sábado, 8 de agosto de 2015

Una tormenta de cuatro estaciones: Capítulo III



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El verano era una estación donde las flores lucían a rebosar por los diferentes puntos del gran bosque que había tras las casas de los abuelos de Matthew y Robert.
Así lo estaba comprobando Matthew esa mañana que se había escapado para tratar de dar con el claro donde se topo con aquella criatura mágica.
Un hada que no le había dejado pegar ojo mientras en sus recuerdos jugueteaba con el dorso anaranjado de su piel y, ensimismado, contemplaba las curvas de su grácil y diminuto cuerpo.
Bienvenido de nuevo, Matthew. – La voz del hada resonó suave en los oídos del joven. – ¿Quieres llegar a mi? Durante la noche de ayer y esta mañana has estado cruzando el verano. Nos encontraremos en primavera, donde tu ya sabes, y seré tuya.
Esas palabras deshicieron a Matthew, que cuando quiso preguntar acerca de a qué se refería con aquello de cruzar el verano, se vio sorprendido por el ruido ensordecedor de un trueno.
Sintiéndose desorientado por un momento, pues realmente no sabía qué hacer, se adentró en el bosque en busca del hada.
Pero lo que ocurrió fue que una gran tormenta dio comienzo.

En primer lugar una serie que se le antojó eterna de rayos iluminó agresivamente los cielos, que tan tapados como estaban ennegrecían el paisaje que Matthew atisbaba ya perdido en el interior del bosque.
Los truenos hicieron que sintiese más temor que en toda su vida, y se puso de cuclillas tapándose con fuerza los oídos.
Por aquí. – La voz del hada llegó cuando a Mathew ya le estaba entrando el llanto y al mismo tiempo la lluvia arreciaba. No hubo un primer goteo progresivo. Un manantial pareció caer de golpe, con un intensidad que no hacía más que crecer y crecer.
Matthew alzó la vista y vio la base de un gran tronco protegida por unas hojas que mantenían encendido un pequeño y acogedor farolillo.
Corrió hacia allí y abrió la puerta sin dilación.

Era una estancia mucho más amplia de lo que hubiese imaginado en un principio al verla desde fuera. Decorada con la madera del interior del árbol, había un comedor donde la temperatura era agradable, y unas escaleras que subían al piso superior.
Matthew ascendió.
Un lecho se presentaba frente a él, y sin dudarlo, aún atemorizado por los truenos que resonaban en el hostil exterior, se tumbó.
Mientras el sonido de la lluvia lo relajaba, a Matthew se le fueron cerrando los párpados hasta que paulatinamente se durmió.

Al despertar se encontraba relajado, con un cosquilleo por todo el cuerpo, como si hubiese dormido largo tiempo. El sol penetraba por una de las pequeñas ventanas, y deseó al mismo tiempo estar en casa de su abuelo y estar más cerca del hada.
Comprobó al abrir los ojos que se trataba de lo segundo, pues se encontraba en el interior de la casita construida en el árbol al que le había guiado su hada.
Se desperezó y salió al exterior.
Todo el paisaje había cambiado, presentándose ante él una melancólica escena digna del otoño más triste, bonito y nostálgico que había imaginado ver jamás.
Caminó pisando las primeras hojas secas, que amontonadas frente a él emitían sonoros crujidos a medida que sus pasos se hacían más y más firmes.
Los tonos anaranjados de la estación le recordaban al color del contorno de la silueta del hada, y se preguntó que debía hacer en ese momento.
Al parecer había dormido unos tres meses.
Ya debería estar en la escuela, sin embargo se encontraba perdido en un bosque del cual no sabía ni por donde avanzar, ni como retroceder. Echaba de menos a Robert, pues él sabría que hacer.

Cuando Robert se despertó una fuerte intuición le decía que algo ni iba bien.
Se vistió y salió de casa entrada la mañana.
Una fuerte tormenta había estado descargando durante horas y ahora parecía que se disipaba. No obstante, desde las lejanas montañas, un nueva, de igual o mayor intensidad, se acercaba.
Fue directo a casa del abuelo de Matthew, y picando repetidamente logró que le abriese la puerta.
¿Está Matthew? – Preguntó respirando entrecortadamente.
Pensaba que estaba contigo, Robert. Ha salido esta mañana muy temprano. – Robert se tiró las manos a la cabeza.
Al final su amigo se había introducido solo en el bosque.
Debía dar con él de inmediato, más teniendo en cuenta el tiempo que se avecinaba.


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4 comentarios:

  1. Ay, pobre Mathew! Solito en un bosque que no conoce y en busca de un hada que no sabemos qué quiere de él...A ver si Robert puede conseguir llegar hasta su amigo. Me encanta, Victor! ;)

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    1. Se encuentra en un apuro, sin duda.
      Veremos qué puede hacer Robert.
      ¡Me alegra que te guste, Hada, un abrazo! ;)

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  2. Pero, no pasa el tiempo igual para los dos, para Matthew es como si hubieran pasado estaciones y en cambio para robert sigue siendo el mismo día ¿verdad? Es interesante ese concepto. O puede ser cosa mía que no me he enterado muy bien X_D. A ver como acaba esto

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    1. Cierto, el tiempo es diferente para los dos en cuanto Matthew entra en el bosque.
      ¡Gracias por leer y comentar Silvia! ;)

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