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El verano era una estación donde las
flores lucían a rebosar por los diferentes puntos del gran bosque
que había tras las casas de los abuelos de Matthew y Robert.
Así lo estaba comprobando Matthew esa
mañana que se había escapado para tratar de dar con el claro donde
se topo con aquella criatura mágica.
Un hada que no le había dejado pegar
ojo mientras en sus recuerdos jugueteaba con el dorso anaranjado de
su piel y, ensimismado, contemplaba las curvas de su grácil y
diminuto cuerpo.
Bienvenido de nuevo, Matthew. – La
voz del hada resonó suave en los oídos del joven. – ¿Quieres
llegar a mi? Durante la noche de ayer y esta mañana has estado
cruzando el verano. Nos encontraremos en primavera, donde tu ya
sabes, y seré tuya.
Esas
palabras deshicieron a Matthew, que cuando quiso preguntar acerca de
a qué se refería con aquello de cruzar el verano, se vio
sorprendido por el ruido ensordecedor de un trueno.
Sintiéndose
desorientado por un momento, pues realmente no sabía qué hacer, se
adentró en el bosque en busca del hada.
Pero
lo que ocurrió fue que una gran tormenta dio comienzo.
En
primer lugar una serie que se le antojó eterna de rayos iluminó
agresivamente los cielos, que tan tapados como estaban ennegrecían
el paisaje que Matthew atisbaba ya perdido en el interior del bosque.
Los
truenos hicieron que sintiese más temor que en toda su vida, y se
puso de cuclillas tapándose con fuerza los oídos.
– Por
aquí. – La voz del hada llegó cuando a Mathew ya le estaba
entrando el llanto y al mismo tiempo la lluvia arreciaba. No hubo un
primer goteo progresivo. Un manantial pareció caer de golpe, con un
intensidad que no hacía más que crecer y crecer.
Matthew
alzó la vista y vio la base de un gran tronco protegida por unas
hojas que mantenían encendido un pequeño y acogedor farolillo.
Corrió
hacia allí y abrió la puerta sin dilación.
Era
una estancia mucho más amplia de lo que hubiese imaginado en un
principio al verla desde fuera. Decorada con la madera del interior
del árbol, había un comedor donde la temperatura era agradable, y
unas escaleras que subían al piso superior.
Matthew
ascendió.
Un
lecho se presentaba frente a él, y sin dudarlo, aún atemorizado por
los truenos que resonaban en el hostil exterior, se tumbó.
Mientras
el sonido de la lluvia lo relajaba, a Matthew se le fueron cerrando
los párpados hasta que paulatinamente se durmió.
Al
despertar se encontraba relajado, con un cosquilleo por todo el
cuerpo, como si hubiese dormido largo tiempo. El sol penetraba por
una de las pequeñas ventanas, y deseó al mismo tiempo estar en casa
de su abuelo y estar más cerca del hada.
Comprobó
al abrir los ojos que se trataba de lo segundo, pues se encontraba en
el interior de la casita construida en el árbol al que le había
guiado su hada.
Se
desperezó y salió al exterior.
Todo
el paisaje había cambiado, presentándose ante él una melancólica
escena digna del otoño más triste, bonito y nostálgico que había
imaginado ver jamás.
Caminó
pisando las primeras hojas secas, que amontonadas frente a él
emitían sonoros crujidos a medida que sus pasos se hacían más y
más firmes.
Los
tonos anaranjados de la estación le recordaban al color del contorno
de la silueta del hada, y se preguntó que debía hacer en ese
momento.
Al
parecer había dormido unos tres meses.
Ya
debería estar en la escuela, sin embargo se encontraba perdido en un
bosque del cual no sabía ni por donde avanzar, ni como retroceder.
Echaba de menos a Robert, pues él sabría que hacer.
Cuando
Robert se despertó una fuerte intuición le decía que algo ni iba
bien.
Se
vistió y salió de casa entrada la mañana.
Una
fuerte tormenta había estado descargando durante horas y ahora
parecía que se disipaba. No obstante, desde las lejanas montañas,
un nueva, de igual o mayor intensidad, se acercaba.
Fue
directo a casa del abuelo de Matthew, y picando repetidamente logró
que le abriese la puerta.
– ¿Está
Matthew? – Preguntó respirando entrecortadamente.
– Pensaba
que estaba contigo, Robert. Ha salido esta mañana muy temprano. –
Robert se tiró las manos a la cabeza.
Al
final su amigo se había introducido solo en el bosque.
Debía
dar con él de inmediato, más teniendo en cuenta el tiempo que se
avecinaba.
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Ay, pobre Mathew! Solito en un bosque que no conoce y en busca de un hada que no sabemos qué quiere de él...A ver si Robert puede conseguir llegar hasta su amigo. Me encanta, Victor! ;)
ResponderEliminarSe encuentra en un apuro, sin duda.
EliminarVeremos qué puede hacer Robert.
¡Me alegra que te guste, Hada, un abrazo! ;)
Pero, no pasa el tiempo igual para los dos, para Matthew es como si hubieran pasado estaciones y en cambio para robert sigue siendo el mismo día ¿verdad? Es interesante ese concepto. O puede ser cosa mía que no me he enterado muy bien X_D. A ver como acaba esto
ResponderEliminarCierto, el tiempo es diferente para los dos en cuanto Matthew entra en el bosque.
Eliminar¡Gracias por leer y comentar Silvia! ;)