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Las noches acongojaban no
solo a los más jóvenes.
Los adultos corrían al
ponerse el sol hacia sus respectivos hogares, pues la oscuridad de la
noche era tal que se comía incluso la luz artificial o la del fuego.
Como una inmensa sombra
recorría las calles de todos los poblados asiendo en su abrazo a
propios y extraños, alimentándose de un miedo que no habría de
conocer fin.
Tales eran los terrores
nocturnos que los habitantes de aquel lugar pasaban los días con
actitud hosca, malhumorados y con gran egoísmo.
Un día una mujer de mediana
edad afirmó haber tenido una revelación, y comenzó a dedicar su
vida a los demás.
Puesto que apenas necesitaba
comer ni descansar, por temporadas incluso la recluían en centros
especiales para gente problemática para tratar de averiguar qué le
ocurría.
Sin embargo, siempre que
salía, volvía a su constante labor de ayudar a los más
desfavorecidos.
Todo el mundo carece de lo
más importante en este mundo, solía decir.
A no mucho tardar perdió su
casa y regaló sus posesiones, afirmando no necesitarlas.
De buen grado aceptaba en
contadas ocasiones algún mendrugo de pan que los vagabundos de la
calle compartían con ella.
Ellos fueron el primer
colectivo que comprendió la magnitud de lo que estaba ocurriendo.
Llegó un punto en que la
noche era mucho más aterradora para aquellos que quedaban en sus
casas encerrados que para las personas sin techo, reunidos alrededor
de improvisadas hogueras. Éstas veían su luz tragada por la sombra,
pero percibían esperanza en aquellos fríos lugares con la sola
presencia de aquella misteriosa mujer.
Con el transcurrir de los
años ya se la conocía como la loca de la luz, puesto que sin
tapujos afirmaba que quedaba ya muy poco para que aquellas negras
noches conociesen un final.
Ayudaba a los desamparados
que quedaban atrapados en la noche sin poder atisbar a donde
dirigirse, cayendo en desesperados gritos y gemidos de ayuda.
Su voz era sedante, y muchos
de los que la insultaban riéndose de ella de día, por la noche
respiraban tranquilos sabiendo que al menos alguien les ayudaría si
caían en la oscuridad.
Llegado un avanzado momento
de su vida, la muerte le habló.
– No vengo a por ti,
vieja. – Ni su voz de ultratumba ni sus ropajes asustaban a la ya
por entonces anciana, que con una sonrisa invitó a continuar a aquel
ser. – Te traigo un mensaje de los Dioses. –
La muerte le dijo que podía
pedir lo que quisiera para su siguiente vida, incluso entrar en la
eterna tierra de la luz dado que se lo había ganado con creces.
No necesitó pensárselo
mucho.
Le dijo a la muerte que ya
conocía su destino, que se le había revelado mucho antes y no iba a
dudar en cumplirlo.
– ¿Estás segura? –
Ante el asentimiento de la mujer la muerte se fue camuflándose en la
negra noche que, como siempre, inundaba todo el territorio conocido.
La oscuridad había desatado
la pérfida y pavorosa imaginación de los lugareños, que ya se
comportaban como enfrentados entre sí dadas las cientos de miles de
historias de desconfianza y desasosiego que habían ido inventando
con el paso de los tiempos.
Pero el curso de los
acontecimientos estaba a punto de cambiar.
Al morir la anciana,
plácidamente exhalando su último suspiro sentada en una oscura
esquina, la muerte regresó y, quitándose la capa reveló unas
inmensas alas negras.
Nadie podía ver el cuerpo
de la mujer elevándose hasta que estuvo a gran distancia y solo
distinguieron un brillo cegador.
Se alejó más y más, como
graduando su intensidad, hasta que quedó fija en el firmamento la
primera estrella que aquel lugar veía.
Iluminaba cálidamente la
noche, espantando leyendas y demonios.
Mientras todo el mundo
investigaba tamaño milagro, los vagabundos se reunían cada noche
para recordar a la anciana que ya los iluminó incluso antes de
reencarnarse.
Juntos miraban al cielo
nocturno, y agradecidos susurraban el nombre de la loca de luz.
Esta muy bien! Y ojalá hubieran mas personas como esta adorable anciana. Me están gustando mucho estos cuentos
ResponderEliminarSi... Hay que intentar parecerse lo máximo posible a ella.
EliminarGracias Silvia, me alegro de que te gusten estos cuentos.
Como seres apegados a lo mundano y material nos refugiamos en nuestras pequeñas o grandes posesiones sintiéndonos engañosamente protegidos, nos olvidamos como grandes personajes de la historia nos mostraron una y otra vez el camino de la espiritualidad, del desapego a lo material y el cultivo del bien, de la ayuda a los demás ya fueran ricos o pobres puesto que la mayoria de esta pobre y desgraciada humanidad vive en una total oscuridad emocional. En este magistral relato se nos muestra como una mujer renuncia a todo por el bien, no es Jesús, no es Buda, no es Ghandi, solo es una pobre mortal que es capaz de encender su farolito de luz en la espesa y tremenda oscuridad. Muchos avisos está recibiendo ya la humanidad de su egoísmo, narcisismo, de su ridícula concepción de estar sola en el Universo. Bienvenidos los farolitos porque realmente son los que iluminan poco a poco la negra cortina de la ignorancia. Enhorabuena y saludos.
ResponderEliminarSí, esta mujer no representa ninguna figura histórica, pero su ejemplo bien merece su destino final, que no es otro que iluminar por siempre que dure la existencia de lo conocido a sus semejantes.
EliminarLa humanidad claramente va en sentido contrario desde siempre.
Una pena.
¡Gracias por leer y comentar!
Un saludo
Me hubiese gustado conocer a esa anciana! Cuando alguien hace algo que sobresale de lo "normal" le llaman loc@...qué mundo de ignorantes! Las locuras nos hacen saber el limite de nuestra cordura. Un saludo compi!
ResponderEliminarSus semejantes seguro que contarán historias de esa estrella en el cielo a las siguientes generaciones, su alma nunca desaparecerá.
EliminarLo llaman loco y lo encierran, o genio para convertirlo en moda y silenciar lo importante de su mensaje.
Lo tienen muy bien pensado.
Un saludo.
Preciosa historia. La primera estrella... la loca de la luz. MUy bonito, me ha encantado. Un besillo.
ResponderEliminarGracias, María, me alegra que te haya gustado tanto ^^
EliminarUn abrazo