozar de vida eterna, ni de ser crueles con seres inferiores que sirven de alimento, ni nada por el estilo.
Ser vampiro es estar entregado en cuerpo y alma en hacer el bien, aunque para ello haya que actuar de un modo despiadado y cruel. Porqué el mal existe, siempre ha existido y siempre existirá.
Contamina a los seres humanos como un virus invisible que actúa a ráfagas, apareciendo y desapareciendo para que nunca se le pueda etiquetar ni catalogar. Por eso hay que actuar sin piedad cuando aparece.
De ahí que muchos vampiros acaben en prisiones o manicomios. Cruzan la línea y, cual superhéroe enmascarado, aplican el sentido de la justicia de un modo que el sistema detecta fácilmente para quitarlos velozmente de circulación.
Con el paso de los siglos, hemos tenido que aprender cada vez a ser más sutiles en nuestros actos. Casi a hacernos invisibles. Nos alimentamos de todas las maneras posibles, puesto que cuanto más ardua es la batalla más hambre tenemos. Bebemos de cine, de literatura, de música, de cualquier forma de arte, y peleamos sin cesar cada día, cada noche.
Nada de ataúdes donde descansar protegidos.
Tenemos pesadillas como cualquier otra persona normal, incluso peores diría yo. Dormimos mal sabedores de que el enemigo avanza sin necesidad de dormir hacia todo y hacia nosotros en especial. Pero nos levantamos y peleamos.


Regalamos rosas sin espinas a quien consideramos y con espinas a quien lo merece.
Confesamos la verdad a quien la necesita y manipulamos a quien nos quiere dañar.
Emulamos mentes de ordenador y corazones de falsos dioses cuando es necesario, y nos hacemos pasar por seres humanos normales cuando nos pertoca.
Somos esclavos libres, felices de nuestro cometido.


Nuestro Dios no existe, pero nos habla a través del universo. El sistema, desesperado, trata de etiquetarnos para cegarnos con oro, encerrarnos en prisiones tanto físicas como mentales o cualquier otra estratagema imaginable para extinguirnos.
Pero aquí seguimos unos pocos en pie.


Los vampiros del siglo XXI.


Recordad mi nombre, me llamo Joel, y tenéis lo necesario para empezar a alimentaros bien. Cuando acostumbréis a vuestra alma a beber este exquisito brebaje, quedaréis tan atrapados por él que no habrá marcha atrás.
Igual ahora entendéis mejor la velocidad con la que Valery se entregó a Adrián.
Ser vampiro es fascinante.
Es cruel, solitario, difícil y tedioso.
Es bonito, delicioso, placentero y eterno.


Pues, ¿A que no os imagináis quien ha sido dado de alta del peor manicomio conocido?
Mi creador viene hacia mi, lo presiento.
Y eso solo significa que algo muy grande ha sucedido.

Podemos ganar.



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5 comentarios:

  1. Bueno, bueno, esto se pone interesante y emocionante.
    Pero deberias dejar mas espacio de tiempo entre capitulo y capitulo para crear expectativa XDDDDD

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  2. Nueva entrega, y creo que necesaria, Aquí tenemos ya algo que va tomando forma y promete situaciones y escenarios que confiemos nos sorprendan y nos introduzcan en un mundo fascinante. Ánimo.

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  3. Uno de los nuestros: https://www.youtube.com/watch?v=0zkms0Tkmus

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